Por qué tomar un jugo con sorbete en la playa puede ser tan dañino para el medioambiente? ¿Qué impacto tiene usar una cucharita solo tres segundos para probar un gusto de helado? Estas son algunas de las preguntas que motivan a muchos -y sobre todo a los más jóvenes- a sumarse a la lucha para frenar la contaminación que genera el mal uso del plástico.
Su elección no es casual. Vida Silvestre advierte que desde el 2000 se produjo la misma cantidad de plástico que en los últimos 50 años, y se estima que 8.000.000 de toneladas de este material se arrojan al mar anualmente. Además, explican que casi la mitad de todo el plástico producido se usa para crear productos de un solo uso o que tienen una vida útil menor a los tres años.
“Yo digo que esta es la Era del Plástico y que esa es la principal batalla por dar”, dice Máximo Mazzocco, integrante de la organización Eco House, un grupo de jóvenes voluntarios que creen “fervientemente” que “si todos hacemos pequeñas acciones individuales para prevenir los problemas macro, vamos a ayudar a solucionarlos”.
Esta preocupación mundial llevó a que esta semana se lance la campaña #boicotalplástico, un reto viral “para salvar el planeta” propuesto por Zero Waste España, bajo la consigna “Una semana sin plástico”, y que invita a los consumidores a evitar productos desechables de plástico de uso cotidiano desde hoy hasta el 9 de junio.
“Nos cuesta dejar de usar plástico porque es tan práctico, liviano y perfecto para guardar alimentos… que eso dificulta nuestra capacidad de darnos cuenta del verdadero impacto que tiene en nuestras vidas”, destaca Martina De Marco, quien a principios de 2018, emprendió su propia campaña, Limpiando el Mundo y brinda charlas en distintos puntos de América Latina, con la idea de incentivar cambios de hábitos hacia un modelo más amigable con el medioambiente.
Para Dafna Nudelman, especialista en sustentabilidad y activista por el consumo responsable, nos cuesta tomar conciencia porque “estamos desintegrados” del proceso que implica cada objeto. “No sabemos qué hay antes, detrás y después de un producto que llega a nuestras manos -advierte-. Esa distancia hace que naturalicemos que todo viene del supermercado”.
En esta línea de concientizar y también, actuar, también están aquellos que la clave está en volver a sentirse parte de la naturaleza, como Gastón Caminata, presidente voluntario de Big Human Wave, que en los talleres que dicta en escuelas, tiene ese objetivo. “Les contamos todo ese proceso desde que ese plástico se inicia y hasta como termina en nuestra propia cadena alimenticia y les damos el mejor consejo: ‘vivir simple'”, dice.
En ese proceso de lograr una trasformación colectiva, Clarisa Perullini, cofundadora de Maggacup (una empresa argentina que fabrica copas menstruales), hace hincapié en el desarrollo de la conciencia amorosa. “Hay que trabajar la empatía por el medioambiente y restablecer el registro de lo comunitario -señala- para que la toma de conciencia sea cada vez mayor y más efectiva”.
En el Día Mundial del Medioambiente, cinco propuestas concretas para incidir en el cambio e implementar en la vida cotidiana.
Evitar los sorbetes
Hay que salir de la cultura del descarte. Los plásticos de un solo uso y, en especial, los sorbetes son toneladas de basura que terminan en el mar y las playas. El verano anterior a la prohibición del uso de pajitas en Pinamar, cuando salía a dar un paseo con mi perro juntaba 500 en una vuelta, este año, ya con la restricción, en dos meses junté 100. Es muy importante el tema de la prohibición, porque eso concientizó, pero también hizo que la papelera no las venda, que el comercio no las dé. Se encontró una salida para un grave problema. En la urgencia ambiental que vivimos no hay tiempo para esperar a los cambios de hábitos y, aunque sí hay que seguir enseñando y mostrando lo que provoca el descarte de toneladas de plástico, se necesitan más leyes. En el país ya restringieron el uso de sorbetes y otros descartables Pinamar, Villa Gesell, Mar del Plata, Mar Chiquita y Ushuaia.”
