De espaldas a la Asamblea Legislativa y frente a una multitud enfervorizada agolpada en la Plaza de Congreso, Javier Milei trazó en su primer mensaje como presidente undiagnóstico demoledor sobre la herencia económica y social recibida de la gestión de su antecesor Alberto Fernández al tiempo que aseveró que, para superar esta etapa –a la que calificó de “decadencia” y “declive”-, “no hay otra alternativa al ajuste y al shock”. Sin embargo, en su discurso el flamante presidente evitó precisar qué medidas económicas instrumentará su gobierno en esta primera etapa.
“Ningún gobierno ha recibido una herencia peor que la que estamos recibiendo nosotros”, sentenció el ahora primer mandatario. “Esa es la herencia que nos dejan,una inflación plantada del 15.000% anual que vamos a luchar con uñas y dientes para erradicarla”, enfatizó.
El primer mandatario adelantó que las primeras medidas que adoptará su gobierno “impactará de modo negativo sobre la actividad, el empleo, la cantidad de pobres e indigentes”. “Habrá estanflación, pero no es algo muy distinto a los últimos 12 años. Este es el último mal trago para comenzar la reconstrucción de la Argentina”.
En al menos tres oportunidades, el nuevo presidente remarcó en su discurso –que se prolongó por media hora- que no hay otra alternativa que el ajuste del gasto público para combatir el déficit fiscal. “No hay plata”, machacó. Aclaró, no obstante, que esta poda recaerá principalmente “sobre el Estado, no sobre el sector privado”, lo que desató una ovación entre los manifestantes.
“No existe solución donde se evite atacar el déficit fiscal. De los 15 puntos de déficit, 5 corresponden al Tesoro Nacional. La solución implica un ajuste fiscal en el sector público fiscal, que caerá sobre el Estado y no sobre el sector privado”, subrayó.
Con el mismo tono severo, Milei embistió contra la política de emisión monetaria que ejecutó el anterior gobierno, a su juicio causante de haber colocado al país “al borde de la inflación”. “Dado que la política monetaria actúa con un rezago que oscila entre 18 a 24 meses, aun cuando hoy dejemos de emitir dinero, seguiremos pagando los costos del desmadre monetario del gobierno saliente -enfatizó-. Haber emitido por 20 puntos del PBI como se hizo en el gobierno saliente no es gratis. Lo vamos a pagar en inflación”.
“Nos han arruinado la vida y nos han hecho caer por diez veces nuestros salarios. Por lo tanto tampoco nos debería sorprender que nos estén dejando 45% de pobres y 10% de indigentes”, reprochó.
En este sentido, el primer mandatario fustigó las políticas de seguridad y de educación emprendidas por la anterior gestión. “Si se levantara Sarmiento y viera que hicieron con la educación”, se quejó Milei al enfatizar que solo “16 de cada 100 chicos terminan el colegio en tiempo y forma”.
Fue dramático cuando describió el cuadro de situación en materia de seguridad. “Argentina se ha convertido en un baño de sangre -advirtió-. Los delincuentes caminan libres, mientras los argentinos de bien se encierran tras las rejas. El narcotráfico se apoderó lentamente de nuestras calles, a punto tal que una de las ciudades más importantes de nuestro país ha sido secuestrada por los narcos y la violencia”. Y remató: “Se acabó con el siga-siga de los delincuentes”.
Parecía un discurso de campaña. A pocos metros suyo, su hermana Karina -quien tuvo un rol protagónico a lo largo de la jornada- se mostró erguida junto a los mandatarios extranjeros que, apostados bajo los rayos del sol, viajaron especialmente para asistir a la asunción del nuevo presidente argentino. Allí se lo vio al rey Felipe VI de España; el uruguayo Luis Lacalle Pou y el chileno Gabriel Boric y el ucraniano Volodímir Zelensky. El expresidente brasileño Jair Bolsonaro -admirador de Milei- también ocupó un lugar preferencial.
