Un repaso a épocas doradas del pasado fue al que nos condujo Francisco “Nené” Cabeza, el invitado que formó parte de la 147ª edición de IngenieroWhite.Com, en el aire de La Brújula 24. Las noches de cantina, las comidas, las celebridades, el puerto y el ferrocarril fueron los pilares de una charla plagada de recuerdos y emociones.
“Si bien nací en Hinojo, partido de Olavarría, cuando tenía un año ya estábamos en Bahía Blanca porque a mi padre, que era ferroviario, lo trasladaron para acá”, apuntó.
–¿Cómo empezó el vínculo con Ingeniero White?
–Yo era muy joven, 18/20 años, cuando empezaron a abrir las primeras cantinas en White, empezando por Miguelito, ubicada en Siches al 4000, muy cerca del ex-cine Monumental, donde ahora funciona La Siempre Verde. Como yo era amigo de Tulio, empezó a surgir el tema de abrir su propia cantina frente al correo, donde funcionaba la vinería de los hermano Di Meglio. Empezamos en dos piezas de 5×5 y nos terminó quedando chico.
“En esos tiempos, el cocinero era Humberto Espósito, quien cocinaba pescado muy bien luego de haber aprendido en los bomberos. Tenía 4/5 platos exquisitos, como el tuco de chupín, las albóndigas, pulpetas y los músculos a la provenzal. La gente venía porque se comía muy bien y a precios muy módicos”, señaló.
–¿Qué función le tocaba cumplir en el medio de tanto despliegue?
–Yo cooperaba en todo, cantaba, pero me tiraba la cocina. Humberto me nombró ayudante de él y ahí empezó todo. Luego de un desafortunado episodio con una de sus hermanas, Tulio estaba dispuesto a cerrar la cantina, hasta que surgió la posibilidad de ocupar el lugar donde funcionaba el cine Jockey Club. Incluso, como el nombre Tulio ya estaba registrado por los Di Meglio en La Plata, hubo que cambiarle el nombre y ahí se me ocurrió a mí ponerle “Il Vero”, que quiere decir el verdadero, junto a una foto de Tulio. Fue un éxito atrás de otro éxito.
“Venían jueces, abogados, artistas, todo tipo de celebridades. Los lunes había que reservar la mesa para el sábado siguiente porque no había lugar. Recuerdo en una oportunidad la visita de las hermanas Legrand, Mirtha acompañada por Tinayre, en el año ’65, donde llegué a cantar un tango de Buenos Aires a pedido de ella”, destacó Nené.
–¿Qué tan lejos estamos ahora de aquellos tiempos dorados?
–Voy a White, no muy seguido, y me emociona mucho encontrarme con gente de mi edad. He pasado gratos momentos de mi vida. No es el White de los ’60, pero está muy lindo. Aunque, claro, las cantinas no existen como antes.
RECUERDOS Y EMOCIONES
Tulio Angelozzi. “Siempre cantaba Garufa, Muñeca Brava y repertorios cercanos a Gardel. Un bohemio y un gran amigo. Terminamos trabajando juntos en las cantinitas del puerto”.
Miguelito. “En el año ’58, los italianos jugaban a la pasarella y tomaban cerveza hasta que un día probaron unos músculos a la provenzal y ahí empezó todo. Miguelito era un petiso, con una joroba que lo hizo sufrir mucho. Incluso, cuando ya estaba en cama, hizo tirar abajo una de las paredes de su pieza para poder ver a la gente que venía a comer. Falleció en 1965 y luego de ser velado en la misma cantina, la gente dejó de venir. Se vino abajo todo”.
Otras cantinas. “La Royal, que ahora reabrió, la tenía Tito Pérez; Antonelli y Capomassi tenían el Bar Unión; donde ahora está La Fraternidad, estaban los hermanos Fontán, donde llegaron a tocar Los Quilla Huasi; La Boca, estaba en la sede del Somu; y otra cantina exitosa fue la Zingarella, en Guillermo Torres, que trajo innovaciones de La Boca, en Buenos Aires. Había que poner candado para que no entrara más gente”.
El ferrocarril. “Fui 38 años maquinista, previo foguista y ayudante. A 3 años de jubilarme, pedí una vacante en Mar del Plata donde tuve la desgracia de perder a mi señora y me volví. Ahora vivo solo en el barrio Mapuche y 3 cuadras tengo a mis nietos que me vienen a visitar siempre”.
ANECDOTAS PARA ARCHIVAR
A los baldazos. “Con Etelvina, una de las hermanas de Tulio, abrimos la parte de arriba de Il Vero, donde solían venir a comer aquellos que andaban haciendo alguna trampa. El único problema era que no teníamos agua y entonces nos arreglábamos con un fuentón grande. Siempre les decía a mis ayudantes, que el agua la tiraran al terreno lindante, pensando que iba a correr por el techo. Hasta que una noche se le quejaron a Tulio porque estábamos mojando todo el local del cabaret de al lado”.
Bien de entrecasa. “Como el padre de Miguelito andaba siempre así no más, él no quería que las celebridades que venían a comer lo vieran. Hasta que un día vino el comandante del 5º Cuerpo de Ejército, quien mientras observaba la vinoteca de Miguelito se topó con el Pelado, como le decíamos. Un encuentro nada agradable para Miguelito”.