Con motivo del Día del Periodista, el 178º programa de IngenieroWhite.Com contó con la visita a los estudios de La Brújula 24 de Rafael Emilio Santiago, una de las personalidades ilustres de nuestro ámbito periodístico, quien recordó sus raíces whitenses y sus lazos con la localidad.
“Hoy White es otro pueblo, nada que ver con lo que era. El avance, el confort, el urbanismo y la conversión de lo que era un puerto comercial a una zona industrial se ve y se huele”, afirmó.
–¿Cómo fueron los orígenes de su familia con la localidad?
–Esté viviendo o no, yo soy de White. Mi abuelo y mi viejo fueron bomberos y esa, quizás, haya sido una materia pendiente con mi viejo, la de ser bombero. Más allá de eso, el sentido de pertenencia era un asunto natural en esos tiempos. Ahora es otro mundo. Recuerdo gratos momentos de la niñez, el Colegio Sarmiento, el Club Whitense, los domingos en Comercial, la pileta de Comercial, el muelle, las cantinas, coleccionar cajas de fósforos cuando venían los barcos”, detalló Santiago.
“Ese White folclórico, me encontraba viviendo en Lautaro al 3600 y mi vecino era el maestro Julio Gejo. En el Sarmiento aprendíamos a escribir en fino y grueso y en 4º grado ya teníamos álgebra”, amplió.
“Recuerdo que el inquilino de Julio Gejo era el Negro Giménez, un notable jugador de Comercial. Eran tiempos donde ir a la cancha era parte de la vida de uno. Al no haber televisión y medios de difusión mucho más precarios, sino jugaba Comercial el fin de semana estaba casi perdido”, aseguró.
–¿Cómo apareció el periodismo dentro de su vida?
–Los periodistas deportivos eran deportistas frustrados. Yo era malo jugando al básquet, pero fui árbitro, dirigí en menores, estuve en la comisión de fiestas y hasta barría la cancha. Del equipo de menores que dirigí me acuerdo del Flaco Romagnoli, Bolzi, Natali, Serrángeli, Huguito Pena y el Flaco Redivo que por un accidente no pudo seguir jugando, pintaba muy bien.
“Con Romagnoli estuve en los Juegos Olímpicos de Sidney porque dirige una planta de química de la universidad de allá”, agregó.
–Hablando del puerto, ¿qué encantos tenía el mar en esos tiempos?
–Nadie compraba carnada porque la “pasteca”, como le decían los italianos, la sacaban de la orilla. Mi viejo pescaba pejerrey en la popa de los remolcadores, aprovechando el remanso que se formaba. Y el que era insuperable era el Sordo Gatafoni, tenía un pulso tremendo. También íbamos al Triángulo a pescar, eran otros tiempos.
–Volviendo al presente, ¿suele ir a White?
–Poco, muy poco. No tengo motivos para ir, salvo algún familiar de mi mujer. Mis días son apacibles, con algunos compromisos en la radio; trato de no quedarme físicamente y de estar mucho con mis nietos. Sigo manteniendo hábitos de cuando laburaba, como no irme a dormir sin escuchar el informativo. Hoy veo que las cosas que me enseñaron en el periodismo están desdibujados y que la neutralidad se perdió. Si tuviera que empezar de nuevo sería complicado.
JUEGOS OLIMPICOS, SAN SILVERIO Y LAS CANTINAS
Su experiencia internacional. “Tuve un poco de fortuna. Las ganas de estar en los Juegos Olímpicos me las dio Ampelio Liberali, luego de su experiencia en Tokyo 1964. Ahí me agarró un entusiasmo bárbaro. Viajar es cultura y algo te queda de todo lo que la gente dice”.
San Silverio. “Cuando íbamos a la escuela, el Día de la Bandera era una cosa lateral porque lo importante era el festejo de San Silverio, la procesión y todo eso. White tiene cosas únicas y personalidades que han trascendido en los medios y en las instituciones”.
Las cantinas. “Las cantinas de White eran La Boca. Cuando ocurría algún hecho artístico popular en Bahía, las noches terminaban en las cantinas. Yo iba a la de Humberto Espósito, un cocinero notable. Y hace poco estuve en la inauguración de la Cantina Royal; esos lugares de reunión hace falta”.