Prende es una mancha. Un pegote. Un color que se contagia. Tinta que el shablón filtra para estampar imágenes y palabras que el calor de la plancha podrá no fijar para siempre, pero al menos sí por unos cuantos lavados, sobre una, diez, mil prendas, para sellar con cada impresión nuestro modesto pacto, esa política de la amistad que nos sostiene, que nos vincula en reciprocidad, incluso si la vida se parece un poco a una guerra, y que abre a la intuición de lo común como un plus, como un exceso que ni el Estado ni el mercado ni la propia idea de comunidad son capaces de terminar de poner en caja, porque resulta, a fin de cuentas, irreductible como la mugre.
De agosto a esta parte, en el taller textil hubo tiempo de serigrafiar remeras para la Orquesta Escuela, pañuelos para @creeser_bahia, parches para la Escuela de Estética y buzos para el Colegio Mosconi, gracias a la mano entintada que Agustina, Ana, Analía, Bastian, Carolina, Florencia, Graciela, Mayra, María, Paola, Patricia, las dos Rosas, las dos Sandras y la profe Malena no le niegan a nadie.