La sumaca “La Luisa” desplazaba la obra muerta de su maderamen, haciendo su primera entrada a la tranquila bahía. Su objetivo era el de transportar los materiales y elementos que harían posible el levantamiento de la “Fortaleza Protectora Argentina”.
El futuro de la región y el sur estaba escribiendo una importante primera página que subrayaban las palabras del coronel Ramón Estomba, sobre el puerto que “exigirá muy poca mano de obra para ser seguro y cómodo”.
Antes, en 1824, ya habían habido inspecciones desde el mar de las márgenes del Napostá y que se comenzó a llamar “bahía blanca”, debido al color plateado de sus arenas.
Luego de algunos proyectos al respecto que se frenaron por carecer de presupuesto, en 1827 se dispuso establecer una línea de frontera, en la costa sur, para lo cual se debía habilitar un puerto
en este paraje. Y fue el coronel Ramón Estomba el encargado de proceder a fundar el puerto y el pueblo proyectados.
En “La Luisa”, a cargo del capitán Diego Harrison, viajó don Enrique Jonel, que era el encargado de realizar un prolijo reconocimiento sobre la “bahía blanca”, para lograr que el puerto a erigirse contemplara la entrada de buques, los canales de acceso con más agua y las características mínimas de seguridad.
Informaba Estomba al Ministerio de Guerra, el 12 de abril de 1828:
“Se recibieron (…) noticias demasiado favorables del encargado de reconocimiento del puerto y sus campos inmediatos; por ella ha hecho una adquisición ventajosa, la que ofrece un puerto seguro y espacioso como también campo de cría y labranza de mejor calidad. Ella como aquél ofrecen ventajas ignoradas a la agricultura y el comercio”. Bautiza el Puerto, que aun no ha visitado, con el evocador nombre de “Puerto de la Esperanza”.
Así pues en marzo los marinos, adelantándose al ejército y a los colonos, habían puesto su planta en las arenas plateadas del desierto en la “bahía blanca”. Las tierras que rodeaban al Napostá, eran ocupadas por los indios, que molestaban la erección del fuerte. Estomba decidió atacar a esa horda salvaje que tenían las tolderias en donde se asienta Ingeniero White. Y los empujó al desierto, desde donde intentaron regresar en muchas oportunidades, unas veces vencidos y otras veces vencedores,
hasta la campaña de la Expedición al Desierto por el general Julio A. Roca, quien expulsó a los indios más allá del Río Negro.
A todo esto, el denominado puerto estaba constituido simplemente por unos cuantos estacones clavados en la desembocadura del Napostá, que indicaba el camino a los navegantes para llegar
a la costa sin peligros de hundirse o vararse en el cangrejal. No había muelles, ni planchadas ni escolleras. Las embarcaciones fondeaban a la salida del Napostá desde donde, con carretas que eran tiradas por bueyes, se bajaban las mercaderías. Los animales que se hundían en el barro o las corrientes marinas, muchas veces provocaban la pérdida de los materiales que se llevaba el mar.
Trabajaban dos prácticos, quienes facilitaban, por su conocimiento del sector, la descarga de las mercaderías.
Nuestro puerto y la ciudad cobraron importancia y gran desarrollo cuando llegó el ferrocarril, que influyó de manera significativa en el movimiento del puerto, primero para la construcción de las instalaciones ferroviarias y demás dependencias que se construían. Y el ferrocarril, aparte de mayor bienestar y trabajo amplió su ámbito de acción participando en la construcción de muelles que complementaban los apostaderos navales ya existentes.
El 26 de septiembre de 1885, la empresa Ferrocarril del Sud habilitó un elemental muelle de traza curva, al cual llegaban las vías del ferrocarril. Después se agrandaron los muelles, surgieron el muelle nacional, los elevadores de granos, la usina, primero la usina del ferrocarril y luego la ubicada en el hoy famoso castillo. Al gas que realizaba la iluminación, lo reemplazó la energía eléctrica.
El puerto, su potencial, Ingeniero White, la ciudad de Bahía Blanca, en fin, esta salida al Mar Argentino, es un lugar estratégico, que fue adquiriendo porte de puerta de salida de los bienes
agropecuarios de toda la región.
En 1889, el poblado que hasta entonces tenía su estación ferroviaria terminal de la línea que comenzaba en Constitución, con el nombre de “El Puerto”, fue rebautizada por el presidente Julio
Argentino Roca, con el nombre de “Ingeniero White”. El hecho ocurrió al regreso del viaje inaugural
realizado por Roca y una gran comitiva, de línea férrea entre el puerto y Neuquén. Al detenerse el convoy en la estación portuaria. Roca propuso un brindis y decidió rendir homenaje al ingeniero
Guillermo White, presente en el tren, quien como máxima autoridad del Ferrocarril del Sud, había realizado esa obra estratégica, dado los conflictos que el país tenía con Chile, en tiempo récord.
En 1905, a raíz de la caótica situación del puerto, superada su operatividad por el trabajo a realizar, con miles de vagones que se agolpaban en todos los desvíos, vías no sólo de Ingeniero White, sino también en casi todas las estaciones de la zona de influencia, las autoridades del Ferrocarril del Sud
decidieron construir dos modernos elevadores de granos que, construidos en Inglaterra, podían almacenar 4 mil toneladas de bolsas y poco más de 9 mil de cereal a granel cada uno. Eran totalmente automatizados. Prolijamente desarmados y embalados en cientos de cajones llegaron a nuestro puerto, donde se había construido un muelle para su ubicación, el muelle de los elevadores.
Durante años formaron parte del paisaje urbano no solo del puerto sino de Bahía Blanca. Fueron habilitados en 1908 y funcionaron durante 70 años. Insensatamente fueron desmantelados, en 1978, en una de las intervenciones más desafortunadas respecto al patrimonio arquitectónico local, estas muestras de la arquitectura fueron desarmadas y vendidas como chatarra. Aun el “muelle de los elevadores” muestra las cicatrices de tal despropósito.
Por el puerto pasa gran parte de la economía del país, canalizado por el Consorcio del Puerto, éste conjuga la exportación de cereales y productos petroquímicos al mercado del mundo. Nuestro pueblo tiene además un semillero de profesionales de todas las ramas, artistas, músicos, cantores, etc.
reconocidos por propios y extraños. Sus instituciones como los Bomberos Voluntarios, la Prefectura Naval Marítima, la Agrupación Scouts “Ernesto Pilling”, las entidades rescatadas de sus ruinas como el Teatro de Ingeniero White y “La Siempre Verde”, la Biblioteca Mariano Moreno, los clubes, Puerto
Comercial, Huracán, Deportivo Whitense y Defensores del Sur; las sociedades de fomento, sus jardines, sus escuelas primarias y secundarias, son el símbolo de una comunidad de trabajo, que
añora los mejores tiempos, aquellos en que su comercio era un movimiento intenso de la economía; sus calles, que no tenían asfalto como ahora, lucían la alegría de la gente en los consabidos
paseos domingueros, pero también en las reuniones al caer la tarde, que en todos lados y aquí también se llamó “la vuelta del perro”.También añora el mate en la puerta de sus casas y en las
noches de primavera, algún cantor a la vuelta de cada esquina y también alguna
serenata.
Nota Realizada para Ingeniero White.com por: Tino Diez.