Entre los distintos supuestos macroeconómicos incluidos en el proyecto de Presupuesto, el que más ruido generó fue el anticipo de un tipo de cambio promedio de $ 40,10 pesos por dólar para 2019, es decir el mismo valor que hoy tiene la divisa, cuando aún falta agregar mucha inflación del año en curso (los pronósticos privados anticipan 6% o más de suba en los precios al consumidor sólo para septiembre) y el propio proyecto augura una inflación de 23% a lo largo de 2019.
En el documento que presentó el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, ante el Congreso, se reconoce que “la proyección de inflación asume una baja del tipo de cambio real multilateral para 2019, punta contra punta, del orden de 8%. Según se explica en fuentes de la Casa Rosada, se trata de un “supuesto razonable” toda vez, afirman, que “el actual tipo de cambio registra overshooting (un exceso de depreciación del peso)”.
La explicación parecería aceptable, además, en un momento en que la prioridad del Gobierno es estabilizar el tipo de cambio. Sin embargo, según se comenta en fuentes oficiales, este valor habría sido motivo de más de una discusión dentro del Gobierno, ya que ciertos sectores de la administración serían proclives a mantener la competitividad lograda con la reciente suba del dólar.
Al respecto, aspiran a que no vuelva a atrasarse el dólar en un proceso que no sólo afectaría a la exportación -el único factor de dinamización de la economía para el año próximo-, sino que también podría revivir la especulación financiera (carry trade) que caracterizó el comienzo de la gestión Cambiemos.
Cabe recordar que antes de que se desatara la crisis cambiaria, capitales especulativos vendieron dólares para hacer colocaciones con altas tasas de interés en pesos, para luego realizar elevadas ganancias en divisas (salida que explica en buena medida la actual turbulencia).
“La única manera de que la inflación a fin de diciembre (punta punta) de 23% es fijando el tipo de cambio”, sostienen los especialistas.
Otros analistas consideran que la decisión de incluir el valor esperado del dólar fue un error, ya que despierta expectativas que tienen todas las posibilidades de ser desfavorables. Si se cumple la proyección oficial, se alienta la especulación y, si no se cumple -como en el actual presupuesto que contiene una paridad de $17 – el Gobierno carga con el descrédito.
La proyección de inflación también merece observaciones por parte de los economistas privados. Para algunos se subestima la inercia que hoy muestra el proceso de precios. Si bien el pronóstico de una inflación promedio del año de 34,8% es elevado, como así también el 23% que se espera punta contra punta, algunas estimaciones alternativas proyectan entre 30 y 35%.
• Realismo
Donde sorprendió el Gobierno por su realismo fue en las previsiones de actividad. Se espera un retroceso de 2,4% para el producto bruto interno en el año en curso -superior al 1,9% estimado por el consenso de los economistas en el último Relevamiento de Expectativas de Mercado – y nuevamente una caída de 0,5% para el próximo.
Los números del proyecto de Presupuesto anticipa una disminución de 1,6% en el consumo privado, un retroceso de 3,4% en público y un derrumbe de casi 10% (9,7%) en la inversión. Lo que sí queda es una decisión de asistir a los sectores más desprotegidos, ya que casi el 80% del gasto primario de este presupuesto se dedica a servicios sociales. Con todo, cuando leyó los datos de retracción del consumo y la inversión un radical disidente comentó: “Estos números son un pasaje a una derrota electoral el año próximo”.
Vinculado con lo anterior, la incertidumbre política puede también plantear dudas sobre las proyecciones de financiamiento externo. El proyecto de Presupuesto estima que en 2019 de necesitarán sólo 2.500 millones de dólares de colocaciones netas y que el mercado refinanciará deuda por 20.100 millones. En medios privados estas cifras generan dudas.
Hoy el mercado financiero internacional está cerrado para la Argentina (junto con otros mercados emergentes) y que las cifras que el propio proyecto de presupuesto explican, al menos en parte, la falta de crédito.
La deuda neta, es decir excluidos los compromisos del sector público, según las estimaciones oficiales crecerá más de 12 puntos del PBI durante el año en curso, hasta llegar al 52% del PBI, prácticamente duplicando el nivel que registraba en 2016 (25,2% del PBI). Se trata – argumentan – de un ritmo de crecimiento de los pasivos que era insostenible en el tiempo-.
También se critica el diagnóstico de la situación económica incluido en el proyecto de presupuesto y las recetas propuestas. La iniciativa presentada por Dujovne señala que en 2018 la economía argentina sufrió “fuertes” shocks y, al respecto, indica “la sequía más intensa de los últimos 50 años”…”la suba de tasas de interés más rápida de lo esperado en EE.UU” y “los sucesos judiciales asociados a la causa de los ´cuadernos´”. Desde la oposición se cuestiona que en el cuadro de situación nada se dice, argumentan, sobre la mala praxis económica que llevó adelante el Gobierno dejando retrasar de manera desmesurada el tipo de cambio, entre otros errores “no forzados”.
En cuanto a la salida, el proyecto afirma que “para reducir nuestra vulnerabilidad decidimos avanzar más rápido hacia el equilibrio fiscal”, de donde se propuso déficit cero para 2019. Desde el peronismo se sostiene que se trata de una simplificación, ya que los problemas argentinos no son sólo fiscales, y que, en última instancia, “el diseño de este presupuesto es a medida del FMI”.
Fuente: Ambito