Con una historia y lazos muy fuertes con el mundo marino y portuario, Roberto “Chapa” Orzali, otro de los personajes que forman parte de nuestra comunidad, visitó los estudios de La Brújula 24 y formó parte de la 230° entrega de IngenieroWhite.Com. ¡Todos a bordo!
“Voy para los 75 pirulos y después de tantos viajes por el mundo puedo decir que White es White. No hay otro lugar igual. Nápoles puede ser porque están los gringos gritando en las casas. Pero White realmente se extraña muchísimo cuando estás lejos. Te agarra una angustia bárbara y te dan ganas de volver como sea”, afirmó Orzali.
–¿Qué recuerdos conservás de aquellas épocas del pasado?
–Los amigos, la escuela, los picados de fútbol. Mi infancia fue en la casa de siempre, la de mis viejos, en calle Mascarello. Hice de 1° a 6° grado en la Escuela 13, jugábamos a la pelota y tomábamos mate cocido con galletas. Ahí no había computadora, ni nada.
“De la barra de amigos ya se fueron casi todos; creo que quedamos el Negro Canales y yo. Estaba Antonio Campos, Pechito, Pastilla Rodríguez, el Bichi, Chiche Alonso, Arroyuelo, el Colorado Rosas, Beto Frías”, recordó.
–¿Era muy distinto White en esos tiempos?
–Había laburo y estaba lleno de gente día y noche. Estaban los piqueros, los ferroviarios, el galpón de máquinas, la Junta. Cuando eras pibe y no tenías laburo, ibas al pique y vivías. White es especial y tiene condimentos únicos. Y el pasado era mucho más lindo con los carnavales, las cantinas y los 52 bares que funcionaban en la localidad.
Los viajes por el mundo
–“Estuve en muchos países y hasta escribí un libro para contar todas esas historias. El primero fue en un barco dinamarqués que cargaba peras y manzanas; hablé con el capitán y a las 10 de la noche ya estábamos saliendo para Hamburgo. Yo me quería ir a Europa, navegar, ir a los puertos y ganarme un peso”.
–“De Hamburgo fuimos a Marruecos, cargamos naranja para Rusia, a Letonia, Ecuador, Filipinas y hasta en Tel Aviv, que era zona de guerra. Hasta llegamos a armar una tripulación whitense que se embarcó en un barco noruego que había tenido problemas con su gente y quedó amarrado en el muelle de hierro”.
Federico Orzali, el heredero
–“Soy marino mercante y llegué a trabajar con colegas de mi papá. Siempre me cuentan historias muy lindas y lo recuerdan con cariño. Es un orgullo estar a bordo y que lo nombren a mi viejo. Aunque nunca hice un viaje de ultramar, me dedico a la navegación de cabotaje. Y cuando salimos en la draga, agarro los vinoculares y siempre lo veo a mi viejo en el muelle mirando los barcos”.
–“Al muelle es así, voy todos los días y miro las maniobras. Y también voy a FerroWhite, donde me siento muy bien. Sino me tengo que quedar sentado en mi casa y eso no me gusta”.