Leandro Grimaldi, médico investigador argentino egresado de Harvard, forma parte de los paneles de expertos que trabajan en la pandemia del coronavirus en Estados Unidos . “Hay una luz al final del túnel”, sostiene.
Su agenda está al rojo vivo. Empezó el día a las 3:30 de la mañana en la coordinación de alianzas entre el sector privado y público, es decir empresas de biotecnología y farmacia con laboratorios gubernamentales e instituciones académicas. Leandro Grimaldi, argentino de 33 años, es parte de un comité de profesionales que trabajan en la contención del coronavirus en Estados Unidos. Al igual que muchos de sus colegas, este médico investigador y experto en salud pública graduado en Harvard está desde hace tres meses sumergido en la búsqueda de una cura.
-¿Cómo se coordina un sector de investigación tan amplio?
-Es un esfuerzo de miles de científicos que trabajan día y noche buscando la cura para una amplia gama de patologías. Hay básicamente dos polos: los ejecutivos en EE.UU. y Europa donde se crean las patentes, y el personal de laboratorio en China e India donde se ejecuta la investigación.
A su vez están los foros de expertos. Somos muchos profesionales que se reúnen a debatir con especialistas de diversas áreas, hay médicos de salud pública, epidemiólogos, expertos en enfermedades infecciosas, etc. Lo mismo sucede en otras partes del mundo. De estos paneles muchas veces surgen recomendaciones, que tanto el estado como las organizaciones de salud pueden tomar en consideración al crear políticas de salud.
-¿Cuán avanzada está la vacuna?
-La ciencia y el desarrollo de nuevos fármacos tienen sus tiempos que deben ser respetados. La vacuna saldrá por “Fast Track”, esto es una vía de aprobación expeditiva. La Food and Drug Administration (FDA), agencia federal que aprueba los medicamentos, lo hace con aquellas enfermedades que son una amenaza a la vida. En una pandemia sabemos que cada hora cuenta. Pero no sabemos cuándo puede estar lista. Si tuviera que aventurar, por cómo está avanzando la ciencia, tanto la que veo internamente como la que sigo en el día a día, para final de año es probable que tengamos alguna vacuna que llegue a comercializarse y distribuirse en EE.UU. en lo que llamamos el personal de emergencia. Es decir, para el personal de la salud, y aquella gente que tiene que trabajar para que la sociedad siga moviéndose. Recién a mediados del año que viene podemos llegar a tener algo disponible de manera comercial que se pueda distribuir en masa. Porque no sólo hablamos de la parte científica sino la logística. En este caso hay que considerar que el 50% es el descubrimiento científico y el otro 50% es el despliegue logístico para vacunar a toda una masa poblacional. Estamos hablando de un alto porcentaje del planeta.
-Seis meses en la distribución es bastante tiempo. ¿Cuándo llegaría a Argentina?
-Dependerá de los países. Una cosa es hablar de Estados Unidos y otra es Latinoamérica. En el caso de Argentina dependerá realmente de la logística, políticas de salud pública y convenios con laboratorios. Hay que tener en cuenta que es un proceso gradual. En mi opinión, se va a estratificar y priorizar en base al riesgo. Se debería comenzar a inmunizar a la población con riesgo más elevado como pacientes inmunocomprometidos, de edad avanzada, u otras enfermedades asociadas, que son quienes desarrollan complicaciones debido al Covid-19. Si generamos una escala, para empezar con la población de más riesgo, incluso en la Argentina podría haber gente que pueda vacunarse antes de mitad del año próximo. Es decir, no estará disponible para todos a la vez, pero sí para aquellos que más lo necesitan.
-¿Cuántas vacunas en estudio hay hoy y en qué países?
-Los números cambian día a día. Por ejemplo, en este momento hay cinco o seis ensayos en fase clínica, esto quiere decir que son candidatos de vacunas que ya se están testeando en humanos. Los más avanzados son en China (uno en la universidad de Wuhan, y otro de CanSino Biologics), y dos en los EE.UU. (uno en Seattle y otro en Boston). Este último empezó hace una semana y media, es todo muy dinámico.
-¿Qué tiempo lleva todo el proceso?
