Fabricando almanaques, el imprentero comprueba que también los años dejan su marca en él. Lo impresionan de buena o mala manera. Se le vienen encima y se lo llevan puesto, como el tímpano de la minerva al liviano papel.
Sabe además que cada imagen, antes y después de ser impresa, tiene una existencia latente en el clisé.
Esta ilustración del arquitecto Giuseppe Molinari que hoy llega a ustedes portando nuestro saludo para estas fiestas, se encuentra grabada sobre una placa de metal que, montada sobre un taco de madera, perteneció a las Empresas Eléctricas de Bahía Blanca.
José Domijan, empleado de la compañía, la atesoró por décadas, Gustavo Monacci y Reynaldo Merlino la donaron luego al museo, Walter Uranga la pescó entre las estanterías de nuestro depósito, y Guillermo Beluzo la imprimió en Ferroblack, la imprenta tipográfica que hoy funciona dentro de ese mismo castillo que esta estampa nos revela bajo un fuego de artificio, como si el encuentro entre el pasado y el porvenir abriera, a pesar de todo, un tiempo para celebrar.