Tras más de ocho meses de gestión, en el Gobierno están convencidos de haber generado las condiciones necesarias para la reactivación de la industria de la carne.
La quita de retenciones, el sinceramiento del tipo de cambio y, sobre todo, el fin de las trabas para exportar, son variables que eran largamente reclamadas por los empresarios vinculados con negocios en el exterior.
Sin embargo, al analizar los indicadores que reflejan el nivel de actividad, todos y cada uno de ellos hoy arroja números negativos respecto de los niveles del año pasado y, lo que es más grave, algunos incluso muestran los peores registros en décadas.
Faena, producción, exportaciones, consumo y precios hoy están arrojando datos adversos. Se trataría de algo impensado meses atrás, cuando el Gobierno anunció un conjunto de medidas tendientes a darle impulso a las diferentes actividades agropecuarias.
Según un relevamiento de la Cámara Argentina de la Industria de la Carne (CICCRA), entre enero y julio se faenaron unas 6,6 millones de cabezas de ganado, lo que implicó no sólo una retracción interanual de más del 7%.
Según Miguel Schiariti, presidente de la entidad, “se trató del cuarto peor registro de los últimos 37 años”.
De acuerdo con el directivo, sólo en las dos últimas crisis sectoriales que afectaron al agro (1998 y 2011) y en la debacle económica de 1989 la faena fue inferior a la que se registra actualmente.
Con este indicador en caída y consumo en baja, la producción de carne se vio claramente afectada.
Según los datos de CICCRA, entre enero y julio se produjeron casi 1,5 millones de toneladas. Este volumen implicó una caída de casi 10% respecto de igual lapso de 2015.
Ventas al mundo: sin reacción
Las exportaciones tampoco están reaccionando como se esperaba. Según datos del SENASA, en el primer semestre las ventas al mundo de carne y subproductos alcanzaron las 120.000 toneladas, unas 4.000 menos que en igual período de 2015.
Según el economista Juan Manuel Garzón, de Fundación Mediterránea, “a partir de la eliminación de los derechos de exportación y de la suba del tipo de cambio, las condiciones para los exportadores han mejorado”.
“Es de esperar que se vuelvan a observar envíos hacia algunos destinos que habían sido descartados por falta de condiciones económicas. Pero la recuperación del comercio externo será y está siendo lenta”, advirtió.
Por cierto, las exportaciones acumuladas al primer semestre muestran un registro muy bajo para un país con el potencial como el de la Argentina.
De hecho, son cifras incluso menores a las que se registraron durante algunos años en los que el entonces secretario de Comercio, Guillermo Moreno, frenaba y hasta prohibía los envíos al exterior.
¿Cómo se explica esta contracción pese a que una de las primeras medidas del macrismo fue la de levantar las trabas?
La razón es que para los frigoríficos exportadores la hacienda en pie nacional todavía está cara en dólares, si se comparan los valores que se están pagando en otros países de la región.
Según Garzón, hasta junio, el novillo para exportación con sello argentino costaba u$s1,97 por kilo, entre un 30% y un 34% más que en Brasil y Uruguay, donde se pagaban u$s1,47 y u$s1,51, respectivamente.
Consumo: en sus mínimos históricos
La demanda de carne en el mercado doméstico es otra de las variables que no está arrojando buenas noticias para el Gobierno, sobre todo porque el consumo de cortes vacunos es uno de los termómetros más precisos para medir en qué nivel se encuentra el poder adquisitivo de los argentinos.
Por ejemplo, en 2003 -tras la devaluación que puso fin a la convertibilidad- el consumo había tocado un piso del orden de los 56 kilos per cápita. En 2009, tras años de bonanza para la economía, el indicador trepó hasta los casi 70 kilos por habitante, en promedio.
Sin embargo, en la actualidad, los registros que miden el flujo de consumo no brindan muchos motivos para festejar.
La demanda per cápita de los últimos doce meses está en los 57 kilos. Esto no sólo representa 2,4 kilos menos que en el período anterior, sino que este año –junto con el crítico período de 2011- está por volver a tocarse uno de los menores registros en casi nueve décadas, si se considera la serie histórica del Ministerio de Agricultura.
“En otra época, el hecho de que el consumo de carne roja hubiese caído un 10% interanual hubiese merecido un título catástrofe. Pero porque los argentinos no comían tanto pollo o cerdo. Hoy en día hay un complemento y el bajón se hace menos evidente, indicó Schiariti.
Precios: hacia arriba
En este contexto, los expertos ponen énfasis en un factor que explica el bajón de consumo: el aumento de precios de la carne vacuna, que en los últimos meses se movió por encima de los de otros cortes, como el cerdo.
Según datos de CICCRA, en los últimos doce meses hasta julio, la carne vacuna acumuló un alza del 46%, en línea la inflación general, pero muy por encima de la carne porcina, que se encareció 18 puntos menos, principalmente porque el Gobierno habilitó embarques provenientes de Brasil y Dinamarca, para así propiciar una baja en los precios, algo que se terminó evidenciando en los mostradores.
