En una ciudad de 2460 habitantes, la llegada de cientos y hasta miles de personas en un día altera su ritmo. Muchos residentes se vuelcan al turismo a tiempo completo y se convierten en conductores, guías, intérpretes.
Algunos se mudan de Puerto Argentino a otras islas para trabajar durante el verano y una gran cantidad de extranjeros llegan a la ciudad como trabajadores temporarios.
La industria del turismo crece en forma sostenida en el archipiélago, con una presencia cada vez mayor de argentinos, y la expectativa es que la llegada de visitantes dé un salto exponencial a partir de la próxima temporada, cuando esté operativo un segundo vuelo comercial entre el continente y las islas.
En los últimos ocho años, la cantidad de turistas que llegaron a Malvinas en cruceros se incrementó 42 por ciento, hasta alcanzar 57.496 cruceristas en 2017. En el caso de los visitantes que llegaron en avión o barcos privados, el número trepó 48 por ciento hasta 5178 en la última temporada. Estas cifras no contemplan las visitas a amigos y familiares ni los viajes de negocios. Además, el número de visitantes argentinos entre 2010 y 2017 se cuadruplicó: creció 279 por ciento, casi cinco veces más que el número total de turistas en ese período.
El turismo en Malvinas genera 10 millones de libras al año y es el segundo sector más importante de la economía local. Representa un 6,6 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) según la información disponible más reciente. En 2017, los 57.496 cruceristas -la mayoría solo estuvo en suelo malvinense durante unas horas- gastaron en Puerto Argentino casi 3,5 millones de libras.
“Tenía muchas ganas de conocer. La asociación que uno hace con la guerra [de Malvinas] inevitablemente me hizo creer que sería un lugar muy triste. Imaginaba paisajes áridos, secos, grises. Me di cuenta de lo equivocada que estaba: encontré colores, vegetación, animales, playas de aguas celestes, arena blanca. Es un lugar que tiene una magia especial, hasta místico”, dijo a LA NACION Paula Kreitz, una docente bahiense que estuvo una semana en la Isla Soledad, entre Puerto Argentino y Darwin.
El impacto del turismo
Sin contar la dotación militar, en Malvinas viven poco más de 3200 personas de 60 nacionalidades. La gran mayoría -casi el 80 por ciento- vive en Puerto Argentino y el resto, en el camp, que es como llaman al campo. Tanto en la ciudad como en el camp, el turismo genera un impacto. “Parecen hormigas, bajan de las lanchas en el muelle público y se desparraman en el centro”, dijo a LA NACION una vecina de Puerto Argentino respecto a los cruceristas, que son trasladados desde los grandes barcos anclados en Puerto Groussac en embarcaciones más pequeñas.
Gustavo Zanelli, un médico patólogo de Olavarría, viajó en crucero a la Antártida y al Cabo de Hornos, estuvo un día en Malvinas y coincidió con esa idea de la masividad concentrada en cortos períodos de tiempo: habló de “marea” y de “manada” de personas que llegan a Puerto Argentino.
En un día de crucero y en “hora pico”, al mediodía, los dos cafés y los dos restaurantes del centro suelen estar repletos. Camareros y cocineros trabajan sin descanso para dar abasto. La comida más popular es fish & chips, pescado frito con papas, plato típico delReino Unido , y cerveza tirada, aunque las rabas también son muy demandadas. Algo similar pasa en los locales de artesanías, souvenires y postales: antes y después del almuerzo atraen masivamente a los turistas.
“Aquí es más fácil saber cuántas personas van a bajar de un crucero en un día determinado que el pronóstico del tiempo”, aseguró un residente de Puerto Argentino que trabaja en la industria gastronómica. En Malvinas, el tiempo es muy cambiante y es motivo de conversación casi todos los días, pero el impacto del turismo es cada vez mayor y por eso se ha convertido en una cuestión central de la vida en la ciudad.
El ente encargado de promover el “desarrollo estratégico” de la industria del turismo en las islas es la Cámara de Turismo ( FITB, por sus siglas en inglés). La estrategia a largo plazo es “fomentar el crecimiento de las oportunidades turísticas” y “asegurarse de que haya marketing efectivo a nivel mundial”. También apunta a promocionar las visitas en los meses “fuera de temporada”. Este año, la FITB celebró con entusiasmo que el diarioThe New York Times incluyera a las islas como uno de “los 52 lugares para visitar en 2019”.
