Suele decirse que una persona que padece ansiedad vive en el futuro, mientras que alguien que sufre depresión vive en el pasado. En el medio, el estrés, las fobias, y el consejo bien conocido de que lo ideal es vivir en el presente.
Un reciente estudio realizado por investigadores de la Universidad de California demostró que un estado de tensión permanente o sostenido en el tiempo puede tener un impacto en la salud visual y acelerar la aparición del glaucoma
Fácil decirlo. No siempre tan fácil de llevar a cabo. Y menos aún en tiempos de pandemia, restricciones, cuidados, virus, contagios, nuevas variantes. Un combo que puede resultar fatal para la salud mental del más cuerdo de los mortales.
En 2013, seis años antes de que emergiera la pandemia por coronavirus, la Asociación Estadounidense de Psiquiatría adoptó formalmente el término “trastorno de ansiedad por enfermedad” para describir a las personas con preocupaciones desproporcionadas y debilitantes sobre su salud.
Si hay algo que coinciden los expertos en salud mental es que la enfermedad COVID-19, además de afectar físicamente a millones de personas, también generó mucho otros millones de problemas mentales a la población mundial. El miedo, la preocupación, la ansiedad y las consultas a los especialistas en general aumentaron de forma alarmante, generalmente caracterizados en un cuadro de estrés, o trastornos de ansiedad.
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Para empezar, conviene definir que “la ansiedad se relaciona directamente con el miedo y puede dividirse en dos vertientes”. Por un lado, se encuentra la ansiedad primaria que, “se produce cuando nunca se vivió una situación traumática, cuando la ansiedad no guarda origen en esta experiencia, en tanto la ansiedad secundaria, define la situación contraria: una persona que la padece manifiesta síntomas que desencadenó alguna situación traumática que le generó ese estado de vida en el que se encuentra”. Según explicó el psicólogo clínico y psicoterapeuta español Giuseppe Iandolo, “las personas que padecen ansiedad se someten a un estado de anticipación constante, una alarma que les avisa de un peligro que perciben como inminente”.
“La ansiedad es una reacción emocional fisiológica, psicológica y comportamental irracional. Es un miedo sin una causa real (no identificable) -ahondó-. Cuando, en cambio, el origen de los síntomas se puede identificar, hablaríamos de ansiedad fóbica, que se produce cuando existe un objeto fóbico real, pero el miedo sigue siendo irracional, como por ejemplo lo que ocurre en el miedo a las tormentas, o al avión, que se producen con una causa que puede suceder”.
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Pero, ¿qué sucede a nivel cerebral en situaciones de alerta sanitaria como la que ocurre con el coronavirus? El licenciado en Psicología Fernando Torrente (MN 27844) explicó a Infobae que “en situaciones como las que presenta la epidemia del coronavirus, se activan los sistemas del cerebro que tienen que ver con el manejo y respuesta frente al peligro y la situación de incertidumbre”.
“Por un lado, las respuestas del peligro se relacionan con los sistemas de la ansiedad. La ansiedad es una emoción que nos prepara para manejar de forma anticipada los peligros. Está muy ligada al miedo, pero reacciona antes de que el peligro esté presente de manera inminente -señaló el director del Instituto de Neurociencias y Políticas Públicas de Fundación Ineco-. Por otro lado, frente a la incertidumbre, nuestra mente busca determinados procedimientos o mecanismos para situarse frente a esa falta de información correcta sobre lo que puede pasar”.
Qué es lo que sucede en situaciones de estrés
“El estrés tiene bastantes similitudes con la ansiedad, con la salvedad de que se trata de una respuesta del organismo frente a situaciones altamente demandantes sobre las que se ponen en tensión los recursos propios de la persona”. Pablo López es psicoterapeuta de Grupo Ineco (MN 36163) y director de la carrera de Psicología de Universidad Favaloro, y consultado por este medio explicó que se trata de “algo que ocurre en el exterior, que genera una alta demanda y muchas veces los recursos no son suficientes para hacer frente”.
Y tras aclarar que “no todo el estrés es malo, ya que por ejemplo en un examen se necesita el estrés para sostener el nivel de atención que se requiere”, el especialista señaló que “el problema es cuando eso se sostiene en el tiempo y con una intensidad muy alta”. “En esos casos, cuando el estrés no da respiro y nosotros no podemos adaptarnos surge el distrés, que es la respuesta desadaptativa al estrés, que en general nos paraliza”, sostuvo.