Sí a los vasos térmicos y a los envases reutilizables
“Es importante dejar de consumir bebidas embotelladas descartables, primero porque están hechas de petróleo, un recurso finito y que tardó millones de años en formarse, solo para usar una vez y contaminar la tierra por cientos de años. No tiene sentido. Además, de todo el plástico que producimos solo se recicla el 13%, entonces no hay forma de asegurarnos de que nuestra botella se va a reciclar. La botella descartable no es necesaria. Es solo cuestión de costumbre y de conseguir que haya más agua filtrada gratuita en muchos puntos de las ciudades, así todos podemos cargar botellas reutilizables sin problema. Un buen ejemplo de esto es Antigua, en Guatemala, que tiene filtros gratuitos por todos lados, o las islas Galápagos, donde la venta de agua embotellada está prohibida”.
Usar copa menstrual
“Cuando dejamos de usar toallitas y tampones, y las reemplazamos por la copa menstrual, evitamos generar una gran cantidad de basura que no se biodegrada ni se puede reciclar. Otro de los beneficios es para el cuerpo, porque es de silicona hipoalergénica, no es dañina, además es reutilizable y puede usarse en un promedio de cinco años. No es casual que la copa que más se vende es la talle uno, que es para mujeres de hasta 35 años. Ellas son las que están poniendo un voto en estas transformaciones. Desde 2013, llevamos vendidas 70.000 unidades y logramos que no se utilicen unos 18.000.000 de toallitas y tampones en la Argentina. Hay que probar, explorar, y darnos una prioridad las mujeres en algo tan íntimo y sagrado como el sangrado menstrual. Para quienes no se animan, hay otras alternativas ecológicas como bombachas reusables y toallitas de tela lavables”.
Comprar a granel y usar más tuppers
“Hace un tiempo empecé a llevar mi tupper a todos lados y me di cuenta de que podía contagiar un poco el espíritu de mis prácticas de consumo consciente. Aunque parezca increíble, hay gente que usa descartables en su casa, lo usa para todo y, además, cubre toda la comida con film. Hay que volver al tupper con tapa para guardar los alimentos en la heladera. Además, buscar uno liviano y cómodo que pueda llevarse en la cartera y otro para dejar en la oficina. También hay que llevar envases cuando se van a comprar productos sueltos en granel a las dietéticas, se pueden hacer bolsas reutilizables para alimentos con telas en desuso. Lo que necesitamos entender es que con cada cosa que descartamos -plásticos y otros materiales-estamos haciendo un uso ineficiente de recursos, no importa si es reciclable. Para reciclar se necesitan energía, agua, mucho trabajo y muchas emisiones de carbono para trasladar las cosas de un lugar a otro. Reciclar es un buen lugar para empezar, pero un muy mal lugar para termina”.
No a las bolsas ni a los embalajes
“Las bolsas siguen teniendo un impacto medioambiental enorme. Esta semana fui a cuatro verdulerías y en todas con cada fruta o verdura que pedía, si no era por mi negativa, intentaban embolsarla. Ni hablar en los supermercados. También pasa en los puestos de flores, en kioscos o farmacias. Por eso, además de salir con la bolsa de tela, hay que entender el impacto que tienen esas otras bolsas que pasan un minuto por nuestras manos y tiramos: van a seguir existiendo por seis o siete generaciones, se descomponen en microplásticos que son imposibles de recuperar y afectan a toda la cadena trófica. ¡Hasta el fitoplancton tiene residuos plásticos! Luego pasa a los peces, que lo comen y termina, llegando a nuestra mesa. El problema no es del plástico, sino del mal uso que le estamos dando. Es necesario solo para algunos productos. Está en nosotros decir no”.
Fuente: La Nación