Más de 40 barcos incluyen regularmente una parada en las Malvinas en sus itinerarios de verano en el Atlántico Sur según la FITB. “Es una gran manera de conocer las islas como parte de un viaje por Sudamérica o una aventura en la Antártida”, promociona el ente.
Qué hacer en las islas
Las islas son un paraíso para los amantes del avistamiento de flora y fauna silvestres: hay 171 especies nativas de plantas, cinco especies de pingüinos, cientos de especies de aves, elefantes marinos, lobos marinos, delfines y orcas. Y muchas ovejas, alrededor de medio millón. Para quienes van de visita por un día, las excursiones típicas son un tour por la ciudad y alrededores (hay barcos hundidos, playas de arena blanca y agua transparente, el faro del Cabo San Felipe; y en Gypsy Cove hay pingüinos de Magallanes) o ir hasta Punta Voluntario, a dos horas y media de off road, adonde miles de pingüinos rey, de Magallanes y papúa; y otras tantas ovejas conviven entre las playas y el campo.
Aunque llegó a la mañana y partió a la tarde, Zanelli tuvo tiempo de ir a Gypsy Cove, la ensenada que está a siete kilómetros de Puerto Argentino adonde hay una colonia grande de pingüinos de Magallanes. También caminó por la ciudad y visitó varios puntos turísticos: la catedral anglicana, el museo, el pub Globe Tavern. “Es muy interesante y es muy lindo, la belleza patagónica de la nada y el paisaje que no termina”, resumió.
Los turistas que se quedan más tiempo suelen aprovechar para visitar otras islas: de Borbón, del Rodario, María o de los Leones Marinos. La única forma de llegar hasta allí es en las avionetas del servicio aéreo gubernamental, conocido como FIGAS por sus siglas en inglés. Subirse a las aeronaves bimotor Britten Norman Islander es una experiencia en sí misma: la única pista pavimentada es la del aeródromo de Puerto Argentino y las demás son de arcilla o de pasto. La única excepción de esta modalidad de transporte es la isla Gran Malvina, a la que se puede llegar en ferry.
“Estuve una semana: una noche en Darwin, dos noches en Bleaker Island [Isla María] y el resto en Puerto Argentino. Quería ver colonias de pingüinos, hacer avistaje de orcas, de leones marinos. Quería conocer Malvinas y no solo los lugares de combate [de 1982], no mirarlo solamente como un lugar triste donde hubo una guerra”, aseguró a LA NACION Gustavo Príncipe, gerente de un grupo de empresas PyMe en la ciudad de Buenos Aires. Diagramó el viaje con una agencia de viajes local, voló con el servicio de FIGAS, recorrió en 4×4 y al volver a su casa sintió que se había quedado corto de tiempo. “Dos semanas me parecía mucho, pero al final una semana fue poco, me gustaría volver. Es recomendable, vale la pena”, agregó.
La guerra de 1982 y la Cuestión Malvinas, entendida como la disputa de soberanía entre la Argentina y el Reino Unido por las islas y los espacios marítimos circundantes, convocan a cientos de personas cada año. Se pueden visitar los lugares de los desembarcos argentino y británico de 1982, campos de batalla, viejas trincheras, restos de aviones y de armas, y los cementerios donde están enterrados los caídos argentinos, en Darwin, y los británicos, en San Carlos. Resulta casi imposible no cruzarse con campos minados, debidamente señalizados como lugares peligrosos.
Kreitz viajó a Malvinas con su esposo, Alejandro Scompari, quien en diciembre de 2016había corrido 280 kilómetros en las islas para rendir tributo a los soldados, como mensaje de paz. “Quise conocer los lugares por dónde él había estando corriendo y haciendo homenajes a caídos y veteranos de ambos países”, sostuvo. Se hospedaron tres días en Puerto Argentino y cuatro en Darwin -fueron todos los días al cementerio argentino-, alquilaron un auto y recorrieron alrededor de 1500 kilómetros. También fueron al cementerio británico y llevaron ofrendas de familiares de caídos que habían sido enviadas desde Irlanda. “Volveríamos y les recomendamos ir a todos los que nos preguntan”, agregó.
