Enrique Spinelli, investigador independiente del CONICET que dirige el proyecto, explicó que “nos dedicamos a la instrumentación biomédica. Trabajamos en el registro y procesamiento de los biopotenciales, que son las señales eléctricas que se generan y propagan en el cuerpo, a través de dispositivos cada vez más precisos y eficaces pero también menos invasivos”.
“Durante un electrocardiograma o un electroencefalograma, los electrodos que nos colocan captan esas ondas. Antes, para conseguir un buen registro, se solía pinchar o lijar la piel; hoy tenemos el desafío de lograr que funcionen con igual calidad pero con un mínimo contacto o inclusive a través de una prenda de vestir, evitando el toque con el metal y la necesidad de utilizar gel o pastas conductoras”, añade sobre el trabajo que se lleva adelante en el Instituto de Investigaciones en Electrónica, Control y Procesamiento de Señales (LEICI, CONICET-UNLP).
Dentro de esta línea de investigación, cada uno de los integrantes del equipo, se enfoca en el estudio de distintas tecnologías, con la intención de lograr combinarlas entre sí. La más avanzada en su desarrollo es la que trabaja Marcelo Haberman, basada en señales de electromiograma, es decir, enviadas por los músculos.
“En ciertas enfermedades neurodegenerativas, los residuos de control muscular voluntario quedan en el rostro. Esta estrategia detecta una mínima contracción y la utiliza para efectuar alguna operación en la computadora, como escribir en la pantalla o activar una alarma, por ejemplo”, señala el experto.
Para demostrar el procedimiento, se aplica un sensor a la mejilla y realiza un gesto parecido a una sonrisa, provocando la contracción de un pequeño músculo llamado cigomático. Ese movimiento es captado por el artefacto, que a la computadora se le presenta como si fuera un mouse, y por ende es leído como un click en alguna de las opciones que se ofrecen, consistentes en diferentes conjuntos de letras que el cursor va recorriendo de a uno. Para escribir una frase, entonces, el usuario sonríe cuando queda señalado el conjunto que contiene la letra que necesita, y repite a medida que se van formando las palabras deseadas.
Otro de los desarrollos tiene que ver con una interfaz cerebro-computadora y está en manos de Pablo García. El sistema trabaja a partir de señales de electroencefalograma, pensando en casos en que no haya impulsos nerviosos que lleguen al músculo para dar la orden de mover alguna parte del cuerpo. “Es la circunstancia más extrema; cuando por una enfermedad o accidente se interrumpió el camino que lleva a ejecutar una acción, y entonces es necesario captar las ondas directamente de donde se producen, en la corteza cerebral”, describió.
Federico Guerrero, otro de los integrantes, trabaja para aumentar la selectividad de los electrodos. “Por ejemplo en el antebrazo hay varios músculos que mueven los dedos, y están muy cerca entre sí. Al producirse la señal y viajar hasta la superficie de la piel, se puede mezclar con otros estímulos, por eso nos interesa identificar específicamente cuál es la que estamos midiendo”, detalló.
Se trata de “jugar con la posición y la geometría de los artefactos”, según sus palabras, modificando la cantidad de puntos de contactos y disminuyendo el área, desde la tradicional placa circular hasta llegar a un pequeño palito, se consigue un mejor resultado en la detección del músculo activo, a la vez que es mucho más efectivo a la hora de reducir las interferencias.