Los pasajeros giraban entusiasmados y apuntaban cámaras y binoculares, ya sea a un gigante que elevaba del agua sus 30 ó 40 toneladas o se concentraban en otro que navegaba con un rumbo recto y en cada aparición amagaba ofrecer el siempre esperado “saludo” con la cola (o aleta caudal) tras la inmersión.
En julio, la temporada de avistajes entró en su esplendor y los lomos de los mayores mamíferos del planeta asomaban por doquier, para desaparecer y volver a mostrarse, mientras los chorros de vapor de su respiración surgían cual geisers en la superficie marina en derredor de las embarcaciones.
Pero los dos momentos más esperados por los turistas son siempre el de la cola que ondea durante varios segundos tras la inmersión, como en un saludo, y los saltos, ya que ver virtualmente volar un animal de más de 30 toneladas, aunque sea por un segundo, nunca deja de maravillar siquiera a los más expertos en estos avistajes.
Fuente: Télam.