Aunque en el museo creemos saber unas cuantas cosas, hay una que ignoramos casi por completo: en este lugar nunca se sabe quién va a venir de visita. No es que no conozcamos a los que arriman hasta este confín. Ahí están los estudios de público para ayudarnos con su sociología. Pero una es la persona que llega hasta la puerta del museo y otra la que pasa a través de ella.
En alguna medida, cada visitante nace sobre la marcha, es hijo del propio trajín de la visita. Lo que pasa en ese tránsito resulta siempre un poco incierto y la Noche de los Museos puede verse como un experimento a cielo abierto en torno a esa incógnita.
El sábado Ferrowhite se convirtió en posta de una multitud peregrina. Hubo gente que deambuló en tropel, picó unas rabas y siguió su ruta. Pájaro que comió voló. Pero tampoco faltaron quienes se tomaron su tiempo para plantar una semilla o pasar la manigueta por el shablon de serigrafía, para entrar en trance delante de las ventanas que esculpe Juan Rey o ponerle alas a una de las gaviotas que pare a repetición la minerva troqueladora.
La Noche de los Museos es también la noche de los que se estiran serenos sobre la gramilla. ¿Qué es el museo sino un garante de nuestro derecho a la curiosidad, a la sorpresa y a la demora? Con su agite hasta cualquier hora, la Noche de los Museos parece confirmar que nunca es tarde para poner un pie acá y convertirte en un enigma.
Dicho esto, van los créditos finales de esta película que, como corresponde a una superproducción, son extensísimos: A Sole, Adriana, Manu, Analía, Lucía, Vero, Susana, Fernanda, Cintia, Darío, Titi, Romina, Cocó, Caro, Herminio y la Negrita, que nos hacen sentir de la familia; a Betty y Graciela, nuestras serigrafistas; a Diego, Fernando y Claudio, los parrilleros; a Gaby del Hospitalito, a Belén del INTA; a las feriantes empoderadas del Bule y el Saladero; a Claudio Conte y al Mago Galo; a Juan y Juan Pablo por su locura hermosa; a Silvia, Carlos, Agustín, Ana, Yesica, Pol, Guille, Cami, Rodolfo, Cachito, Zulema y Sabrina, por bancar otra vez la parada; a todas, todos y cada une, gracias.