El último domingo sacamos la cocina al patio del museo para despedir el año. Y una cocina grande como un patio extiende la zona de baile, multiplica las mesas y las posibilidades: estuvieron presentes con sus comidas los colectivos inmigrantes de Venezuela, Suiza y Colombia, mezclando tequeños, apfelkuchen, torta tres leches, canciones españolas, mejicanas, argentinas interpretadas por Elizabet Mena y Rubén Castro, jotas y muñeiras del grupo de música gallega Lua Nova.
Esta cocina grande tiene mucha mezcla. Muestra que organizarse en grupos inmigratorios también genera vínculos: vinieron a compartir la tarde inmigrantes de Perú, descendientes de Italia o España, que comían torta de naranja suiza mientras aplaudían a bailarinas venezolanas.
Y más que nunca se reunió en el museo la inmigración del presente: familias colombianas y venezolanas iban y venían, con sus modos de hablar, de bailar, de compartir la comida. En cada cumbia, en cada receta afroamericana, se actualizaba la larga historia de experiencias migrantes que forman parte del movimiento de este puerto.
Cuando caía el sol, las cantareiras de Lua Nova recitaron un antiguo conjuro gallego: “patas de sapo, fuego fatuo de la noche de San Silvestre, dientes de culebra…” y desde White sumamos: “hojitas de jume, espinas de ortiga, orejas de ratón”.
¡Que se espante lo malo del año que se va y venga todo lo nuevo! Lo vamos a recibir, sea lo que sea, entre muchas personas y en movimiento.