Una vez por año, entre noviembre y enero, un enorme campo de lavandas viste de azul intenso y perfuma un paisaje que es compartido por una variada fauna autóctona. Está ubicado en el partido bonaerense de Coronel Suárez, a escasos kilómetros de la Sierra de la Ventana. Se llama El Pantanoso y recibe a los turistas que gustan disfrutar de la naturaleza, con actividades deportivas, paseos y hospedaje. Hace aproximadamente medio siglo que Léony Staudt, una emprendedora argentina de ascendencia alemana llegó allí para quedarse y hoy sigue “al frente”, innovando con nuevos proyectos.
Tenía 19 años cuando Léony heredó El Pantanoso y tomó las riendas de todas las actividades agropecuarias que en él se desarrollaban, hasta que en 1989, ya en pareja con el ingeniero industrial argentino Bertrand Laxague, decidió adicionar el cultivo de lavandas, que se fue imponiendo por su calidad en todo el país y les permitió también exportar. “Hoy en día seguimos teniendo el cultivo más grande de la Argentina de Lavanda Angustifolia orgánica certificada”, destaca en diálogo con La Nación.
Durante aquel año comenzaron a cultivar “las primeras lavandas de ese tipo y diferentes variedades de lavandines, provenientes del vivero Andino Patagónico de Bariloche, cuyo director, Bruno Polastri, un italiano entusiasta y gran conocedor de las lavandas, había traído de Francia”, comenta la experta.
“Mi vocación siempre fue el campo. Justo había empezado a estudiar en la facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Católica Argentina (UCA) cuando falleció mi padre, Heriberto Staudt, y apenas me recibí me hice cargo” de todas las tareas. Pero no sólo sumaron las lavandas, sino que apenas dos años después, dos ingenieros le acercaron al matrimonio “una paleta de hierbas aromáticas, para probar cuáles se adaptaban a nuestra zona” y las elegidas prosperaron exitosamente.
“Ese fue el inicio de nuestros cultivos de orégano, tomillo, estragón francés, romero, salvia officinalis, ajedrea, hisopo y otros. En 1992 comenzamos con la certificación orgánica” de toda esta producción que actualmente les concede Ecocert. “Llegamos a tener 120 hectáreas de cultivos en línea y estuvimos presentes durante varios años en las grandes cadenas de supermercados con la marca Lavandas de las Sierras”, subraya.
Conquistando el mundo
“Me gusta y es para mí es todo un desafío ofrecer nuestros productos, venderlos y que todo el mundo quede conforme”, dice con énfasis Léony cuando recuerda las primeras ferias internacionales en las que participaron. La primera fue en la exposición Sial de París, con Promex, en 1994 y, de ahí en más todos los años participábamos en ferias en Europa, Estados Unidos, Brasil y hasta en Tokio, siempre con la Fundación Exportar, que nos agrupaba a los orgánicos en un gran stand bajo la bandera argentina. Esto para nosotros fue una enorme ayuda”, reconoce.
En cada una de esas exposiciones Léony estuvo de cuerpo presente. “Me encantaba ir”, cuenta con alborozo, porque además de colocar en su stand “muestras, afiches, fotos y folletos”, había que “ponerle toda la garra para entusiasmar a los clientes internacionales y convencerlos de que no había mejor flor de lavanda orgánica certificada que la nuestra”, remarca risueña.
“En el 2000 fuimos seleccionados como Emprendedores de Endeavor –en la categoría hierbas y especias- una competencia que organiza anualmente esa fundación para evaluar y premiar proyectos innovadores. “Esa vez se realizó en Bahía, Brasil y fue como dar varios exámenes juntos ¡pero lo logramos!”, exclama.
Por circunstancias adversas hacia 2016 dejaron de exportar. Una fue la situación económica en el país, que complicó a emprendimientos familiares como el de los Staudt Laxague. La siguiente, un incendio que se produjo en 2018 en la zona y se propagó por El Pantanoso quemando unas 4000 hectáreas. “De las 120 que teníamos en línea de aromáticas se quemó más de la mitad; hoy tenemos unas escasas 50 hectáreas de aromáticas, de las cuales 35 son de lavanda”.
El producto “estrella”
El matrimonio dejó de exportar y atiende ahora el mercado interno “con la venta de la flor deshidratada a mayoristas y minoristas, en bolsas de 10 kilos o fraccionadas por kilo”; también ofrecen “almohadillas que son sedantes anti insomnio, otras con lavanda y semillas para eliminar contracturas en forma natural, ramos de lavanda y miel, entre otros productos.
Léony resalta la virtud de sus cultivos orgánicos y certificados, que en los inicios no eran tan tenidos en cuenta, pero sí “se despertó en la pospandemia la concientización sobre lo orgánico y la preferencia por elegir este tipo de productos” sobre los que no se aplican agroquímicos.
El Pantanoso mantiene “el cultivo más grande y superior en calidad a nivel internacional” y se prepara para comercializar el año próximo su “producto estrella”, para el cual han comenzado a “destilar aceite esencial e hidrolatos (agua floral), tanto de lavanda como de romero”, anticipa. El de lavanda se trata de un aceite que está dirigido al mercado de la “perfumería fina de alta gama y el de romero para champú y jabones”.
