No es sencillo soltar el rencor, perdonar y aceptar situaciones con las que uno no está de acuerdo. Mucho menos lo es navegar por las aguas turbias de los sentimientos negativos; sin embargo, adentrarse en ellas y comprender la conexión íntima que hay entre la mente, las emociones y el cuerpo es esencial para alcanzar el más alto nivel de bienestar personal.
¿Por qué canalizar y reflexionar sobre la negatividad? Porque el resentimiento y el enojo tienden a convertirse en agentes desestabilizadores que afectan, principalmente, a uno de los más preciados activos que tienen las personas: el cerebro.
Asimismo, reinan en la cotidianidad: en una discusión con la pareja, con un familiar o amigo; al presenciar, ver o escuchar injusticias; o por el mero recuerdo de situaciones pasadas. “Aferrarse a la ira es como beber veneno y esperar que la otra persona muera”, es una frase popular que se le atribuye a Gautama Buddha.
La mayoría de quienes vivencian y normalizan estas emociones con tinte negativo tienden a aferrarse a ello y, consecuentemente, terminan hundidos en un charco de resentimiento y malestar. Cuanto más tiempo eligen permanecer en la piscina, más amargados se vuelven.
Resentimiento y enojo: ‘Pan para hoy, hambre para mañana’
La Universidad de New Hampshire en Estados Unidos explica que, en un principio, el resentimiento puede ayudar a que una persona se sienta más cómoda ante el dolor ya que dicho sentimiento actúa como un escudo contra la verdadera fuente de enojo. La institución educativa considera que actuar así es una forma de eludir la responsabilidad porque hace que uno piense que tiene el control. No obstante, en el trasfondo lo que surge en su lugar es una variedad compleja de emociones que proporciona una falsa sensación de seguridad al sentirse completamente vulnerable.
Ramiro Fernández Castaño, médico especialista en neurología cognitiva y medicina del sueño, coincide con lo mencionado y afirma que un exceso de exposición al enojo y rencor puede modificar la forma en que el cerebro se comporta. Además destaca que esto ocurre especialmente si ambos sentimientos negativos son reiterativos desde la niñez, etapa en la que más se desarrolla el cerebro.
“Un niño que está expuesto a situaciones estresantes desde temprana edad es probable que de grande sea una persona insegura o hipocondríaca y que ante cualquier situación vea las cosas de forma catastrófica”, dice el doctor.
Un estudio publicado en el International Journal of Psycotheraphy Practice and Research asegura que las emociones mencionadas tienen consecuencias negativas a nivel físico. “Estas emociones, atrapadas dentro de nosotros, nos mantienen reviviendo la ira y los recuerdos negativos. La tensión interna de esta represión emocional puede provocar cosas como depresión, ansiedad, función inmune reducida, fatiga, hipertensión, dolor de pecho, obesidad, psoriasis y dolor crónico”, se detalla en el informe.
“Las personas que se quedan ancladas en una mentalidad negativa, sin quererlo están favoreciendo a la muerte neuronal, en cambio las que eligen enfocarse en lo positivo generan nuevas neuronas a partir de células madre cerebrales”, añade Jackie Delger, neuropsicoeducadora y Life & Business Coach.
“Vivir en un estado crónico de tensión desactiva los mecanismos de reparación del cuerpo, lo que aumenta la inflamación y la hormona del estrés, el cortisol, en el cuerpo”, establece la compañía de servicios de salud norteamericano, Piedmont. Según la institución, el perdón hace que se active el sistema nervioso parasimpático, lo que ayuda al sistema inmunológico a funcionar de manera más eficiente y deja espacio para las hormonas que producen bienestar, como la serotonina y la oxitocina.
“El cerebro no sabe qué es real y qué es imaginado”, dice la psicóloga de Piedmont, Angela Buttimer. “Cuando se repite en la mente una experiencia de hace seis meses, el cuerpo reacciona como si estuviera teniendo la misma experiencia una y otra vez”, agrega.
Fernández Castaño explica que al elevarse el cortisol se activa el sistema límbico –conjunto de estructuras interconectadas que median emociones, el aprendizaje y la memoria– y en respuesta a ese proceso el corazón late más fuerte, va más sangrar a los músculos y entra más oxigeno a los pulmones. “Cuando sucede todos los días de forma crónica, el sistema límbico trabaja más y, ante cualquier situación, está al borde de la reacción o percepción de peligro”, añade. Sucesivamente informa que no solo trae problemas cardiovasculares sino también metabólicos puesto que al haber más cortisol, aumenta la presión y el colesterol.
Sumado a ello, el Hospital John Hopkins destaca que las personas que guardan rencor tienen más probabilidades de experimentar depresión grave y trastorno de estrés postraumático, así como otras afecciones de salud. Aunque hay una luz al final del túnel: los profesionales aseguran que esto se puede entrenar para no tener efectos nocivos en la salud.
Los estudios ponen de manifiesto que el acto de perdonar puede generar enormes beneficios para la salud como: reducir el riesgo de sufrir un ataque cardíaco; mejorar los niveles de colesterol y el sueño; y disminuir el dolor, la presión arterial y los niveles de ansiedad, depresión y estrés.
En caso de querer aprender a sobrellevar el enojo y evitar que quede encapsulado en el cuerpo, un relevamiento realizado por el Ministerio de Salud de Australia aconseja:
- En caso de sentirse fuera de control, hay que alejarse de la situación temporalmente, hasta estar más calmo.
- Reconocer y aceptar la emoción como normal y parte de la vida.
- Intentar identificar las razones por las que se siente enojado.
- Llevar a cabo una actividad física, como salir a correr o hacer deporte.
- Hablar con alguien de confianza sobre cómo se siente.
Según desarrolla Delger, gracias a los avances de la ciencia existe la certeza de que a través de diferentes técnicas uno puede reprogramarse, re cablear el cerebro con nuevas creencias y así ampliar el mundo personal de posibilidades.
El Dr. Fernández Castaño coincide y añade: “los circuitos cerebrales pueden modificarse para bien mediante prácticas constantes de meditación o mindfulness que está comprobado científicamente que desenredan los circuitos relacionados con el estrés”.
En última instancia, Delger explica que un pensamiento desata una emoción y esta a su vez otro pensamiento en la misma frecuencia, lo que genera un nivel de frecuencia y estado de ánimo asociado. “Mediante técnicas como la visualización, la meditación, la liberación de emociones atrapadas, la reprogramación del inconsciente, entre otras, podemos tener acceso al centro de comando y programación de nuestra de vida”, concluye.
Fuente: La Nación