Alberto Fernández hizo un sondeo concreto para que Florencio Randazzo se incorpore al Gabinete de un eventual gobierno del Frente de Todos. La oferta fue para que ocupe un lugar estratégico: el Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Randazzo evalúa la situación. Pero la decisión de Alberto de tentarlo fue un mensaje político concreto al “círculo rojo”: el candidato peronista piensa armar un Gabinete de “peso pesados” y de figuras con experiencia para manejar la crítica situación que lo espera.
Estaría decidido que Guillermo Nielsen tendría la tarea clave de renegociar el acuerdo con el FMI y los bonistas. Martín Redrado también mantiene un fluido diálogo con Fernández. El candidato le habría hecho llegar una propuesta importante a Miguel Peirano: el economista ocuparía un lugar clave, pero no ministerial.
La decisión de buscar “peso pesados” obedece a un diagnóstico político preciso: la gravedad de la situación económica. Los problemas son “homéricos” tanto en el frente externo, como el interno de la Argentina. Entre los íntimos de Alberto F. circula un “paper” que dice: “No sabemos si en diciembre va a haber plata para pagar los sueldos”. Fernández igual pone paños fríos: “Primero ganemos. Y en octubre recién, hablamos de Gabinete”. Algunos economistas expectantes -por ahora- quedaron rezagados: malhumoró al candidato que Emmanuel Alvarez Agis mantenga charlas “profesionales” con inversores y que se comporte como un futuro ministro.
Argentina -además- tiene un frente externo con alta volatilidad y que condicionará el dólar, los precios y los salarios. Se requiere habilidad y mucho profesionalismo para evitar que el país coquetee otra vez con una hiperinflación.
La primera tarea que tendría Alberto sería recomponer la relación con los Estados Unidos. La Casa Blanca tiene innumerables interrogantes sobre un gobierno del Frente de Todos. No por Fernández, sino por la vuelta de Cristina. Un informe confidencial del JP Morgan sostiene que Donald Trump exigirá compromisos políticos concretos antes de abrirle la mano a Fernández. Los ataques de Jair Bolsonaro al candidato traducen la agresividad de los duros en Washington y la desconfianza de la Casa Blanca.
Fue el propio Tesoro de EE.UU. que le bajó el pulgar al desembolso del FMI. Como anticipó Clarín, Washington sólo está dispuesto a girar los US$ 5.400 millones si el nuevo presidente acuerda compromisos políticos concretos.
La Casa Blanca exigirá tres cuestiones: autorización para que la CIA opere en la Triple Frontera; intervención de la DEA en Argentina y una condena concreta y explícita a Venezuela. También el FMI ahora duda de la Casa Rosada. El incumplimiento del acuerdo generó resentimiento en Alejandro Werner y Roberto Cardarelli. Ambos quedaron cuestionados en el Fondo por no advertir técnicamente los masivos incumplimientos del acuerdo. Ahora se fortalecieron los duros del directorio del organismo. Guido Sandleris -esta semana- le dio partida de defunción pública al stand-by: descongeló la única meta que quedaba, al eliminar la base monetaria cero.
El acuerdo con el FMI reflejó otro fracaso y error gravísimo del BCRA: pensar que en la Argentina la inflación se produce sólo por un efecto monetario. Esa tesis sostuvo la Casa Rosada desde el inicio del mandato y provocó dos cosas: una recesión colosal y la duplicación de la inflación. También sería infantil creer que solo un “acuerdo de precios” -como propone la oposición- solucionará la inflación. Un convenio así puede aplacar un tiempo las cosas, pero termina mal si no hay atrás un programa sólido, monetario, fiscal y de crecimiento.
Alberto F. -en caso de ganar- tendría decidida una jugada bien parecida a un salvataje: le exigiría un paquete de 10 duras decisiones económicas a Macri. Todas tienen un alto voltaje y también su aplicación un alto costo político. El plan busca no ser él quien cargue con el costo de una corrección brutal sobre la economía. La iniciativa enfrenta un problema: el Presidente dará batalla y quiere entrar en el balotaje.
Así lo expuso en una durísima y hermética reunión de campaña. Fue a comienzos de la semana y en ese encuentro hubo para todos. Miguel Pichetto arrancó fuerte: “El que no esté confiado de dar vuelta la votación, que se quede en su casa”. Alguien vio allí un dardo contra María Eugenia Vidal, a raíz de los contactos que gente de la gobernadora estaría manteniendo con allegados a Axel Kicillof. Internas, de esas que nunca faltan.
Lo cierto, en cualquier caso, es que Pichetto se ha convertido en una figura relevante dentro del team oficialista. Hasta se dice que Macri lamenta no haberlo convocado antes.
Durante el encuentro, el candidato a vice también disparó munición contra el manejo oficial de los planes sociales. Así lo dijo: “Les damos la plata para que la usen los enemigos electorales que trabajan para Alberto”. El gobernador Gerardo Morales acompañó las críticas. Los radicales también cuestionaron el descongelamiento de las naftas. Miguel Gutiérrez, de YPF, le había advertido de los problemas a Macri. Dijo que el congelamiento ponía en jaque toda la política petrolera.
Pero fue Gustavo Lopetegui quien impuso su opinión a favor de las compañías. Utilizó este argumento frente al Presidente: “Estamos destruyendo una de las pocas cosas que hicimos bien”.
Fuente: Clarín