La Comisión de Comercio Internacional norteamericana (Usitc, por sus siglas en inglés) concluyó ayer que las importaciones de biodiesel desde Argentina, y de Indonesia, perjudicaron a los industriales de ese rubro estadounidenses, al gozar de subsidios en sus respectivos países, por lo que fijó la imposición de aranceles por los próximos 5 años.
De esta manera, ese organismo (que funciona de manera independiente dentro de la administración norteamericana) cerró la investigación quqe había iniciado en marzo pasado ante la presentación de la industria del biodiesel norteamericano (NBB, por sus siglas en inglés).
En la práctica, las ventas argentinas de biodiesel a EE.UU. están vedadas desde agosto pasado, cuando el Departamento de Comercio norteamericano resolvió aplicar aranceles de hasta 64% (que elevó a 72% el mes pasado) al combustible verde argentino, por considerar que el sector se encuentra subsidiado por el diferencial que goza el biodiesel (0%) en el esquema de retenciones a la exportación con la soja sin procesar (35%).
A ese arancel, que dejó afuera del mercado norteamericano al biodiesel argentino, cuyas ventas a ese país habían llegado a más de 1,6 millón de toneladas en 2016, se sumó otro derecho de importación en octubre pasado, también aplicado por la oficina que comanda Wilmur Ross, esa vez por considerar que el producto ingresaba con precios menores a los de producción (dumping). Con ambos arancales, la penalidad para el biodiesel local se elevó a más de 120%, por lo que resultó inviable pensar siquiera en una venta a EE.UU. Si bien ese mes, Europa reabrió su mercado, las ventas externas del combustible alternativo cayeron 30% en octubre y la producción bajó 20%.