-En términos de ensayos clínicos, consta de tres fases, pero no se le puede poner un número porque una nueva vacuna contra la influenza estacional se puede desarrollar en semanas, contrastando con la del ébola que llevó cinco años. Hay una gama amplia. Teniendo en cuenta cómo se está moviendo la ciencia, el registro de los ensayos, y por lo que dicen los ejecutivos de las compañías que lideran estas investigaciones, creen que puede haber una vacuna aprobada por la FDA tan rápido como de 6 a 8 meses. Es la esperanza que tenemos todos.
-¿Puede haber otro tipo de cura? ¿Un fármaco por ejemplo?
-La vacuna es para la etapa preventiva. Para la gente que ya está infectada y con síntomas graves, hay varios fármacos que están en proceso de testeo, muchos de estos existen hace tiempo y han sido diseñados para otras enfermedades (malaria, ébola, etc.). Lo cierto es que esto puede tardar incluso más tiempo. A su vez, se están haciendo transfusiones de anticuerpos de gente infectada recuperada en enfermos, con buenos resultados preliminares.
-¿Qué le diría a la población?
-Estamos enfrentando una pandemia doble. Por un lado, el Covid-19, por otro la pandemia relacionada a la información. O más bien a la desinformación. Hay tantos datos minuto a minuto relacionados al coronavirus en un planeta que está prácticamente paralizado, y nos está afectando la vida. Nos despertamos y desayunamos con cantidad inimaginable de información. Y no estoy hablando solo de la señora del barrio, sino incluso de la comunidad médico-científica. Nunca en mi vida vi esta vorágine, que salgan tantos papers científicos, tanta evidencia, tanta gente hablando y haciendo recomendaciones sin que se hagan los estudios y la validación necesaria. Si los investigadores tenemos esa inhabilidad de digerir la información a la velocidad que viene, imagínese la gente.
-Es que es una situación inédita que impacta en nuestras vidas.
-Totalmente, mi mensaje es tranquilizador. Hay que tener paciencia. Se lo garantizo: el coronavirus va a estar entre nosotros por mucho tiempo. Hay que aferrarse a las medidas de prevención, replantearse la manera en la que consumimos información, y encontrar las mejores fuentes. A veces apagar la tele, desconectarse de las redes sociales, porque le está afectando a mucha gente. Lo importante es que hay una luz al final del túnel. La ciencia se está moviendo a un ritmo que no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Es algo que lo vamos a poder ver cuando se escriban los libros de historia. Es difícil entenderlo hoy porque estamos en el medio de esa tormenta.
Desde su casa en Boston, este experto, quien fue asesor de la Casa Blanca para la reforma de salud en la época de Obama, transmite un mensaje optimista. Ya no referente al coronavirus, la historia personal de Leandro Grimaldi encarna el ejemplo de que cualquier sueño es posible, sustentado con estudio, esfuerzo, y trabajo.
Nació en una casita sobre una calle de tierra. Tenía con suerte un par de zapatillas. A los 17 años, apenas podía pedir una hamburguesa en inglés. Hoy, le cuesta encontrar ciertas palabras en español.
Estudió medicina en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Aún como estudiante realizó un intercambio médico en la Pennsylvania State University, y ya como graduado, realizó un entrenamiento en el Jackson Medical Hospital como parte de una beca otorgada por la Universidad de Miami. En 2011 compitió con cuatro mil médicos de toda América y se convirtió en el primer argentino en ganar una de las plazas que Harvard otorga a estos profesionales. Es el primer argentino que recibió una maestría doble en Salud Pública y Liderazgo en los célebres claustros de Boston.
Pero su humildad lo hace cambiar de tema al ser preguntado por sus logros. “No me gusta hablar de mí. Soy hijo único. Mis padres fueron ricos en valores y en todas las enseñanzas que me fueron transmitiendo”.
Su meta es llegar con la investigación científica incluso, tan lejos como hasta aquél pueblito santafecino de Barranquitas que lo vio nacer. “En todo tipo de drogas que se avancen, siempre debemos tener en mente a las poblaciones más vulnerables, porque son ellos los que después terminan teniendo dificultades para acceder a esto. Es una meta que no suelo contar públicamente, pero me pega de cerca”, confiesa.
Fuente: La Nación