1) BARILOCHE
Mix ideal de naturaleza y buenos servicios en la Patagonia Norte
Acampar en el bosque, hacer un fuego y mirar las estrellas. Imaginar a ese ser legendario llamado Nahuelito, con mezcla de miedo y atracción, emergiendo del fondo del lago. Subir en aerosilla al cerro Campanario o en teléferico al cerro Otto hasta su confitería giratoria, y contemplar ese entramado único de montañas y lagos. Animarse al chapuzón en el prístino lago Gutiérrez (el de las aguas más templadas), como una pileta eterna, o en la más populosa playa Bonita, en el Km 7 de Bustillo, con infraestructura símil costa atlántica. Los planes pueden ser miles en la capital no oficial de la Patagonia Norte. Conclusión: no hay excusa para aburrirse.
En plan urbano, la ciudad da para todo, con su Centro Cívico y el infaltable perro San Bernardo listo para la foto familiar, la feria, los artistas callejeros y las chocolaterías -Rapa Nui, Mamuschka, Abuela Goye- sobre la calle Mitre, que en muchos casos elaboran el dulce manjar a la vista. En la lista de turismo aventura, no puede faltar un paseo en kayak por los lagos, el canopy en el cerro López, el rafting por el río Manso Inferior (a partir de los 5 años), para descargar adrenalina, o, mejor aún, el stand-up rafting (a partir de los 12 años), la nueva modalidad que consiste en remar en grupo sobre una especie de balsa hi-tech por los rápidos del río Limay a 15 km por hora. La vuelta por el Circuito Chico es un clásico ineludible, un recorrido de 65 km con altos obligados para sacar fotos, como el Llao Llao y su divina capilla San Eduardo, ambos proyectados por Bustillo, Colonia Suiza y el inédito parque temático Nahuelito, que recrea a través de esculturas a escala real más de 30 especies de dinosaurios en medio del bosque. En el Km 25 está el pequeño Puerto Pañuelo, desde donde parte el catamarán a Puerto Blest que navega por el brazo más largo del Nahuel Huapi. Las siguientes paradas son Puerto Frías y Los Cántaros. En tierra, es posible hacer un mini trekking hasta la cascada de Los Cántaros y conocer el alerce de más de mil años que está al final.
2) TANDIL
Ofrece un menú completo de actividades serranas: trekking, cabalgatas, mountain bike, canotaje, canopy, tirolesa, escalada y rappel.
Tandil es la escapada a las sierras más cercana para los porteños. Un clásico que comparte la belleza de sus valles con una excelente infraestructura de servicios. A la nutrida oferta de atracciones y circuitos en altura, se le acaba de sumar el parque aéreo multiaventura Treeland, con propuesta de tirolesas, escalada, rappel y juegos colgantes para distintas edades. Los menores de 6 años no pagan entrada. En la misma tónica de desafíos corporales a la altura de la copa de los árboles está también el Rancho de Popy, un bosque de pinos con más de 30 juegos distribuidos a lo largo de dos recorridos que alcanzan los 200 metros. Otros complejos de aventura con oferta similar, en entorno natural serrano, son: Valle del Picapedrero (24 ha), Complejo Cerro El Centinela (incluye cuatriciclos), Canopy Tandil, Piedra Libre Aventura y Cerro Aventura (20 ha, con cable carril sobre lago). Dentro del rubro cabalgatas, se destacan las que organiza Gabriel Barletta, denominadas “de reconocimiento autóctono”: son didácticas e invitan a vivir el campo. Los integrantes de la cabalgata aprenden a arrear y a ensillar el caballo, e incorporan variados datos históricos, geológicos y de la flora y la fauna locales. El paseo finaliza con un fogón, mate, canto y guitarreada.El verano es la mejor época para aprovechar las aguas del Lago del Fuerte.
