Por el 8M, el Museo convocó a vecinas y trabajadoras para charlar sobre el trabajo de mujeres en torno al puerto.
Empezando por nombrar a las que trabajaban “de las vías para el mar” décadas atrás, recordaron a madres, tías o vecinas peladoras de camarón, trabajadoras de frigoríficos, lavanderas, trabajadoras de limpieza, administrativas o costureras.
Algunas estaban presentes, como Ida Tumini que en la década del 50 era revisadora de la fábrica de bolsas de arpillera de Bunge & Born: “Era una esclavitud. Salían las chicas todas llenas de pelusa. Y en invierno hacía frío, no podíamos usar pantalón. Así que se envolvían las piernas con las mismas bolsas.”
Pero el puerto también se sostenía por el trabajo de mujeres fuera del puerto: lavanderas que desde principios de siglo XX cargaban atados de ropa en la cabeza para lavar a tabla en su patio, peladoras de camarón que hasta hoy trabajan en la cocina de sus casas, vianderas en los barrios y otras tareas en su mayoría precarias y mal pagas.
Muchas veces ni siquiera remuneradas, porque, ¿es posible separar del puerto el trabajo de una mujer que desde casa tejía medias de lana para que un pescador soporte el frío de la marea? ¿Y el trabajo de cuidado de las abuelas que hace posible a madres y padres trabajar con un salario?
Hacia el final del encuentro, las integrantes de la “Cooperativa White Trabaja” hablaron de su propia experiencia de organización y aprendizaje de oficios tradicionalmente masculinos. Hoy ellas son albañilas, soldadoras, conductoras de hidrogrúa. Cuentan: “Trabajamos tres veces más, lo hacemos muy bien y seguimos con los chicos, las casas…”.
Claro que hablamos de los números asimétricos en las estadísticas de género en el ámbito portuario, pero también de lo que queda por fuera y es parte de la vida portuaria: muchas de las presentes tienen un rol fundamental en el trabajo voluntario de Ing. White, recaudando fondos para instituciones, haciendo fiestas populares, cocinando en ollas gigantes en pandemia o movilizándose cuando se inunda el barrio. Y el puerto se mueve también por eso. Ellas lo mueven, a que no se imaginan cuánto.