Juan Díaz d’Orieux se crió en Ushuaia y siempre quiso conocer las Malvinas. “Lo conseguí. Pude comprobar que el clima es hostil, que su paisaje es bajo y agradable y que su gente es amigable y cálida”, contó. Estuvo dos noches en Puerto Argentino junto a un grupo de amigos, con quienes llegó en un velero. “La guerra me dolió más cuando visité el cementerio argentino: me invadió una congoja mezclada con rabia, impotencia y ese no entender por qué”, expresó.
Cómo llegar
Hay cuatro maneras de llegar a las islas Malvinas como turista: en crucero, en barco propio, desde el Reino Unido o con el único vuelo que conecta el continente con las islas, operado por Latam. Tres sábados al mes, el vuelo sale de Santiago de Chile y hace escala en Punta Arenas. Un sábado al mes, el vuelo hace escala en Río Gallegos , en la provincia de Santa Cruz , a la ida y a la vuelta. Esta conectividad aérea limitada hace que quienes llegan en avión deben quedarse en las islas durante una semana como mínimo.
La perspectiva es que la llegada de visitantes crezca exponencialmente con un segundo vuelo, también operado por Latam, que empezaría a operar en octubre de este año, con el despunte de la temporada 2019/2020. Partirá una vez por semana de San Pablo , Brasil, hacia el archipiélago, y hará una escala mensual a la ida y a la vuelta en la ciudad de Córdoba .
El único aeropuerto internacional de las islas está en la base militar de Mount Pleasant, en la isla Soledad, a casi 60 kilómetros de Puerto Argentino. En el hall de arribos, un cartel en inglés y otro en castellano advierten que está prohibido tomar fotografías. En Migraciones agregan a mano sobre el sello de entrada la cantidad de tiempo que el visitante tiene previsto quedarse. Al devolver el pasaporte, el oficial entrega un folleto bilingüe con “información para el visitante” respecto a “lugares de batalla y seguridad”.
“Nos imaginamos que usted es consciente de que algunos de los que vivieron la guerra de las islas Falkland, por ambos lados, continúan sensibles con respecto a ciertas cosas que tienen relación con sus experiencias vividas en 1982, y por lo tanto le pedimos que respete los sentimientos de los isleños al igual que nosotros respetaremos los suyos”, dice el folleto respecto de la Guerra de Malvinas.
En Malvinas hay cinco tipos de alojamiento: hotel o “lodge”, pensión (Guest House), Bed and Breakfast, cabaña con servicio de comida y sin (Self-Catering). Casi todos son atendidos por sus dueños y tienen capacidad limitada. Además, no hay hospedaje en todas las islas. La FITB recomienda a quienes planeen un viaje al archipiélago chequear con anticipación -y por teléfono- la disponibilidad, ya que en la mayoría de los lugares no hay “plan B”.
Requisitos para viajar a las islas
- Ticket de avión de ida y vuelta
- Seguro médico que cubra US$250.000 y evacuación por vía aérea
- Hospedaje y fondos suficientes para toda la estadía
- Tasa de embarque de £25. Se paga a la salida, solo con efectivo (libras, euros o dólares estadounidenses)
Información útil
- La moneda es la libra malvinense y tiene el mismo valor que la libra esterlina. En algunos locales aceptan dólares y euros
- En Malvinas no hay cajeros automáticos. En Puerto Argentino hay un banco, el Standard Chartered, adonde se puede cambiar plata (no aceptan pesos argentinos)
- El tiempo en Malvinas es muy cambiante. La temperatura en verano oscila entre los 9°C y los 15°C. La FITB recomienda vestirse en capas y usar protector solar en todo momento
- Muchas atracciones/muchos destinos en el camp son remota/os: los operadores de turismo sugieren que los visitantes lleven comida y bebida
- Una empresa, Sure, tiene el monopolio de la comunicación en Malvinas. En Puerto Argentino hay 4G, pero no hay señal en el resto de las islas. La conexión a internet es acotada: hay hotspots o zonas wi fi en algunos lugares de Puerto Argentino (hoteles y restaurantes) y en unos pocos alojamientos en el camp y en las demás islas
- La lengua más hablada es el inglés y le sigue el castellano
Fuente: La Nación