La Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (Ciadi) y la Fundación ProTejer informan que en la composición del precio final que abona el consumidor por una prenda de marca en un shopping o en una calle comercial, un 55 por ciento está relacionado con gastos que abona el cliente y que no remuneran a ningún eslabón de la cadena de valor. Ese porcentaje se destina al pago de impuestos (25,5 por ciento), gastos financieros relacionados al uso de tarjetas de crédito y débito y promociones bancarias afrontadas por las empresas (15 por ciento) y gastos inmobiliarios por alquileres (14,9 por ciento). Los impuestos se componen de IVA, Ganancias, Ingresos Brutos e Impuesto a los Débitos y Créditos bancarios.
Casi un 15 por ciento del ticket se destina a los costos generados por el alquiler de los locales, que incluyen un fondo de publicidad obligatorio en shoppings o calles comerciales, así como el pago de la llave del negocio, el aporte inicial de publicidad adicional al gasto mensual y la comisión inmobiliaria por el total del contrato de alquiler.
El costo financiero representa casi otro 15 por ciento del precio final de la ropa por el uso de tarjetas de crédito o débito y las promociones bancarias, según la Ciadi. Además de los costos mensuales por el alquiler en comodato del lector de tarjetas se debe sumar el arancel por el uso de tarjetas de crédito y débito y el costo por la aceleración de pagos realizados en cuotas. En este último caso, la entidad financiera le adelanta el monto del pago, previa aplicación de una tasa de aceleración de entre 45 y 55 por ciento anual en función de las cuotas, informa la Ciadi.
Entonces, una vez contemplados los costos ajenos a la cadena de valor, se debe tener en cuenta al 45 por ciento restante asociado a la fabricación del artículo, el diseño y el marketing, la comercialización y la distribución y, por último, la rentabilidad de la compañía de indumentaria. Dentro de los costos de fabricación –que son del 20 por ciento– se incluyen los procesos relacionados a la producción de la cadena textil, dicen.
Luego, el 15 por ciento responde a la comercialización y distribución, que contempla tanto los costos relacionados a la fuerza de venta y la logística. De esta manera, el margen de ganancia para la empresa que vende la prenda es de un 5 por ciento sobre el precio final, según la cámara. En indumentaria y calzado juega también el valor simbólico de marca que se lleva una alta participación.
“La Argentina tiene problemas estructurales en su economía que hacen que todos los productos industriales sean caros. Pero además hay una distorsión que amplifica el costo de producción para llegar al mostrador”, opina Jorge Sorabilla, presidente de la Fundación ProTejer.
Gabriel “Gabo” Nazar, dueño de la marca Cardón, se queja de la matriz tributaria y detalla que en el costo de una prenda el componente fiscal representa un 40 por ciento, entre el 21 por ciento de IVA, 5 por ciento de Ingresos Brutos e impuestos derivados de costos laborales, financieros, locativos y logísticos. “Hay algunos que no se replican, como el IVA, pero Ingresos Brutos pasa por dos a tres manos”, dice. “Un jean a 100 dólares es caro, pero 40 son impuestos”, sentencia.
Una vez atravesados todos los costos desde su elaboración hasta el momento de venta –proveeduría de hilado, tejeduría, confección y retailer–, el margen de rentabilidad para la marca es de entre un 5 y un 10 por ciento en condiciones óptimas, explica Nazar. “Ahora estamos en una situación de déficit, el sector formal no tiene rentabilidad y busca reestructurar su cadena de valor y de costos”, señala. Cardón debió salir de otros negocios este año, como la cadena de empanadas El Noble, para hacer frente a su delicada situación financiera producto de la caída del sector textil.
Más allá de la carga impositiva, hay otros eslabones que involucran al retail: “El índice principal es el costo locativo. Sea a la calle o en un shopping, entre un 10 y un 20 por ciento sobre el precio de venta corresponde al alquiler”, señala el dueño de Cardón. Y, a su juicio, el negocio de las inmobiliarias está altamente concentrado: “Las condiciones las ponen los operadores. Las tasas de retorno oscilan entre 10 y 15 por ciento debido a la incertidumbre del mercado”.
Para Nazar, la fabricación también tiene distorsiones por un costo laboral alto. “Un empleado de comercio cuesta $ 400.000 por año, incluyendo cargas sociales, ART, sindicato, entre otros”, aunque considera que se debe encontrar una forma de reducir los impuestos que paga el empleador para no afectar al monto de bolsillo que cobra el empleado, ya que se necesita dinero para reactivar el consumo.
Fuente: El Cronista