“La ansiedad es una respuesta emocional ante una situación percibida como peligrosa, y en general se autorregula sola. En cambio el estrés, como depende de la demanda externa, puede sostenerse en el tiempo y ese ‘acelere’ del organismo en el tiempo puede tener consecuencias en la salud”, diferenció López.
“La fobia es una expresión patológica de la ansiedad”
Así definió López a este otro trastorno de la salud mental. Y agregó: “Patológica porque es excesivamente intensa y genera cambios en el comportamiento habitual”.
Consiste en un miedo intenso y desproporcionado causado por objetos o situaciones de lo más variados. El temor puede estar ocasionado desde por insectos y lugares cerrados hasta viajar en avión o dar discursos en público. También puede ser un sentimiento fuerte de odio o rechazo hacia algo que nos genera problemas emocionales y sociales. Puede presentarse en muchísimas formas.
Consultado acerca de si puede la ansiedad por un tema derivar en fobia, López explicó que “las personas que desarrollan fobias están predispuesta a eso, no es una condición que se adquiere por cuestiones del entorno”. “Cada vez más se sabe que todas las causas de los trastornos mentales es una combinación de predisposición en complemento con situaciones vitales estresantes”, puntualizó.
Es un poco aquello de que no se enferma el que quiere si no el que puede. “Hay personas que tienen predisposición a la ansiedad y en determinadas situaciones de ansiedad pueden, en combinación con una situación estresante, desarrollar una fobia”, ahondó.
Si bien la manera en que se manifiestan y el abordaje terapéutico varía en función del tipo de fobia, “se entiende por fobia específica a aquella que se desarrolla frente a un objeto o situación en particular, y esa característica la comparten tanto la aracnofobia (fobia a las arañas) como la aerofobia (miedo a volar) o las fobias relacionadas con la salud del tipo de la tripanofobia (miedo a las agujas) pero en realidad no están así definidas en los manuales diagnósticos”, aseguró López.
Sobre los temores relacionados con la salud, muchos de los cuales hicieron su aparición en estos dos últimos años de pandemia, el especialista explicó que “las intervenciones médicas en general tienen una respuesta fisiológica distinta al resto de las fobias específicas”.
Y amplió: “La diferencia es que las fobias del tipo aracnofobia si la persona ve una araña se activa el sistema simpático, que la lleva a actuar rápido; en cambio cuando tiene fobia a la sangre se activa sistema vasovagal y si bien se activa el organismo, hay respuesta muy brusca que hace que baje presión de golpe, la frecuencia cardíaca, etc y termine en desmayo. La respuesta fisiológica es distinta porque el riesgo involucrado es distinto”.
Y si bien la totalidad de estos trastornos tienen tratamiento, “en el caso de las fobias se posterga la consulta sobre todo evitando lo que da miedo”. “La tendencia es a postergar, además de porque es algo que genera vergüenza, por lo irracional que la persona sabe que conlleva su reacción”, señaló López, quien generalizó que “la consulta con un especialista se realiza de acuerdo al impacto en la vida cotidiana”.
“En general, la actitud es la de evitar lo que da temor -continuó-. En el caso de las arañas o las cucarachas se evitan los espacios donde puedan aparecer estos insectos, y en una fobia médica posponer la consulta con el dentista o evitar sacarse sangre es la manera de controlar esa ansiedad hiperintensa que el hecho genera. Aunque el acto médico que se evita sea beneficioso para la salud, como en la actual pandemia acudir a vacunarse versus la fobia a las agujas”.
El tratamiento es diferente en cada fobia específica, y a grandes rasgos se trata -primero- de que la persona entienda por qué le pasa lo que le pasa. “Un vez que entiende lo que le pasa y por qué es importante hacerle frente, en el tratamiento se puede recurrir a la exposición gradual frente a lo que se tema, siempre en un contexto de mucho cuidado y desde lo que menos miedo genera a lo que más, en algunos casos o a la aplicación de estrategias de relajación diferencial en los casos de los miedos relacionados con temas médicos”, finalizó López.
Fuente: Infobae