Tres minutos antes del silbato final, al término de una final espectacular contra Croacia, la gente ya había comenzado a festejar en las calles de París, Marsella, Lyon y Lille así como en Nancy, en el centro, en el norte, el sur y el oeste del país. Pero también en Londres, Nueva York o Bamako, los franceses festejaron -y seguirán haciéndolo seguramente durante toda la noche- el segundo título mundial de su historia.
En París, probablemente más de un millón de personas ocupan en este momento los emblemáticos Campos Elíseos. De memoria de periodista, nunca semejante multitud se dio cita en la más bella avenida del mundo para celebrar así. Es verdad, hace 20 años, cuando Francia obtuvo su primera estrella la alegría fue inmensa, la algarabía fue igual. Pero esta vez todo tiene mayor magnitud.
– ¿Alló? ¿La prefectura? ¿Me puede decir, por favor, el número exacto de gente que hay en los Campos Elíseos?
– Ninguna estimación por el momento. Pero tal vez le sirva saber que los organizadores nos aseguran que. ¡SOMOS CAMPEONES DEL MUNDO!
El júbilo -en efecto- consiguió ampararse hasta de los servicios más circunspectos de la república. Y es bien comprensible. Después de años de dolor, divisiones, sangre y terror, Francia festeja esta Copa del Mundo como un inesperado regalo de redención y de comunión nacional. Como hace 20 años, pero ahora con mucha más razón, esta selección joven, talentosa y multiétnica, recuerda a los franceses que un país solo es grande en la unión y la concordia, en la coexistencia y el respeto mutuo.
“Es delirante. Ninguno de nosotros se atreve a imaginar lo que está pasando en este momento en Francia. Somos un país que sufrió, donde se hicieron muchas amalgamas (entre terroristas islamistas y musulmanes). Nosotros estamos encantados de poder darle este orgullo a nuestro país jugando como ahora. Yo soy de origen marroquí, soy francés, amo mi país, amo mis dos países. Y es enorme darle esta alegría a todos mis compatriotas”.
El que habla así desde Moscú es Adil Rami, célebre defensor, seleccionado por Deschamps, pero que no jugó un solo minuto en Rusia. Campeón del mundo, como el resto de su equipo, Adil hizo bien en hacer pasar ese mensaje por televisión.
La seguridad
Pero la fiesta, que continuará mañana con la llegada de Les Bleus a París y su recorrido en autobús por los Campos Elíseos, no habrá sido igual para todos. El entusiasmo estuvo seguramente signado por una extrema preocupación para 110 mil policías y 44 mil bomberos que desde hace tres días se encuentran en estado de alerta roja para prevenir atentados o ataques terroristas. El despliegue comenzó anteayer, durante la fiesta nacional del 14 de julio, continuaron con las retransmisiones de la final en las 230 ciudades que organizaron “fans zones” para proyectar en pantalla gigante la final de la Copa.
Porque estos festejos se desarrollan en un contexto de amenaza terrorista de “alto” nivel, exactamente dos años después del atentado djihadista perpetrado el 14 de julio de 2016 en el paseo marítimo de Niza, que dejó un saldo de 86 muertos y 458 heridos.
Incidentes
Tampoco faltaron hoy los habituales desbordes de grupos de inadaptados “aguafiestas”, término utilizado por el alcalde de la ciudad de Lyon, en el centro del país para referirse a los incidentes que estallaron en el momento de la entrega de la Copa a la selección. La policía tuvo que lanzar gases lacrimógenos para contener una andanada de proyectiles rudimentarios.
Los festejos también fueron empañados en un suburbio del norte de París con algunos automóviles incendiados y varias vidrieras rotas. Pero donde las fuerzas del orden restablecieron la calma con rapidez.
El delirio también se apoderó, desde luego, de las redes sociales. Pero esa es otra historia. Baste repetir un solo mensaje, el del presidente francés, Emmanuel Macron, que hizo el viaje especialmente a Moscú para asistir a la final:
“MERCI !”, escribió en su cuenta Twitter. Así, todo con mayúsculas y sin necesidad de decir por qué.