Miguel es bajito y barrigón y ahora está apoyado en la entrada a la zona de médanos, en Pinamar norte, sobre su Jeep rojo del año 64. Su trabajo, desde hace tres décadas, es entrar a desencajar las camionetas de los turistas que se quedan en la arena blanda. Después de tantos años –dice ahora, canchero, los brazos cruzados– ya podría escribir un tratado sobre los distintos tipos de porteños a quienes tuvo que rescatar: el que llama porque se “recontra encajó” y resulta que tiene el freno de mano puesto, el que maneja con una sola mano “tirando facha” y termina volcando, o el nene de plata con una tremenda nave que lo ve llegar al rescate con su jeep antiguo, saca chapa de “hijo de” y se niega a pagarle. Y es ahí, cuando siente que lo “boludean” –así lo dice– que Miguel deja a un costado el negocio y entra a los médanos a darles una lección.
“Yo no les cobro según la chata, les cobro por la actitud. La otra vez, un flaco que salió a facherear se metió hasta la segunda rompiente. Cuando llego a sacarlo, me empieza a sobrar. ¿Ah sí? ¿Me vas a sobrar? Así que le dije: ‘Te cobro $500 y te la saco enganchada con el malacate. O te cobro la mitad, pero me subo a tu camioneta y hago lo que vos, pibe, no podés hacer: te la saco del mar andando”, se ríe.
Tiene 45 años, es mecánico y, durante el invierno, prepara el jeep Gladiator que usa para hacer rescates las 24 horas en los dos meses de temporada. El jeep tiene gomas con taco para tener agarre y con las libras justas para andar en la arena (entre 20 y 22), buenas suspensiones y la soga indicada: la que usan los barcos en Mar del Plata cuando amarran (una soga que se estira y no arranca el paragolpes).
Durante el año también enseña a manejar en los médanos “a las mujeres que no quieren pasar papelones en el verano”, dice. Y ahora, en los meses de temporada gana haciendo rescates unos $1.200 diarios. Tiene un cuadro tarifario, pero varía: te quedaste de día y a la orilla, te la saca por $200 o $300. De noche, por $500 o $600. Una camioneta metida en el mar no baja de los $1.000. Y la variación tiene una lógica: si el vehículo pesa 3.000 kilos y “está chupado” en el mar, lo que tiene que mover son 6.000 kilos. “A veces, cuando todo el vehículo está tapado de agua, es más fácil –cancherea–: le meto dos caños abajo y ssss, tiro de la soga y te lo saco como a una lanchita”.
Dice Miguel que el error que más cometen los conductores acá no es técnico sino de actitud. “Salen a barrenar un médano y suben 30 metros. Pero cuando agarras un manchón de arena blando y venís manejando con un brazo afuera y una sola mano al volante perdiste: eso le quita al vehículo la dirección hidráulica y se cae de costado”. Entonces acá, los accidentes más comunes son las roturas de dedos.
Por eso es que Miguel Britos es conocido como “el Samid de otro rubro”: o sea, el Rey pero de los médanos. Porque cuando alguien lo llama de éste desierto, él lo encuentra con ésta pregunta: “¿Qué planta tenés al lado?”. Porque ubica a los que se caen en los precipicios de noche siguiendo las huellas frescas. Y porque, cuando ve a alguien con una BMW X6 de $700.000 que pasa horas encajado por no pagarle $300, sólo se queda mirándolo, con los brazos cruzados sobre su viejo jeep, viendo como otro trata de sacarlo gratis y le arranca, de un tirón, el paragolpes entero.
Fuente: Clarin