El país asiste a esta problemática en dos frentes: el movimiento de cargas intra-Mercosur y el transporte de las commodities hacia puertos de ultramar. En ambos frentes estamos out.
Los buques de bandera argentina no tienen presencia significativa en el trasporte ultramarino o sea que nada o casi nada de los US$ 5000 millones que se generan por ese tipo de fletes pasan por la Argentina. Revertir el proceso será materia de muchos años de trabajo debido a las grandes diferencias entre nuestros armadores y los armadores internacionales que hoy prestan casi la totalidad del servicio a las exportaciones.
No somos un país de paso y estando en el extremo geográfico de una cadena productiva el país debería tener una participación más significativa en el transporte marítimo mundial. La Argentina debe comenzar a transitar un arduo camino para tratar de captar parte del negocio naviero o aceptar continuar desperdiciando esa gran fuente de producción de divisas, bienestar y orgullo que se asocian con ser un país marítimo con presencia en el contexto mundial.
Llevó varias décadas llegar a la presente situación y si nos ubicamos en la curva que representa la involución de la marina mercante argentina veremos que nos encontramos en el punto más bajo. O sea, casi no hay posibilidades de estar peor que ahora. Se plantean entonces dos opciones: crecer o continuar estancados en el nivel más bajo de la historia.
Haciendo una categorización personal y caprichosa podríamos decir que en el mundo hay cinco categorías de buques en cuanto a la tecnología utilizada y al profesionalismo del personal embarcado. Del conjunto de buques extranjeros, los que normalmente son destinados para operar en nuestras aguas, serían los de segunda y tercera categoría. Ahora bien, la brecha tecnológica que hay entre esos buques y la realidad armatorial argentina es tan significativa que llevará muchos años insertar a nuestro país en ese segundo o tercer nivel. Claro que se puede tomar el atajo de tener una marina mercante lo suficientemente subvencionada por el Estado como para generar una presencia en aguas internacionales, pero ello distaría mucho de tener una marina mercante realmente competitiva. La eficiencia no se adquiere de la noche a la mañana, como si se tratara de incorporar un activo. Es necesario desarrollar una cultura marítima nacional que abarque lo armatorial, que permita el mejoramiento continuo de nuestros marinos y también la incorporación de tecnología.
El otro frente al que hicimos referencia está en el movimiento de carga intra-Mercosur. Los buques y barcazas de bandera argentina están casi extinguidos en la hidrovía, mayoritariamente migraron hacia las banderas paraguaya y boliviana, y quedó un remanente de 2% en nuestra bandera. Una condición que a la Argentina le llevará muchos años revertir, a pesar de las promesas alentadoras que pudieran surgir. El tiempo para reinsertar a la Argentina en el movimiento de cargas intra-Mercosur será inevitablemente extenso.
Mientras nuestro país firmaba los acuerdos del Mercosur los ciclos de degradación de la actividad naviera fluvial argentina se fueron dando internamente. Simultáneamente, nuestros socios del Mercosur supieron absorber las unidades fluviales a medida que se iban yendo de la bandera argentina. Como están planteadas las cosas parecería que el único camino que nos queda para recuperar la flota fluvial es ofrecer condiciones cuanto menos equivalentes a las de nuestros competidores. Ello implica renunciar a la obtención de grandes dividendos impositivos y reducir los costos operativos que impone la Argentina al transporte fluvial, ya que sobrecontrolar una actividad inexistente o casi nula es irrelevante.
Hasta hoy se presentaron al menos dos proyectos de ley en relación con la reactivación del sector: uno del diputado Martínez Campos y otro del diputado Harispe.
Hay expectativas que en un nuevo orden institucional, las Cámaras se expidan al respecto y se vea cual sería el proyecto mas beneficioso, sino surge otra alternativa desde el bloque Cambiemos o desde el massismo. En todo caso, varios de los tecnicismos planteados por los proyectos existentes deberían ser debatidos y analizados en profundidad; incluyendo la postura de la Argentina respecto del Mercosur en lo relativo al transporte fluvial.
Sea cual fuere la herramienta legal a la que se llegue, la misma tendrá una importante influencia en la deteriorada situación que está afectando a decenas de miles de puestos de trabajo. Resulta clave tener en cuenta que esa herramienta será de utilidad solamente si se logra un consenso entre las distintos poderes que accionan diariamente en el quehacer marítimo y fluvial, alivianando suficientemente las trabas que se aplican al sector desde hace años.
Fuente: Diario La Nación