Aunque no dio precisiones sobre las medidas a instrumentar en el corto plazo, Milei buscó que su primer discurso tuviera un carácter fundacional. Reivindicó como uno de los mejores presidentes de la historia a Julio Argentino Roca -figura denostada por el kirchnerismo-, planteó “nuevo contrato social” y la inauguración de una “nueva era en la Argentina”, promovida por la “contundente voluntad de cambio” expresada por los argentinos en las urnas.
“Este nuevo contrato social nos propone un país distinto, un país en el que el Estado no dirija nuestras vidas, sino que vele por nuestros derechos, un país en el que el que las hace, las paga”, enfatizó. “Un país en el que el que corta las calles, violando los derechos de sus conciudadanos, no recibe la asistencia de la sociedad. En otros términos, el que corta no cobra”, exclamó.
Fervor y silencio
El flamante presidente inauguró su mandato tras recibir los atributos del mando de parte del presidente saliente. A su lado, la ahora vicepresidenta Cristina Kirchner –quien había hecho su ingreso al Congreso con un polémico gesto tras recibir insultos de manifestantes libertarios- mantuvo su rostro adusto a lo largo de la ceremonia. Todo un contraste frente a la algarabía en las galerías del recinto, colmadas de simpatizantes libertarios, desde donde brotó una ovación al grito de “libertad, libertad” cuando Milei empuñó el bastón presidencial. Los aplausos se propagaron por todas las bancadas salvo en la de Unión por la Patria, sumidos en un silencio casi mortuorio.
Tras un fugaz saludo a la Asamblea Legislativa, Milei dio media vuelta y se encaminó hacia las escalinatas del Palacio para dirigirse ante la multitud. En el recinto, los legisladores de Unión por la Patria partieron raudamente; los diputados y senadores de Juntos por el Cambio, descolocados, no sabían qué actitud tomar: finalmente decidieron partir. Los únicos que permanecieron en el recinto, con los puños en alto, fueron los representantes libertarios.
En la calle, mientras tanto, una multitud fervorosa vitoreaba al presidente electo. Como en campaña, Milei utilizó un tono rugiente para embestir contra la dirigencia política, responsable, a su juicio, de haber dejado al país “al borde de la crisis más profunda de nuestra historia” por haber hecho de su lema ”el Estado presente” una excusa para beneficiarse a partir de un aumento “descomunal” del gasto público.
“Vamos a tomar todas las decisiones necesarias para arreglar el problema que causaron cien años de despilfarro de la clase política aún cuando el principio sea duro”, machacó. “Cada uno de ellos tendrá que hacerse cargo de su propia responsabilidad, no es tarea mía señalarlos” dijo, aunque a renglón seguido le dio la bienvenida a todos aquellos dirigentes que estén dispuestos a acompañar las reformas estructurales que planea instrumentar.
“No venimos a perseguir a nadie, no venimos a saldar viejas vendettas o discutir espacios de poder, nuestro proyecto no es un proyecto de poder, es un proyecto de país. No pedimos acompañamiento ciego, pero no vamos a tolerar que la hipocresía interfiera con el cambio que los argentinos elegimos. A todos aquellos dirigentes políticos, sindicales y empresariales que quieran sumarse a la nueva Argentina los recibimos con los brazos abiertos”, enfatizó.
Sobre el final, el primer mandatario buscó llevar entusiasmo frente al desafío a encarar, al que calificó de “titánico”. “Vamos a salir adelante. Será difícil, pero lo vamos a lograr”, arengó.
“Aquellos que quieren utilizar la violencia o la extorsión para obstruir el cambio se van a encontrar con un presidente de convicciones inamovibles que utiliza todos los resortes del Estado para avanzar en los cambios que el país necesita. No vamos a claudicar, no vamos a retroceder, no nos vamos a rendir. Vamos a avanzar con los cambios que el país necesita”, exclamó.
Fuente: Laura Serra para LA NACION.