Eran 235 diarios por ventanilla cada lunes. Y 1.200 los Jockey Club que se vendían por semana. Pasaban todos. Desde los portuarios hasta los colectiveros. Taxistas y ferroviarios. Jerónimo Sancho, uno de los dueños del Kiosco Chapita, abrió la persiana una vez más y nos regaló una emotiva historia en el capítulo 618 de IngenieroWhite.Com, en La Brújula 24.
“El kiosco tiene su origen y su nombre por José Luis Carrascal, quien era el verdadero Chapita. Después quedó el nombre y con el tiempo fuimos amigos y socios. Era una persona extraordinaria, con la que trabajé durante 22 años sin ninguna discusión. Con Chapita nos manejábamos a la antigua: sin papeles y de palabra”, destacó Sancho.
–¿Cómo eran aquellos tiempos en el esplendor del kiosco?
–Pasaba cualquier cantidad de gente. El puerto y White trabajaban a full. Los lunes vendíamos 235 diarios por ventanilla. Abríamos a la 5 de la mañana y cerrábamos a la medianoche. White tenía vida las 24 horas del día.
“Por semana, solamente de Jockey Club, vendíamos 1.200 atados. Estaba el ferrocarril, la usina, la Administración del Puerto, los ministerios, la Junta. No tenía tiempo ni para descansar”, aseguró.
–¿Cómo fue su vínculo con White?
–Vine a la localidad con 19 años, en 1954, desde Goyena. Acá formé mi familia. La gente cuando me ve en la calle me reconoce porque nunca tuve problemas con nadie y tuve clientes de toda la vida. Había una relación de confianza extraordinaria con la gente y Chapita era muy respetado.
“Del ’70 al ’77 el kiosco funcionó donde está la parada de taxis y después se trasladó al frente, hasta 2009. Los recuerdos son los mejores. Era un hormiguero de gente…”, deslizó.
–¿Cómo fue la etapa posterior al esplendor?
–En el ’90, Chapita vendió su parte a Esteban Bellomi, otra gran persona con la que compartí 16 años. Y casualmente ahora en abril se van a cumplir 10 años del cierre del kiosco. Yo ya estaba cansado. Estuve 39 años levantándome a las 4.30 de la mañana. El trabajo ya había aflojado y no era como antes.