Una hoja de diario no es la misma hoja de diario allá en el archivo que acá en el Prende. El mismo papel mueve a acciones diferentes. Otro tanto podría decirse de las cañas traídas del bosquecito vecino a la casa de los Ortega, o del hilo choricero que en lugar de ir a parar a la parrilla, sirve en este caso para anudar una cosa con la otra, enredado en las manos de los pibes que siguen, ansiosos, las instrucciones de Dardo.
Es que no es fácil armar un barrilete. Todo resulta nuevo y a la vez antiguo. Empezando por las ganas ancestrales y absurdas de volar, o de hacer que en nombre de nuestro deseo algo se eleve.
¿Acaso alguien sabe quién inventó el primer barrilete? Dicen que fue un chino, como los tripulantes del buque que llena sus bodegas ahí enfrente.
¿Nos verán, ahora, desde cubierta, remontando rombos en el aire frío de la mañana? Dardo aprendió a fabricarlos en Zapala, “porque en Zapala solo tenías el viento y había que jugar con eso.”
¿Y si el museo fuera el lugar en el que cualquier cosa puede convertirse en un juguete? Prende es también esa tentativa, de la que somos cómplices cada sábado.