En los próximos años, Bahía Blanca enfrenta un escenario con grandes oportunidades y que pueden marcan un punto de quiebre en el proceso de expansión de la economía regional.
Por un lado, la abundante disponibilidad de recursos plantea la posibilidad de explotación de yacimientos en el norte de Neuquén y sur de Mendoza. En paralelo, la región pampeana presenta un amplio potencial de crecimiento de su producción de granos tanto por la caída de inversión en el sector durante los últimos años, como la perspectiva firma de demanda mundial de alimentos.
En ambos casos, las posibilidades de inversión en minería, energía y alimentos son reales pero requieren como requisito la estabilización de condiciones económicas generales del país.
En todos los casos señalados, se trata de producciones primarias con mercados externos como destino principal. La red de ferrocarriles, caminos y ductos determinaría que las cadenas de transporte converjan sobre el puerto bahiense por contar con claras ventajas competitivas.
Entre los principales efectos, cabría esperar un aumento del volumen de embarques, una posible ampliación de escala en los procesos productivos; a los que se podrían sumar nuevas actividades industriales y una mayor demanda de servicios de empresas locales para sostener este mayor nivel de actividad.
Frente a esta perspectiva promisoria proyectada a mediano plazo, la situación actual encuentra al puerto de Bahía Blanca con un destacado rol en el sistema portuario nacional. En la última década, en promedio, de cada 10 toneladas exportadas desde Argentina, 1 sale por Bahía Blanca, principalmente haciendo uso de las instalaciones del puerto local. Este dato posiciona a Bahía Blanca, junto con Rosario y Buenos Aires, como los principales centros de movilización de cargas del país hacia el exterior.
De acuerdo a los datos del Consorcio de Gestión, el movimiento total de cargas de los últimos cinco años ha fluctuado en torno a un promedio de casi 13,5 millones de toneladas. Este total se distribuyó de la siguiente forma; granos (soja, maíz, trigo y cebada): 6,5 millones, químicos e inflamables: 4,8 millones; cargas varias (plásticos y fertilizantes): 1,4 millones; subproductos (pellets): 530 mil toneladas; aceite vegetal: 270 mil toneladas. En otras palabras, un 46% de la carga promedio del período estaría asociada principalmente a la actividad del Complejo Químico–Petroquímico, y el resto, a la cadena productiva del agro.
En los últimos años, la producción nacional de los principales cultivos (soja, maíz, trigo, cebada) fluctuó en torno a los 90 millones de toneladas. De este total, se exportó por vía marítima alrededor del 40%. Las terminales del puerto local, con sus 6,5 millones de toneladas, habrían participado con un 18% sobre el total de toneladas movilizadas por puertos nacionales, y con casi el 7% de la producción total del país en los 4 cultivos señalados.
De acuerdo a un trabajo reciente publicado por la Comisión de Enlace de Entidades Agropecuarias, la producción total de granos del país al año 2020 podría situarse entre los 124 a 158 millones de toneladas. Tomando como punto de partida una producción de 100 millones de toneladas (2014), estos pronósticos determinarían escenarios de crecimiento de la producción agrícola del país con tasas que podrían ubicarse entre el 25% al 60%. Solo como aproximación, trasladando estas variaciones a los volúmenes exportados a través de los puertos nacionales y suponiendo que Bahía Blanca mantuviera la participación actual sobre este total, en los próximos cinco años la actividad de las terminales de granos locales podría sumar entre 1 a 3 millones de toneladas.
Estas cifras podrían ser mayores si las terminales del puerto lograran incrementar su participación sobre el mercado de movilización de granos por vía marítima y si aumentará la participación de volúmenes exportados sobre la producción total.
Por el lado del complejo químico y petroquímico, el posible desarrollo de los yacimientos de petróleo y gas no convencional en la cuenca neuquina, plantean dos posibilidades: la utilización del puerto local tanto como vía de suministro de equipos y insumos, así como de puerta de salida de la producción de gas. Por otra parte, a esto se sumaría un probable aumento de producción de productos petroquímicos locales. Ambas posibilidades, de concretarse, determinarían un salto sustancial en los embarques tanto de químicos e inflamables como cargas varias.
Tampoco puede perderse de vista proyectos de inversión que podrían resurgir si encuentran un escenario macroeconómico propicio entre los que se puede mencionar la planta de almacenamiento y embarques de potasio, plantas de procesamiento de granos y refinerías.
Fuente: La Nueva.