Diversidad y riqueza definen a la plataforma marítima argentina. No así la realidad del sector pesquero, plagado de deficiencias y dificultades para mantenerse a flote. Entre enero y abril de este año, los desembarques rondaron las 197.000 toneladas y sellaron una caída del 22,5% respecto al mismo período de 2015. Los números hablan en nombre de una crisis económica e incluso biológica, por la escasez de especies.
La pesca marítima se está viendo fuertemente paralizada en Santa Cruz, donde las capturas bajaron un 67,5% este año, y le siguieron en el hundimiento Río Negro (-27,2%), Buenos Aires (- 24,9%) y Tierra del Fuego (- 13%). Un informe elaborado por Economía & Regiones solo da resultados favorables a las empresas que pescan en Chubut, con un alza del 12,8%. Valeria Sandoval, integrante del equipo redactor del informe de E&R, aduce que la baja responde en gran parte a la falta de calamar illex. “Esta especie participa con el 18,3% del total de desembarques en el acumulado y presenta una baja del 60,5%. La pobre performance responde a la falta del recurso en la zona del sur del paralelo 44”, comenta la analista. Por esto, el Consejo Federal Pesquero autorizó en abril -un mes antes de lo previsto- la pesca de calamar al norte del paralelo 44, con intenciones de mejorar los bajos desembarques. Sin embargo, en dicho mes la captura de esa especie volvió a presentar caída (-61,3%).
La menor disponibilidad de materia prima también afectó los niveles de comercialización al exterior. Hasta abril, se despacharon 93.443 toneladas, con una caída del 20,3% en comparación con el año anterior. No obstante, la mayor participación de merluza y langostinos -mejor valuados- permitieron que las exportaciones de pescados y mariscos generasen un 17,7% más divisas que en 2015. Suma final: u$s 478 millones. En tanto, la Coordinación de Gestión de Pesquerías informó que en 2015 hubo un descenso tanto en volumen como en divisas exportadas: se enviaron 460.485 toneladas por u$s 1.465 millones, lo que equivale a una reducción del 6,6% en volumen y del 7,2% en dinero, versus 2014.
También acusan recibo en tierra los más de mil barcos con bandera argentina, entre los que tienen permisos municipales, provinciales o nacionales y operan en la Zona Económica Exclusiva. Tampoco ayuda el consumo local per cápita, anclado entre los siete y ocho kilos por habitante y por año.
A la deriva
Daniel Molina Carranza, presidente de la fundación Nuestromar, señala que las pymes sufren especialmente por la caída del mercado brasileño, adonde destinaban la mayoría de la merluza. Según el sitio especializado Pescare, Brasil dejó de ser el segundo mayor consumidor de productos locales, como ocurría en 2011, para pasar al quinto puesto en 2016. A las pymes no les resulta sencillo hallar mercados sustitutos y acusan el golpe: en el primer trimestre, se enviaron apenas 7.286 toneladas, por u$s 21,4 millones.
El sector solo encuentra sostén en el langostino. “La anchoíta no aparece y la corvina está escasa”, puntualiza Molina Carranza. El perito naval reconoce que la devaluación “ayudó mucho”, al igual que la desaparición de las retenciones (cerca del 10% para el pescado entero y del 5% para los productos con valor agregado). El buen pasar duró poco: “Afectaron las paritarias y el aumento del combustible. Parte de la oportunidad de tener ganancia se cayó por el aumento de los costos”.
La crisis que paralizó el Instituto de Investigaciones y Desarrollo Pesquero (Inidep) o la intervención del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU) son apenas síntomas de cómo se encuentra el sector. La crisis data de de hace tiempo, en gran medida por el tipo cambio al que se liquidaban las exportaciones, los altos costos operativos que suponen el personal, las plantas procesadoras y el mantenimiento de los barcos. La ecuación lleva a amarrar los botes al muelle y a la pérdida de puestos de trabajo.
El periodista marplatense Roberto Garrone subraya que las empresas que operan en el puerto más importante del país vienen reduciéndose en personal y en actividad desde 2007. “Fuera de las tres compañías más grandes de la ciudad, cada una de esas empresas tenía 80 empleados, y ahora deben tener la mitad”, dice esta pluma de la revista Puerto.
Garrone recuerda que el filet interfoliado -una commodity de esta industria- está en u$s 2.200 por tonelada, un 30% menos que en 2015, cuando se pagaba a u$s 3.100 la tonelada. “Con el tipo de cambio planchado en $ 14 y paritarias por encima de 30%, los números no cierran”, resume.
Otro aspecto no menor es la fiscalización de los desembarques. En diciembre, el flamante subsecretario de Pesca y Acuicultura de la Nación, Tomás Gerpe, fue contundente con los empresarios. “Se acabó la joda”, les dijo en vísperas del Año Nuevo. La frase hacía referencia al “pescado negro”, que capturaban los grandes barcos por fuera de la cuota anual permitida y que entraba al puerto con prebendas a los inspectores. Sin esta informalidad, los pesqueros reclaman que el gobierno aumente la cuota de “pescado blanco” permitido.
Entre los más pequeños, preocupa la pesca indiscriminada que agota los recursos disponibles en el Mar Argentino. Edith Corradini, presidenta de la Unión Argentina de Pescadores Artesanales (UAPA) sostiene que “hay menos de todas las especies” por culpa de la depredación que provoca la pesca con arrastre de fondo (remueve el sustrato marino). “Hay un efecto dominó -define Corradini-, porque los grandes capturan, los fresqueros definen el precio y venden a su antojo, y a nosotros nos dejan detrás de un paredón, con poco pescado. En las cinco primeras millas es donde crece y se desarrolla el pescado, y es allí dónde hay muchas lanchas y barcos que rompen el suelo y se llevan todo el pescado que aún no llegó a la etapa de reproducción”, sostiene la titular de esta entidad de segundo grado, en la que se nuclean 26 asociaciones y cámaras de trabajadores, desde General Lavalle hasta Ushuaia. “Antes sacábamos diez cajones por día efectivo de pesca, y ahora estamos entre los seis y los cuatro. Tratamos de reemplazar la pérdida dando valor agregado a las capturas, pero si no trabajamos con los científicos y el gobierno, no podemos avanzar”, remata la representante del sector más vulnerable.
Fuente: Nuestro Mar