“¿Una familia para nosotras?”, respondieron, sorprendidas, dos hermanas de 14 y 15 años al juez Pablo Raffo, del Juzgado N° 2 de San Miguel, cuando les contó que había una pareja interesada en conocerlas. Ellas le habían dicho que no querían ser adoptadas, pero sí que deseaban crecer en una familia. Sabían que para las chicas y chicos más grandes la espera suele ser más larga, a veces, demasiado larga, y no pensaron que las buenas noticias les iban a llegar antes que a sus hermanitos más pequeños.
Fue gracias al Registro de Cuidadores Familiares de la provincia de Buenos Aires, una herramienta que permite a las juezas y jueces bonaerenses tener a mano una lista de personas o parejas dispuestas a cuidar a preadolescentes y adolescentes sin cuidados parentales, de entre 10 y 17 años, alojados en hogares, ya sea porque no se han encontrado postulantes en el Registro Central de Aspirantes a Guardas con Fines de Adopción, o porque las y los jóvenes no brindan su consentimiento subjetivo para ser adoptados.
Se trata de una iniciativa impulsada en 2019 por el propio Raffo y que depende de la Suprema Corte de Justicia bonaerense, surgida con el objetivo de contar con una alternativa más cuando la adopción o las convocatorias públicas no dan resultado. “Este Registro parte de reconocer que el Estado tiene que darle una respuesta a estas chicas y chicos más grandes, que les debe una protección especial”, asegura Raffo.
El caso que inspiró su propuesta fue el de un chico de 12 años que estaba internado en un estado muy grave, y que una vez que obtuvo el alta, si el juzgado no conseguía un entorno que lo cuidara, corría riesgo de morir. Gracias a que una familia se propuso para ser sus cuidadores, hoy está sano, estudia y sueña con una vida mejor.
La idea es que, así como existe el registro de adoptantes, haya uno de cuidadores, y que cuando aparecen casos como los de estos jóvenes se cuente con estos legajos de familias, con la ventaja de que las y los inscriptos ya fueron previamente evaluados y capacitados, lo que hace que el proceso sea mucho más rápido.
“Ese es uno de los rasgos distintivos de esta iniciativa”, señala la jueza Alejandra Obligado, del Juzgado N° 5 de Mar del Plata, que también se sumó a la experiencia. Para la magistrada, “es lo que permite que quienes quedan inscriptos realmente lo hacen sabiendo y conociendo la realidad de estos chicos y para qué fueron convocados”.
Eso justamente fue lo que pasó con el matrimonio de Lucila (45) y Federico (46), la pareja que el juez Raffo eligió para las hermanas mencionadas al comienzo de esta nota. Ellos habían sido dados de alta en Registro de Cuidadores Familiares dos meses antes, luego de hacer los talleres y pasar las evaluaciones. “Hace algunos meses nos enteramos de la existencia del registro buscando en Internet formas de acompañar a chicos más grandes. Escribí un mail y al poco tiempo nos respondieron”, cuenta Lucila, que vive en la zona norte de Buenos Aires.
Ella había trabajado en un hogar y junto a su marido tenían algo en claro: “Pensábamos en poder cambiar la historia de un pibe de 14, 15 o 16 años, que son a los que más les cuesta encontrar una familia, porque si no aparece alguien, no les queda tiempo para transformar su realidad”. (Télam).