Ahora bien, ¿por qué aumentó la carne de vaca, en un contexto de retracción de consumo y pérdida de poder adquisitivo?
Para Garzón, esto se explica por el cambio de precios relativos en la economía, tras el desarme del cepo.
“El ciclo ganadero generó complicaciones en los planes de estabilización de precios luego de cambios en el valor del dólar o con la mejora de las condiciones para los exportadores, a través de una baja de impuestos (como las retenciones), la eliminación de las restricciones”, indicó el experto.
El negocio de la carne “está mal pero va bien”
Con un combo que conjuga faena en baja, producción en caída, exportaciones sin reacción, consumo en mínimos históricos y precios en alza, estarían datos todos los ingredientes para que el sector de la carne esté atravesando una crisis terminal.
Lo paradójico es que parte de los números en rojo que muestra la actividad son consecuencia del mayor optimismo que hoy se respira en el negocio.
En otras palabras: el cambio de ciclo, el menor intervencionismo sobre toda la cadena y el fin de las trabas para exportar, supuso una mejora importante en el clima de negocios, tras años de complicaciones para el “bife argentino”.
¿Y cómo reacciona el sector ganadero ante un cambio de ciclo y una perspectiva de mejora? Reteniendo “vientres”, es decir, no enviando al matadero a las vacas que en realidad pueden ser preñadas, y así lograr incrementar el número de cabezas.
“Las medidas que se tomaron para incentivar exportaciones y volver a conectar a la Argentina con los mercados internacionales fueron recibidas con entusiasmo por los ganaderos, que decidieron empezar a retener vientres”, confirmó Schiariti.
El problema es que esta decisión, que es positiva para la sustentabilidad del negocio a largo plazo -dado que implica que no se están rematando las “fábricas” de carne-, en lo inmediato es negativo para la industria frigorífica y para los consumidores.
Básicamente porque mes a mes se achica la oferta de cabezas que se envían a faena, hay menos actividad productiva y los argentinos deben pagar mayores precios frente a la caída de la oferta.
“El conocido ciclo ganadero intensifica una suba o baja en los precios de la hacienda. Cuando el precio de los animales mejora y dicha mejora se percibe como duradera, el productor entonces responde restringiendo la oferta, es decir, reteniendo animales”, explicó Garzón.
“La participación de hembras en el total de animales faenados define el sentimiento que domina en la ganadería; este indicador sintetiza las expectativas de los productores respecto del futuro del negocio”, agregó el experto.
Según datos de CICCRA, en los primeros siete meses del año, la faena de hembras equivalió al 41% del total, 2 puntos porcentuales por debajo de los niveles de 2015. Es una mejora leve pero que ya lleva casi un año y que muestra síntomas de mejoría.
En la actualidad, según Schiariti, hay en existencia unas 51,5 millones de cabezas. En 2006 se llegaron a contabilizar 60 millones de animales.
Sin embargo, tras las sucesivas intervenciones del gobierno kirchnerista, se produjo una fuerte caída del stock, que llevó el rodeo a tocar el piso de 48 millones de cabezas.
“En este último tiempo hemos recuperado 3,5 millones de animales. La retención de vientres es clave para incrementar la hacienda de la Argentina y volver a esas 60 millones de cabezas, un nivel que permitiría exportar y asegurar una buena oferta en el mercado interno sin volatilidad de precios”, indicó Schiariti.
Sin embargo, alertó que es un proceso lento: “La ternera que no se mandó a faenar en estos meses y se la mantuvo pastando en el campo para que sea preñada, va tener una cría que va a estar llegando al mercado de Liniers recién en las próximas elecciones presidenciales. Es un ciclo muy lento”.
Además, indicó que pese a las mejores perspectivas que hay para los ganaderos, esto todavía no se está traduciendo en el segundo eslabón de la cadena: los frigoríficos.
“Durante el kirchnerismo cerraron las puertas 119 frigoríficos y se perdieron 19.600 puestos de trabajo. Por el momento, no tenemos conocimiento de que haya nuevas inversiones, básicamente porque la capacidad instalada que nos dejó la crisis es muy elevada”, afirmó Schiariti.
Según el directivo de CICCRA, en la Argentina hay capacidad para faenar 17 millones de cabezas. “Este año con suerte estaremos en las 12 millones. Es decir que estamos operando con una capacidad ociosa de más del 30%”, agregó.
Sin embargo, expertos consideran que la última fase del año arrojará mejores noticias para la industria y los consumidores.
“Existen elementos para proyectar un escenario base en el que los valores de la hacienda y la carne bovina continuarán subiendo pero a tasas decrecientes en los próximos meses. Incluso, hasta podrían ubicarse por debajo del índice general de precios”, aseguró Garzón.
La razón, para el especialista, es que “se empezará a recuperar la oferta de animales para faena y más carne se irá volcando al mercado interno en los próximos meses”, lo que también implicaría más actividad para los frigoríficos.
Como se observa, el “bife argentino” está en plena tansición. Nadie festeja, pero tampoco se respira un aire de “crisis terminal”. Como repiten en cada eslabón de esta cadena, “estamos mal pero vamos bien”.
Fuente: iProfesional