Veamos: el presidente Macri, hombre de derecha, conservador y liberal, está aplicando precios máximos y congelamientos a varias tarifas públicas y precios energéticos, un férreo control de cambios que impide a las empresas comprar dólares que no sean para importar productos y un refinanciamiento compulsivo de la deuda de corto plazo. Medidas todas ellas que son anatema en todo hombre “de derechas”.
¿Y qué quiere parte de la prensa que creamos que está haciendo por su parte Alberto Fernández, hombre peronista, progresista, y según sus críticos populista? Se pretende que creamos que se reúne o al menos le pide al ultraortodoxo liberal macrista Carlos Melconian que le elabore un plan “listo para usar”, para que otro aplique, con reforma laboral y previsional y fuerte ajuste fiscal. Pues bien, aunque lo primero, relativo al presidente Macri es rigurosamente cierto, lo segundo, relativo a Alberto Fernández y Melconian huele a una venta de humo del tamaño de un incendio saudí por parte del economista y del pequeño sector de la prensa del establishment que lo respalda.
Y es que la farsa es fácil de percibir: ¿puede acaso un economista que recibe un pedido del virtual próximo presidente de que le arme un plan económico, responderle mediante una carta abierta al final de un libro? Muy probablemente sea una maniobra con fines varios: desde mantener la clientela a condicionar al próximo presidente.
Pero aunque este presunto “cambio de roles” entre Macri Alberto Fernández no sea otra cosa que un fiasco por lo arriba expresado, la realidad que vive el actual Presidente es ciertamente paradójica. Su control de cambios se encuentra muy a la izquierda del que había durante el final de la era kirchnerista.
Ocurre que cuando CFK estaba en el poder no se le cerraba las puertas a las empresas para que pudieran pagar sus deudas al exterior, como hasta ahora se hace desde hace unas semanas. El caso de la ON de IRSA es al respecto paradigmático. Y es que esto no entra en ningún manual serio de economía.
Ningún teórico del control de cambios que se recuerde ha hablado de manera favorable de obligar a las empresas y provincias endeudadas en moneda extranjera a defaultear. Esto marca cuan a las apuradas se elaboró este control de cambios, cuan desacertada fue su aplicación improvisada. Un producto propio de amateurs. Otra “mala praxis”. No se puede decir que Lacunza o Sandleris sean amateurs por lo que llama la atención que esto haya sido dispuesto de esta manera y aún no haya sido modificado.
Claro que cada modificación -todo indica que serán varias– implica relajar el cepo el cual obviamente no fue diseñado para ser relajado… Mientras tanto, en lo inmediato, ¿qué solución puede tener una empresa o provincia que debe pagar a acreedores del exterior? Pues bien, si no tiene fondos afuera del país, debe comprar bonos en dólares en la plaza local, transferirlos al exterior, y venderlos por dólares. Atención que no se trata de hacer “contado con liquidación”, sino una compra de bonos contra dólares y una posterior venta de los mismos bonos contra la misma moneda.
El problema es que esta simple operación que es la única puerta abierta hoy para que muchas empresas y provincias puedan pagar implica un costo de cerca del 7% solo por la compraventa de bonos y la transferencia al exterior. ¿Qué es un costo exagerado? Bueno, exagerado o no, es el costo que hay que pagar para honrar los compromisos y representa la diferencia de valor entre un dólar en Argentina de una empresa y un dólar fuera del país de la misma empresa.
Uno podría preguntarse también porqué empresas argentinas que tienen su domicilio legal fuera del país no tenían un cobre en el país donde es el domicilio legal –en el caso de IRSA, es Luxemburgo- y hasta el último dólar, o peso, están aquí aún cuando se veía venir que el Gobierno debía ensayar algo tras las PASO. ¿Falta de cintura financiera por parte de financistas “top”? Aparentemente, sí.
Pero lo cierto es que si esta y otras empresas tienen real voluntad de pago, pueden hacerlo mediante este intrincado mecanismo que bien podría bautizarse como “antieconómico” pero que permite algo que no debiera ser tan complicado: pagar en el exterior. Con esta alternativa los dólares no se transfieren al exterior, sino que quedan en Argentina mientras que lo que sí se transfieren al exterior son los bonos en dólares que comenzarían a ser muy abundantes en Nueva York, lo que podría generar otros efectos indeseados.
Ahora bien, ¿cuál es la solución que debería dar a esta serie de problemas el Banco Central? Pues bien, elaborar una solución provisoria y estable que al menos sirva para la transición, aunque poco más allá de ella. Se trataría de abrir en dos el mercado de cambios, dejarse de irrealizables prohibiciones, y permitir todas las transacciones financieras a una cotización libre y flotante a un dólar por encima del “oficial” que sería fijado por el Gobierno para las exportaciones e importaciones. De esta manera se desengancha la tasa de inflación y la suba en el precio de los alimentos de la presión sobre el dólar que podrían provocar la voluntad de atesoramiento de particulares y empresas, el pago de utilidades y dividendos al exterior y el pago de deudas.
¿Qué un mercado por el estilo podría no tener adecuada alimentación? Falso. Salieron del sistema u$s10.000 millones de depósitos en dólares en poco más de un mes. Esos dólares están en cajas de seguridad o en los colchones. Una parte apreciable de ellos puede poco a poco destinarse al consumo o a la inversión, por lo que no debería haber problemas de abastecimiento, si a ello se le suma que quedan todavía bastante más u$s20.000 millones de depósitos en moneda extranjera en los bancos y una buena cantidad de dólares preexistente a todo este desmadre en los bolsillos de la población, queda claro que dólares, hay.
El lector puede preguntarse en este punto si igualmente no puede haber una brecha cambiaria muy alta. Y la respuesta es que sí, pero ¿acaso no la hay hoy con el dólar “contado con liquidación”? Se trata de dar un marco de normalidad y legalidad, no de encontrar la “pócima mágica” para que el dólar baje, porque eso ya no depende de mecanismos de ingeniería financiera que se ensayen, sino de muchas otras cuestiones que exceden las posibilidades de los fríos mecanismos financieros. Se trata entonces, de facilitar los pagos en un contexto de control de cambios.
En todo caso, de transformar este rudo y tosco control de cambios lleno de prohibiciones en un control de cambios “market friendly”. Ya al obligar a vender los dólares de la exportación a alrededor de $55 se desalienta mucho producir y exportar si quien desea atesorar dólares debe recomprar esos dólares en el “contado con liquidación” a $73…Más abuso del Estado contra el sector empresario y más desaliento a la exportación imposible, aunque es lógico que cuando la necesidad aprieta estas cosas terminen ocurriendo. Se trata entonces de volver a legalizar lo normal.
Un doble mercado cambiario, con uno “comercial” fijado por el Banco Central y uno libre y flotante por donde pase todo lo financiero parece la salida de corto plazo más potable, aunque solo sirva para la transición y el nuevo gobierno deba pensar en otras alternativas, de mejor y mucho más alto vuelo.
Fuente: Ambito