Sí, el sábado fue la Noche de los Museos, y en White la noche está hecha de la materia de sueños (que incluyen marejadas), de recuerdos de un farol encendido para pescar en Riacho Azul, de quien no duerme esperando que vuelvan los que están en altamar, de cocinar pescado sin mirar el reloj y de una larga historia de cantinas con canzonettas, bandas de música y bailongos hasta bien entrada la madrugada.
Algo de toda esa materia se volvió a hacer presente este último sábado en el Museo del Puerto. Ahí estuvieron tanto las rabas, langostinos y albondiguitas del carrito del restaurant “Stella Maris” como los tangos de Pochy Genovali que forman parte de la experiencia de muchas generaciones portuarias.
Estuvieron las canzonettas cantadas a capella en las voces de Stella Maris Correngia, vecina del barrio 26 de septiembre, y de Alberto Molina, que lució su medalla de San Silverio en el pecho. Se presentaron además Graciela Ruiz y Cristina Leiva, quienes durante muchos años tuvieron a cargo Las Cantinitas del Puerto.
Se escuchó al grupo Jawar, quienes no pararon de tocar toda la noche e hicieron mover hasta los pilotes que sostienen el edificio del museo. Se narraron muchas historias de pesca contadas por los propios pescadores, por sus hijos e hijas y hasta por cocineras de pescado. En algún momento de la noche larga la familia Califano se reunió, y toda una historia de inmigración desde la isla de Ponza a Ing. White se hizo presente.
Fue entonces cuando José Aversano recibió de regalo una pequeña lanchita fabricada con maderas del Águila Blanca, la embarcación en la que trabajó gran parte de su vida, y al recibirla se la llevó a la boca y la besó. Pero, ¿todo esto pasó? ¿O fue un sueño? En White nunca se sabe.