En la isla del Centro Náutico está Canotaje Tandil, con propuestas de baja dificultad, para todas las edades: dispone de juegos acuáticos para los más chicos, kayaks, hidropedales y stand up paddle. Organiza también travesías nocturnas en kayak con picadas de productos regionales, que se comparten alrededor de un fogón. Los trekkings con equipamiento completo son la especialidad de la agrupación de guías Punto 71, aunque también arman salidas de mountain bike y prácticas de canotaje y rappel. Las propuestas de trekking se ajustan a las preferencias del grupo pero en general duran unas 4 o 5 horas. La singularidad de la propuesta es que se brinda todo el equipamiento necesario para las caminatas: ropa, bastones y cascos. Tandil también abre la posibilidad para hacer muchos paseos gratuitos en familia. El parque del Bicentenario se comunica por una senda peatonal con el Lago del Fuerte y despliega áreas de juegos infantiles y miradores. El Parque Independencia, el Monumento al Quijote, el Puñón Mapuche, la Reserva Sierra del Tigre y el Camino de los Pioneros son otros sectores públicos puestos en valor en los últimos años y vale la pena conocerlos, más allá de la clásica Piedra Movediza.
3- BALCARCE
Vida serrana y deportes al aire libre en los pagos de Fangio
Entre la laguna Brava y la sierra despunta Piedra Naranja, un complejo de seis cabañas, quincho y pileta, ideal para familias que buscan explorar un entorno natural en acción. Sus dueños, Nadia Beilinson y Carlos Kiricos, rebosan de energía y eligieron este refugio para vivir con sus hijos, Borja y Gael, a quienes cruzan en kayak a la escuela. Ofrecen cabalgatas, paseos en velero, kitesurf y kayak (en verano, también con luna llena) por la laguna, trekkings, tirolesa y rappel en las sierras. El hit son los vuelos en parapente, guiados por Carlos, que es piloto experimentado y da toda la confianza para animarse a un bautismo en el aire.
Las comidas corren por cuenta de Nadia, nutricionista de profesión; arma menús a medida con los vegetales de la huerta orgánica. Las cabañas están construidas con el mínimo impacto ambiental, tienen paneles solares y son amplias, con galería y hamacas paraguayas. No hay señal de teléfono, pero sí wifi en el quincho, lo justo para conectarse con el mundo exterior sin poner en jaque la sintonía natural. En la ciudad de Balcarce, a 28 km, lo imprescindible es visitar el Museo del Automovilismo Juan Manuel Fangio, una impecable exhibición de los autos que hicieron cinco veces campeón mundial de Fórmula 1 al Chueco, nacido en esta ciudad en 1911. Sean fans o no del automovilismo, es imposible no sentirse cautivado por la muestra interactiva y tecnológica que, además de la colección de Fangio, incluye trofeos, fotos y cartas que marcaron su carrera. Lo más divertido es subir en círculo por la rampa que simula una pista de competición hasta su última bandeja y encontrarse con la réplica del mítico Flecha de Plata que lo consagró dos veces campeón. Otro rincón para comprobar que acá la pasión tuerca no cede y que surgen nuevas camadas de corredores es el autódromo municipal, en la sierra La Barrosa.
Cuando no hay carreras, se puede entrar y dar vueltas por la pista en auto propio. Lo que queda es probar el famoso postre Balcarce inventado por Guillermo Talou en los 50, tan empalagoso como irresistible, que combina merengue, pionono, crema y dulce de leche. Es tan fresco que lo mejor es comerlo in situ, aunque también lo venden congelado para que resista las seis horas de viaje hasta Capital. Se lo encuentra en todas las confiterías y lo ofrecen como postre estrella en los restaurantes. Sin embargo, donde más fielmente recrean la receta original es en las panaderías Comoantes y Jockey Club. Cada una tiene su toque de gracia. La primera sigue cocinando el bizcochuelo en horno a leña, le agrega marrón glacé y castañas en almíbar, y el sello distintivo: la marca de fuego sobre la cubierta de coco. En la otra, en cambio, usan nueces y crema natural.
Fuente: La Nación