Las verduras llegan desde las quintas del Sauce Chico en una furgoneta destartalada. Cerramos pedidos los martes. Entregamos los jueves. Hay semanas en que repartimos casi 50 bolsas, pero este fin de mes, fueron menos de veinte.
Es que, aunque el precio de la compra en común conviene, hay veces que igual no se puede. No sólo porque para muchos, incluso cuando hay un sueldo, la plata no alcanza. Tampoco alcanzan el tiempo y las ganas para juntarse, para venir a buscar la bolsa que se encargó, cada vez más agotados de sostener la vida en el sentido más elemental del término. Por mucho que se sonría para la foto, la procesión va por dentro.
El jueves armamos una ronda de mate para charlar sobre estos temas. ¿Qué verduras gustan más? ¿Cómo hacer para que rindan mejor? ¿Cuál es la relación óptima entre cantidad, variedad y precio? ¿Armamos una bolsa chica y otra grande? ¿Se podrían sumar huevos a las entregas? Son preguntas concretas que esconden otras, difíciles de plantear, en la medida en que no tienen respuesta. ¿Cuánto se puede seguir así? ¿Por dónde se sale? ¿Cómo porfiarle un mañana mejor a este presente amarrete?