Advierte que en la Argentina prácticamente esas esencias son exclusivas de este campo, porque “en la Patagonia se obtiene de lavandines, que son de menor calidad con contenido de alcanfor y se utiliza para cosmética de menos exigencia en calidad o en productos de limpieza”.
Esta nueva iniciativa denota la constancia y el empeño de estos innovadores que continúan escribiendo una antigua historia familiar dedicada al campo. Hoy Mercedes, la hija única del matrimonio tiene otras ocupaciones, pero Léony se entusiasma con que el tema de la perfumería seduce a la joven, y que a su nietito Tassilo de tres años disfrute regando plantas cuando visita a los abuelos en el campo también le genera una señal de continuidad.
De Berlín a Buenos Aires
El primer Staudt que puso un pie en la Argentina, procedente de Berlín, fue su tío abuelo “Ricardo, por el 1860. Su intención era expandir el negocio de importación y exportación que venía realizando Staudt & Co con diferentes países y aquí se dedicó a exportar frutos del país, como lanas, cueros -porque en esa época todavía no se podía exportar carne ya que no existían sistemas de refrigeración- y a importar productos terminados, fundamentalmente desde Europa”, rememora Léony.
Ricardo “compró El Pantanoso en los años ´30″ y fue bautizado con el nombre del arroyo que nace en su interior. “Era el que estaba más al norte de varios campos laneros a lo largo de la Patagonia, y que remitía la lana de sus ovejas a la Barraca de Staudt & Cía, ubicada en el barrio porteño de Barracas. Allí se acondicionaba la lana, en su mayoría de ovejas merino, para luego ser exportada a Europa”, repasa la heredera.
“Desde esa época sigue en las manos de la familia y por la década del ‘70 nos fuimos pasando a la ganadería vacuna, ya que la lana cada vez tenía precio más bajo. Por los 60 mi padre importó vacunos Pardo suizo y durante años tuvimos cabaña de esa raza, compitiendo en Palermo y en exposiciones del interior del país”.
Luego, para “mejorar la calidad genética” de su rodeo “se cruzaron las vacas Pardas con toros Aberdeen Colorado de gran calidad, lo cual nos llevó a tener hoy en día un rodeo con las bondades del Pardo: excelente aptitud materna; es decir, buena producción de leche para criar sus terneros, mansedumbre, longevidad, muy buen tamaño y aptitud para desarrollarse en campos serranos”.
Turismo de hacienda
Léony sigue “al frente de Lavandas de las Sierras”, como siempre con ayuda de su marido “en lo que respecta a los equipamientos agrícolas y ahora al tema de la destilación” y juntos “iniciamos el servicio turístico en 2020, durante la pandemia. Reciclamos dos propiedades del casco de la estancia: una es la Casa del Escritorio y la otra la (que fuera) del Mayordomo o Encargado (llamada El Chalecito)”.
El costo actual para alquilar cada una de las casas, que constan de dos dormitorios, dos baños, cocina, comedor y living aparte, oscila en los $ 18.500 por noche y $24.000 por fin de semana largo. Tienen wifi y aceptan mascotas. En el campo organizan recorridos por los cultivos, y para ver también el ganado y las colmenas; se puede hacer trekking por las sierras, pasear por el monte del casco y conocer su añosa arboleda y una magnolia de 120 años, símbolo de la historia de este campo”, describe Léony, sobre una travesía que dura unas dos horas y cuesta $ 2500 (que está incluido en el costo de hospedaje para quienes alquilan).
La dueña de la estancia destaca “la solidez, belleza y comodidades de ambas casas históricas” y de su mobiliario, aptas para dar cobijo a unas cuatro o cinco personas cada una. Otra opción es la de alquilar la antigua matera, “donde se pueden hacer asados en un enorme fogón y pueden comer hasta cuarenta personas sentadas”, que además, está preparado para quienes deseen pernoctar en ese espacio.
Agrega que, como El Pantanoso está “sobre la ruta 76, en veinte minutos se está en Sierra de la Ventana, donde se encuentra la renombrada Cancha de Golf, se puede visitar la famosa Ventana, la bodega en Saldungaray, hacer caminatas, escalar el Tres Picos y recorrer Villa Ventana que es muy pintoresca. Esta es una zona con una fauna autóctona muy variada, donde uno se cruza con mulitas, peludos, zorrinos, martinetas, perdices y ñandúes, y como no usamos agroquímicos en nuestros cultivos, se arriman muchos y variados pájaros”.
El Pantanoso recibe, además de turistas, a especialistas atraídos por estos cultivos. Por ejemplo, es visitado por integrantes del “Club de la Lavanda, que nació hace casi tres años en Azul, por iniciativa de Ximena Bengolea y agrupa a productores e interesados en este tema, tanto de Buenos Aires como de otras provincias, e inclusive nos contacta con gente del exterior”, resalta Léony.
Muchos años, mucho sacrificio, pero Léony y Bertrand siguen proyectando y “plantando árboles”, una de sus tareas predilectas. “Él está más dedicado a las maquinarias, es quien diseña por ejemplo las cosechadoras, y lo mío es lo comercial, el contacto con la gente. Ahora me permito un poco más de descanso y eso gracias a nuestros colaboradores de muchos años, que conocen bien el trabajo y siempre están al pie del cañón”, subraya.
DATOS
Ubicación: Sobre el Km 182 de la Ruta 76, partido de Coronel Suárez (a 23 Km de Sierra de la Ventana)
Fuente: La Nación