Que la historia se comprende y se discute no sólo a través de textos y discursos sino que se puede pensar a través de todos los objetos que nos rodean, porque la historia es concreta y material. Que una torta supone un cuerpo que la hace, la comparte y otro que la va a comer. Los cuerpos en acción son los que mueven los procesos históricos. Que una torta supone un momento de encuentro y alegría y ese también es un modo posible de abordar la historia.
Este sábado, a propósito del 17 de Octubre, el museo invitó a María Celia Vázquez (quién a su vez invitó a nuestro compañero Leandro) a pensar una torta en relación al peronismo. María Celia es docente de teoría y crítica literaria en la Universidad Nacional del Sur y trabaja desde hace muchos años con la cuestión peronista.
Ellos plantearon, mientras presentaban la torta, que se trataba menos de ilustrar algún momento histórico del peronismo y más tratar de concentrar la disputa de sus sentidos. Para eso pensaron que la torta debía tener un relleno “pesado” que en este caso fue de dulce de leche y merengue. Es decir que la torta caiga como una bomba reponiendo las bombas literales y metafóricas que el peronismo tiró y le tiraron (bombardeos, “caños”, bombas discursivas). Pero a su vez, que la torta fuese como una bomba también repuso el sentido festivo, el de la democratización del goce que el peronismo generó. Una torta que cae como bomba. Una torta para pasarla bomba.
Ese relleno denso que repone la historia del peronismo se cubrió con una superficie homogénea de fondán naranja, que conducía a una pregunta inquietante sobre el presente: ¿es el naranja el color actual del peronismo hoy? La torta a su vez estuvo decorada con un cotillón que reponía la “fauna peronista”, la animalidad para los antiperonistas, la virtud del “animal político” para los peronistas: un león herbívoro, un pingüino, un sapo, un caballo pinto, un gorila.
Adriana, vecina de White que escuchaba atenta entre las mesas, planteó al abrirse la charla: “el peronismo es uno solo y se va adaptando a la circunstancias”, otra vecina recordó cómo le cambió la vida siendo niña en un asilo y la comida que le daban, un secretario gremial dijo que en el decorado faltó “un camaleón y una yegua”.
La jornada incluyó repartir la torta literal y metafórica, comerla entre todos, mientras la música llegaba de parte de tecladistas que se iban acercando a un “piano abierto” durante toda la tarde.