La Oficina de Riesgo Agropecuario (ORA), en su informe sobre “Eventos Meteorológicos Destacados”, en base a datos del Instituto Nacional del Agua, destaca que se está lejos de volver a la normalidad en el río Paraná porque los niveles hidrométricos continúan en aguas bajas.
Sobre el Gran Rosario, donde se concentra la agroindustria exportadora, el promedio de este mes es de 1,51 metros inferior al nivel normal.
Asimismo, el estudio advirtió que “la situación continúa caracterizada por niveles fluviales muy por debajo de los normales”.
Este hecho es de suma gravedad toda vez que este polo exportador es la principal, fuente de ingresos de divisas para la Argentina.
El bajo nivel de agua que se observa en el Paraná también amplía la brecha entre los precios FOB de exportación que se pagan en puertos de Brasil respecto a los de Argentina: hoy embarcar harina de soja en el país cuesta unos u$s 10 la tonelada más que hacerlo en Paranaguá.
La situación, desnuda el error geopolítico cometido en los años 70, cuando en base a hipótesis de conflicto inexistentes, se optó por la vía navegable del Paraná de las Palmas (Canal Emilio Mitre) para la salida de las exportaciones argentinas.
Lo cierto es que el Canal Mitre es joven comparado con la histórica traza que durante 300 años utilizó el río Paraná Guazú. El Mitre, se habilitó en 1977 con errada concepción, y asentado en un hipotético conflicto limítrofe con Uruguay ya resuelto en 1973 por el Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo.
El río Paraná se bifurca en el kilómetro 231. Un 77% de su caudal se dirige al Paraná Guazú que es su afluente principal, y solo un 23% a la vía secundaria del Paraná de las Palmas por dónde pasa el Canal Emilio Mitre.
La Argentina insistió en su error en 1995, cuando concesionó la vía navegable por el Canal Mitre. Es así como en el último cuarto de siglo se dragaron en esa traza unos 742 millones de metros cúbicos. Para graficarlo, es como si se hubiesen llenado 1.800 estadios de River Plate con el limo extraído. La labor de la empresa dragadora fue impecable desde lo técnico y profundizó con absoluta eficiencia por donde le indicaba el contrato de concesión rubricado con el Estado nacional. El error fue elegir la ruta del Canal Emilio Mitre que hoy se presenta como un enfermo terminal.
Esta tremenda bajante, que por lo visto se extenderá en el tiempo, debe verse como una alarma y una señal para volver a un sistema troncal de navegación que respete los caudales naturales y haga mínima la intervención con tareas de dragado. La opción superadora pasa por el Paraná Guazú – Pasaje Talavera, Canal Buenos Aires, Río de la Plata y Canal Magdalena, junto a la ampliación en ancho de solera y la profundización del Canal Coronel Martín Irigoyen a efectos de potenciar el polo de Zárate y Campana. La solución está allí, al alcance de la mano, en una ruta que respeta la historia y la naturaleza, y que permite un calado de 40 o 42 pies desde el corazón de la producción argentina al mar.
Para el gobierno, a cargo de la próxima licitación de la vía de navegación troncal, este es un gran desafío. Si se piensa en una traza navegable para el próximo cuarto de siglo, no es lógico seguir insistiendo con la vía secundaria del Canal Emilio Mitre que ya no permite mucho más dragado por falta de espacio donde colocar los sedimentos extraídos. ¿Para qué empeñarse en una vía que a duras penas puede mantenerse en 34 pies cuando el Paraná Guazú ofrece en varios de sus tramos profundidades naturales de hasta 40 metros, o sea 121 pies? A su vez, al estar vinculado el Paraná Guazú al régimen del Río de la Plata, no le afectan las bajantes que hoy complican al Canal Mitre.
Fuente: El Cronista.