El primero es la transición de China desde un crecimiento del 10% al 6/7% y desde el liderazgo de las exportaciones y la inversión a un mayor protagonismo del consumo. El segundo es la gradual normalización de las políticas monetarias extraordinariamente expansivas que nos acompañan desde hace muchos años, sobre todo en los EE.UU y en el área euro.
Los mercados anticiparon en demasía este cambio impulsando la apreciación del dólar y la consecuente caída de los commodities. Estos últimos también cayeron por aumentos de la oferta resultantes de muchos años de precios altos, por recientes súper cosechas de granos y por cierta manipulación del mercado petrolero.
El tercer rasgo de la nueva etapa global surge en parte de los dos anteriores y es que la gran mayoría de países emergentes también están en transición hacia un crecimiento menor, de entre 2 y 3 puntos anuales, cuya duración dependerá de las respuestas de políticas que dé cada país.
En este marco seguimos pensando que la Reserva Federal de los EEUU puede postergar todavía algunos meses el aumento de las tasas de interés porque, si bien el desempleo se acerca a su nivel friccional (5.1% en agosto), la inflación relevante está bien por debajo del 2% y dado que la corrección de los mercados fue muy violenta no es fácil que la FED corra el riesgo de aparecer como responsable de un nuevo derrape.
En este contexto es muy probable que el FMI recorte un par de décimas de punto su pronóstico de crecimiento de la economía mundial que se conocerá en octubre.
Lo que está ocurriendo en China merece algunos párrafos. Hay quienes, una vez más, anuncian un duro fin de ciclo para China y ven que la “devaluación” del yuan es un intento casi desesperado de volver a un crecimiento liderado por las exportaciones. En nuestra mirada no es así.
Cambio de modelo en China
El núcleo del problema de China no es tanto la explosión de una insostenible burbuja bursátil ni una “devaluación” cuya motivación central es dar pasos hacia una flotación más limpia del yuan que permita utilizarlo como moneda de reserva.
El núcleo problemático es lo mucho que le está costando al país cambiar desde un modelo basado en la inversión y la exportación, centrado en buena medida en mano de obra barata, a otro que requiere dar una mayor cabida el consumo.
Algunos pilares esenciales del cambio, por ejemplo los que tienen que ver con un desarrollo industrial basado en la innovación y la productividad, ya están en marcha. Son chinas la cuarta, quinta, séptima, octava y décima compañías de globales Internet medidas por su capitalización bursátil. El país está invirtiendo 2% del PIB en I+D y se propone llegar pronto al 2,8% de los EE.UU. Sus patentes, antes insignificantes, crecen desde el 2000 a la misma velocidad que las de Japón y Corea. La inversión de empresas chinas en el exterior ya es tan importante como la que recibe. Y, si bien es cierto que los servicios están.
Fuente: Mercado.