El nombre ataque de pánico es un anglicismo que proviene del llamado “panic attack”. Y es la denominación de algo que algunos seres humanos padecen desde siempre, es decir una fuerte crisis de angustia.
Por lo general, el primer episodio de pánico no se olvida jamás, y es a partir de allí que el que lo sufrió tenga la sensación de que pronto volverá a ocurrirle. Y ése es el comienzo de un círculo vicioso, del que sólo se puede salir con ayuda profesional.
El ataque de pánico es una patología que presenta síntomas físicos: la persona experimenta la sensación de estar cerca de la muerte, o la locura, sufre taquicardia, falta de respiración, ahogo, entre otros efectos. De hecho, muchos dicen experimentar un fuerte dolor en el pecho similar al que se asocia con un infarto. Sin embargo, ni la muerte, ni el infarto ocurren.
“Quienes tienen ataques de pánico no pueden quedarse solos, porque a partir de que viven el primer ataque, su conducta cambia completamente; evita lugares donde sufrió la crisis, procura no realizar la acción que realizaba al momento de manifestarse el pánico; en fin, su conducta se ve limitada y la vida del paciente se restringe hasta el aislamiento”. La licenciada en Psicología Gabriela Martínez Castro (MN 18627) explicó que “esta tipología en particular de trastornos de ansiedad, suele avanzar rápidamente y tiene consecuencias graves”.
Para la directora del Centro de Estudios Especializado en Trastornos de Ansiedad (Ceeta), “se debe intentar un contacto con la realidad que sea lo más firme posible; y no dejarse guiar por pensamientos, fantasías y temores. Hay que tratar de tener un pensamiento lo más realista posible, y contrastar ese pensamiento con la realidad”.
“Se sabe que el panic attack es cada vez más frecuente. La mayoría de los pacientes que sufren este trastorno padecen también agorafobia o miedo a los espacios abiertos”, precisó la especialista en trastornos de ansiedad.
Síntomas para reconocer un ataque de pánico
“Angustia, etimológicamente proviene de ‘angosto’, dado que en el momento de la crisis de angustia se estrecha la vía respiratoria, lo que provoca dificultad para respirar”. El médico psicoanalista Juan Eduardo Tesone (MN 44190) comenzó a describir que “durante el ataque de pánico la persona tiene sensación de ahogo, lo cual genera en casos extremos miedo intenso y la vivencia de una muerte inminente”.
Según precisó el miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), “concomitantemente se producen otras expresiones somáticas, como palpitaciones (aumento de la frecuencia cardíaca), sudoración(particularmente de las manos), temblor, aumento de la temperatura corporal, aumento de la tensión arterial, mareos. La persona se siente paralizada y como fuera de sí, en un sentimiento de extrañeza, dado que no se reconoce a sí misma en dicho estado, en la medida que ocurra por primera vez”. “Puede durar apenas unos minutos o perdurar más tiempo”, agregó.
Así, palpitaciones, sudoración, temblores o sacudidas musculares, sensación de ahogo o falta de aire, sensación de atragantamiento, opresión en el pecho, náuseas, malestar o molestias gastrointestinales, inestabilidad, mareos o sensación de desmayo, sensación de irrealidad, miedo a perder el control, a volverse loco, a morir, sensación de hormigueo, escalofríos o sofocaciones, etc. “son sólo algunos de los síntomas que alertan de una crisis de pánico, la que se presenta de forma brusca, alcanzando su máxima intensidad a los diez minutos de haber comenzado”, ahondó Martínez Castro.
“Todo puede desencadenarse cuando estamos tranquilos, manejando, mirando televisión o simplemente dando un agradable paseo. De pronto, comenzamos a sentir palpitaciones, como si el corazón fuera a salirse del pecho, sentimos un inmenso temor a morir o a enloquecer, desesperación, necesidad de escapar -ejemplificó la especialista-. Notamos que nos cuesta respirar y un mareo nos hace pensar que podríamos desvanecernos. Quedamos paralizados por el miedo sin poder comprender lo que ocurre, pero algo nos queda claro: sentimos que estamos en peligro”.
Es así como la enfermedad evoluciona tomando y anulando diversas áreas de la vida de la persona: vida personal (dificultades familiares debido a la dependencia, divorcio frecuente), laboral y/o académico (por la incapacidad de traslado y el temor a permanecer en el lugar de trabajo o estudio donde se teme padecer una crisis), física (dada la altísima cantidad de interconsultas médicas y la falta de actividad física por el encierro), emocional (el estilo de vida se empobreció tanto que el individuo se termina deprimiendo) y social (dado el temor a padecer la crisis y que los demás lo noten, se dejan de frecuentar amistades y de asistir a eventos sociales).
“Es importante destacar que cuanto antes se recurra a la consulta y se comience el tratamiento, más rápido se detiene la evolución y se procede a la recuperación ya que un paciente adecuadamente tratado por un profesional especializado en la materia debería retornar a su vida habitual alrededor del tercer mes de tratamiento”, aseguró Martínez Castro.
En qué consiste el tratamiento
Para Tesone, “lo primero que conviene hacer es concurrir a una guardia médica, ya que hay que diferenciar el ataque de pánico de otras patologías, como podría ser algún problema cardiovascular, o de otra índole, que corresponderá al médico diferenciar”.
Y si bien aclaró que una vez diagnosticado “no es una problemática que exija tomar medicación de por vida”, el psicoanalista reconoció “la medicación es una necesidad en el primer momento para disminuir el intenso sufrimiento del paciente, dado que una tal intensidad de angustia es nociva para la persona en su psiquismo y en su cuerpo”.
“La medicación es un paliativo, por cierto útil y necesario, pero no cambia la estructura de la persona -amplió Tesone-. La angustia suele ser el iceberg de una problemática más profunda que la persona puede ignorar, y será el tiempo y una psicoterapia lo que permitirá realizar cambios más profundos en la personalidad”. Y destacó: “La aparición de la angustia puede ser una oportunidad para que la persona se interrogue, mediante una ayuda psicoterapéutica sobre las causas profundas de la aparición de la angustia”.
Martínez Castro señaló que “se trata de una enfermedad de un tratamiento específico: psicoterapia cognitivo-conductual y medicación psiquiátrica, dirigido por expertos en el tema”.
“En un paciente colaborador con el tratamiento, con una sesión semanal se puede llegar al alta y así la persona retomar sus actividades habituales, sin restricción alguna, prescindiendo de tratamiento y medicación en ese período”, sostuvo la especialista.
En tanto Tesone concluyó: “Es imposible prever la duración de un tratamiento, cada situación es subjetiva y los tiempos son los internos de cada paciente y no los tiempos cronológicos del calendario”.
Fuente: Infobae