La mano de Agustín señalaría al horizonte, si el horizonte estuviera ahí. Pero no es la línea que en la playa distingue al cielo del agua lo que asoma allá en frente, ensoñando a los veraneantes con la idea del infinito, sino su dificultad: el alambrado, los silos, el muelle que emerge del cangrejal con marea baja, las siluetas superpuestas que van enredando el trazo abstracto de los elementos en el sedimento barroso de nuestra historia.
Por aquí, salir al mar invita a poner un pie en estos asuntos, en los que cabe, también, la vida de cientos de especies y de generaciones de bahienses baqueanos en el arte de disfrutar al sol.
Gracias a Faustina Rusconi, Florencia Rodríguez Aires y Agustín Eduardo Rodríguez por hacer que este recorrido por el museo se parezca a una expedición, a Romina Alonso y Yesica Anahi Peluffo que prepararon limonada para aliviarnos del sofocón, y a la Dirección de Turismo por llegar con su colectivo cada viernes de este, nuestro #veranoparaarmar.