Desde hace años, los barcos de esta flota yacen, desmantelados, a un costado de la usina. En ellos trabajaron amigos de este museo como el querido Roberto Bocha Conte.
Aunque mejorar el estado de esta cabina va a llevar su tiempo, tenerla en el museo representa la oportunidad de acercarnos a esa historia que comenzó a escribir en el barro el plantel marítimo del Ferrocarril Sud.
Gracias a la Asociación de Amigos del Castillo, y en particular a su vicepresidente Arturo Hosch, por hacer posible este traslado que concreta las gestiones iniciadas allá por 2013.