La Noche de los Museos es la noche de Diego, el parrillero, asándose junto a los chorizos; la noche de Daniel y Yoni, del Raltren Club, activando la maqueta que montó Facu, y la de los más de 50 enamorados del ferrocarril que llegaron desde lejos para mostrar sus modelos, fotos, libros y dibujos gracias al esfuerzo de Jorge, Lorena, Nora y los amigos de la Asociación.
Es la noche de Zulema y Sabrina firmes en la entrada, y la de Jessica que mantiene impecables los baños; la noche de Carlos gastando la suela de los zapatos desde las 9 de la mañana y la de todxs lxs compañerxs de Ferrowhite que con tanto Reventón terminan reventados.
Es la noche de Amores en Orsai, de Polaroid y La 500 que dejan todo a pesar de que el sonido viene y va, porque la tensión no alcanza, y así se ganan el merecido aplauso, y también la de Juan, el sonidista, que hace lo que puede hasta donde la cosa da; es la noche de Rey, Ziccarello y Ferlat, power trío del arte contemporáneo que transforma la entrada al Castillo en un altar profano.
Y es la noche de Gaby, del Hospitalito, de Ximena, de la Secretaría de Salud, de Belén del INTA, de Stefanía y el grupo de Teatro Comunitario, de Andrea y la barra de la Escuela 21, de Titi, Hanna, Yesi, Javier, Analía, Mónica, Aymé, Juan y toda la familia del Prende cosiendo bolsas, estampando remeras y cocinando croquetas en el horno de barro.
La Noche de los Museos en este museo es una multitud recibiendo a otra, son las mil y una noches, un párrafo que aunque lo estiremos hasta perder el aliento siempre queda corto, una historia que se sabe cómo empieza pero no donde termina.