Los hermanos Gustavo y Marcelo Namuz no son propietarios de un astillero, ni son ingenieros navales, sino dos hombres emprendedores y corajudos que durante tres años invirtieron las ganancias que dejaba una pequeña embarcación en un sueño, el de construir su propio barco; y lo concretaron, cuando por fin el “Amadeo” tocó el agua del Golfo San Matías. Por ser el primer barco construido en gran parte en la provincia de Río Negro, no solo contó con la presencia de familiares, amigos y del pueblo sanantoniense, sino también con la del Gobernador, que no quiso perderse “este momento histórico”.
El Amadeo es un barco costero de 13 metros, cuyo casco, armazón y timonera debieron construirse en un astillero de Necochea para conseguir la aprobación de la Prefectura Naval. Pero el resto del armado del buque estuvo a cargo de los hermanos Namuz, sobre todo de uno de ellos, Marcelo, que ostenta conocimientos de carpintería y herrería, según contaron al medio local Informantivohoy.
Se trata de un barco hecho a pulmón, con mucho sacrificio económico y de horas de trabajo, las que finalmente se vieron recompensadas ayer, cuando se botó oficialmente y se le asignó una madrina, la docente Francisca Antilef. Pero todavía queda un trecho por recorrer para ponerlo a trabajar y recuperar lo invertido; resta superar varias inspecciones y confirmar la asignación y condiciones del permiso de pesca. Todo ello, creen, les llevará por lo menos otros seis meses.
Los hermanos Namuz se esperanzan en que no encontrarán inconvenientes para resolver este tema, dada la entusiasta participación del gobernador Alberto Weretilneck en la botadura y del séquito de políticos y funcionarios que se agolparon ayer para la foto, entre los que se encontraba el secretario de Pesca, Jorge Bridi.
La planta nuclear que empañó la fiesta
Se trataba de un momento muy emotivo para la familia Namuz, luego de tres años de duro trabajo, y seguramente no imaginaron que la presencia del Gobernador podría ser el hecho que terminara por enturbiar un día de tanta felicidad, pero así fue. Un grupo de manifestantes irrumpió en la ceremonia, con pancartas y redoblantes para hacer saber a Alberto Weretilneck su total desacuerdo con la instalación de una planta nuclear en San Antonio Oeste. Al grito de “sin Golfo no hay pesca”, buscaron llamar la atención de un gobernador que decidió ignorarlos: ni siquiera por respeto a los hermanos Namuz fue capaz de proponer un posterior encuentro con quienes buscaban una explicación de su parte.
Fuente: Revista Puerto