La historia del rock está conformada por aquellos momentos que marcaron un quiebre en su desarrollo. La aparición de una banda o artista revolucionario que inauguró un estilo, la salida de un disco que se convertiría en clásico o recitales que, por su convocatoria o magnitud, marcaron el inicio o el fin de una generación.
A mi entender, uno de estos recitales se llevó a cabo el 12 de mayo de 1967 en el “Queen Elizabeth Hall” de Londres. Ese día, Pink Floyd, una de las bandas más vanguardistas y revolucionarias de la historia del rock, demostró su carácter de pioneros en todo sentido y realizó un concierto con un tipo de sonido envolvente que se denominó “sonido cuadrafónico”, una innovación tecnológica que es considerada un verdadero hito dentro de los conciertos de rock. Ni siquiera estaba editado todavía el primer disco de Pink Floyd “The piper at the gates of dawn”, cuando fue a visitarlos Christopher Hunt, un promotor de conciertos y espectáculos que organizaba frecuentes representaciones de teatro de vanguardia con la idea de llevar a cabo un auténtico show multimedia de imagen y sonido.
Hunt ya los había visto en vivo y le gustaba mucho la idea de la proyección de imágenes psicodélicas mientras el grupo tocaba en vivo. La banda estuvo de acuerdo con dar un paso adelante en ese sentido y para llevarlo a cabo eligieron el salón “Queen Elizabeth”, con acomodadores uniformados y asientos tapizados propios de los conciertos de música clásica. Buscando de que manera podía ofrecerse en ese recinto un tipo de sonido realmente innovador, se les ocurrió una idea que habían ensayado en los estudios Abbey Road, que consistía en sumar al fondo de la pared de la sala central de grabación un juego de parlantes más a los que ya existían para crear un efecto de sonido envolvente. Ese era el origen del sonido cuadrafónico y es precisamente lo que la banda instaló para la celebración de su concierto. Un ingeniero diseñó un dispositivo para distribuir el sonido entre los cuatro parlantes y una caja con cuatro potenciómetros separados controlados por un joystick. De esta manera si el joystick estaba en posición vertical, el sonido quedaba centrado y equilibrado entre todos los amplificadores, pero si se movía en diagonal se transfería el sonido al parlante que estuviera colocado en la esquina correspondiente.
Haciendo un show de algo más de dos horas, el espectáculo resultó inolvidable para los privilegiados que tuvieron la suerte de presenciarlo. Ese día Pink Floyd entró definitivamente en la historia. Este show no fue sino el primero de otros muchos en los cuales este grupo se caracterizó por innovar, revolucionar y crear grandes espectáculos, que sin duda marcaron la pauta de lo que no tardaría en venir en los años 70.
Nota exclusiva para Ingeniero White.com: Mario Cantarini.
Mario es coleccionista de música y propietario de la tienda virtual de música Paranoid Records.
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