Los tiempos que corren, de planteos herméticos y mezquinos, donde el resultado es enemigo del riesgo y de cualquier acto creativo, se desarrollan partidos cada vez más intrascendentes, de esos que en un tris se escurren de la memoria sin dejar huella alguna. Sin embargo, el fútbol argentino también regaló tardes repletas de historias y emociones. Y hubo una que difícilmente podrá ser superada.
Fue el 6 de octubre de 1974. En el Estadio Florencio Sola, Banfield recibía a Puerto Comercial, de Ingeniero White, por la duodécima fecha del Grupo A del Torneo Nacional. Al Taladro, que venía de igualar con el Estudiantes de Carlos Bilardo y ser apabullado por el Boca de Rogelio Domínguez, se le presentaba del otro lado del campo un rival que, por lo evidenciado desde el primer albor del certamen, mostraba inconsistencia en todas sus líneas.
Según las crónicas nacionales: “Un pequeño club del interior, pegado a Bahía Blanca y recién ascendido a la máxima división. De plantel joven e inexperto, con varios jugadores que no llegaban ni a los 23 años. Había disputado nueve jornadas hasta ese momento. Todas derrotas. Solo cuatro goles a favor y 38 en contra. Para Banfield era el momento perfecto para cambiar la cara”.
1539 personas, según los registros de AFA, se acercaron a Peña y Arenales para pasar la tarde observando la pelota rodar entre las piernas, salir disparada por las irregularidades del terreno y, si el viento acompañaba, cruzar la línea de meta para alegría de unos cuantos. Pero ni el más entusiasma de los presentes hubiese imaginado que ese partido quedaría grabado a fuego en la historia grande del fútbol local.
Era la hora indicada. El juez Roberto Goicoechea sonó su silbato y comenzó a tejerse la proeza. Rápidamente, a los cinco minutos, sancionó penal por una falta en el corazón del área. Juan Taverna, delantero de piernas gruesas y dueño del área verdiblanca, se hizo cargo de la pena y sacudió las redes.
Puerto Comercial no tuvo tiempo ni para sacar del medio que llegó el segundo de los locales. Otra vez Taverna aprovechó el letargo de la defensa rival y estiró la ventaja. “La visita fue impotente para contener los pelotazos a las espaldas de su línea de cuatro”, escribió el periodista Juan Barski en El Gráfico de aquella semana. Sin óbice alguno, en poco más de media hora de juego Banfield se hizo un festín y marcó siete goles. Cinco del propio Juanchi, como lo apodaban, y los otros dos fueron obra de Enrique Lanza y Luis Roselli.
“Es el recuerdo más triste de toda mi carrera”, relató años después el arquero Juan Tolú, quien en el complemento sufrió media docena más de decepciones. José Romero y Eduardo Pipastrelli también le pusieron sus firmas al marcador, Lanza y Roselli sumaron uno más cada uno, Mario Domingo Rachi bordó la única conquista de la visita y Taverna, de una primera etapa de ensueño, cerró la fiesta con un par gritos más y forjó dos récords imbatibles.
13-1 acabó el encuentro. El Gráfico, para sorpresa de todos, lo calificó como “mediocre”. Fue la mayor goleada en la historia del fútbol argentino profesional*. Juanchi, con siete en total, se erigió como el jugador que más tantos anotó en un duelo de primera división, superando los registros de Arsenio Erico, de Independiente, en 1937; Jaime Sarlanga, de Boca, en 1941, y Rafael Domingo Moreno, de Argentinos Juniors, en 1972.
“Después de los siete goles contra Puerto Comercial -declaró al día siguiente Taverna, fallecido en 2014- me puse a pensar en los muchachos bahienses que trabajan toda la semana y los domingos tienen que jugar”.
Luego de la hazaña llegaron las sospechas por la diferencia tan holgada. Rubén Viani, futbolista de Puerto Comercial, alimentó la polémica: “El partido con Banfield fue entregado. Los jugadores que eran de Bahía Blanca no querían salir a jugar, en protesta porque nosotros, los de Capital, cobrábamos”. Y aportó sobre aquella jornada: “Pasaron cosas increíbles ese día adentro de la cancha. Los jugadores le regalaban todas a Juanchi Taverna. Uno llegó a sentarse arriba de la pelota… Una cosa insólita. Pero en ese momento no se tomó conciencia de la goleada”.
Del otro lado, Roselli relató: “Todos queríamos que Taverna lograse el récord. Para mi Juanchi es un amigo del alma. Primero hizo cinco y en el segundo tiempo todos le dábamos la pelota para que meta más. Recién a los 42 minutos lo hizo. Y a los 43 nos dan un penal. Me acerqué al arquero de Puerto Comercial y le dije: ‘Te metimos 12, no vas a atajar éste’”.
Pasaron 46 años y el resultado parece cada vez más lejano. No solo por el paso del tiempo, sino por la realidad del fútbol actual, en la que predominan las vallas en cero y la falta de aventura. Banfield y Juan Alberto Taverna hicieron historia en la tarde de primavera menos pensada y sus marcas continúan en lo más alto del mundo de la pelota. Imbatibles y eternas.
*En el amateurismo hay dos resultados superiores al de Banfield: en 1897, Belgrano Athletic aplastó 14-0 a Palermo Athletic Club, y el mismo resultado se dio en la paliza de Alumni a Reformer de Campana en 1905. (TyC Sports).