Si un año fallara el langostino serían pocos los que permanezcan sobre la línea de flotación.
Cuando en noviembre de 2015 Mauricio Macri ganó el ballotage de las elecciones presidenciales, los industriales y exportadores pesqueros de la Patagonia sintieron un alivio, ya que después de más de una década de sufrir el de las retenciones, técnicamente denominadas derechos de , y un cepo al dólar que hacía que se obtenga un valor que era casi la mitad del real; se aguardaba un sinceramiento en la economía y por ende se esperaba un recupero de la productividad.
Esa lectura de la coyuntura político económica del país no tardó en plasmarse, ya que entre las primeras medidas del Gobierno Nacional estuvieron el levantamiento del cepo cambiario y la derogación de los derechos de exportación a todos los productos pesqueros; retenciones que estaban instaladas desde 2001, tras la fuerte devaluación en la transitoria presidencia de Eduardo Duhalde.
Si a ello se suma que el gobierno saliente de Cristina Fernández, después de años de reclamos y luchas patagónicas, había reinstalado los Reembolsos por Puertos Patagónicos, resulta que de una semana a otra la competitividad del sector pesquero patagónico, que en su mayoría es langostinero, mejoró en términos reales un 61 por ciento.
Pero al igual que la “primavera” generada en enero de 2014 para la industria pesquera, y principalmente para los exportadores, cuando el dólar se movió de 6 pesos a 8 pesos, la mejoría se esfumó en poco más de un año.
El efecto inicial de las medidas económicas de la gestión Cambiemos, con el coctel de un dólar quieto o a la baja, más una inflación del orden del 41 por ciento en 2016 y la repentina quita de los reembolsos de exportación desde puertos del sur puso, 16 meses después, a la Patagonia en una situación nominal igual o peor que en diciembre de 2015, afirman los industriales de la pesca. Con este escenario, interpretan que en términos reales es mucho más preocupante, porque ya no se vislumbra en el horizonte la implementación de nuevas medidas que devuelvan la competitividad.
Los analistas de la actividad pesquera y su evolución en términos económicos sostienen que en sólo 16 meses el avance de la inflación y la estabilidad del precio del dólar, por distintos factores que influyen en la dinámica del mercado de cambios, arrasó con el efecto de competitividad cambiaria obtenida por la fuerte devaluación encarada en diciembre de 2015.
Vale recordar que desde la eliminación del “cepo” cambiario, a mediados de 2016, el dólar mayorista aumentó 54,6% en el mercado mayorista, de 9,82 a 15,19 pesos.
En tanto, según la Dirección de Estadísticas y Censos de la Ciudad de Buenos Aires, la inflación acumulada entre diciembre de 2015 y marzo de 2017 fue de 57,1 por ciento. Como el impacto del aumento de tarifas fue mayor en el distrito porteño que en el resto del país, la inflación de los últimos 16 meses fue dos puntos y medio superior a la medida por el Índice Congreso, de 54,5% en el período de gobierno de Cambiemos.
Si a esto se le suma que las tarifas en la Patagonia se han duplicado, y que la quita de los derechos de exportación fue absorbida casi en su totalidad por el DNU que derogó los reembolsos se explica el porqué de la situación de muchas las empresas patagónicas que vuelven a caminar sobre una cornisa.
Y, solo los volúmenes extraordinarios de captura del langostino han evitado un colapso, pero un año que falle el reclutamiento de la especie dejaría un verdadero tendal dentro del sector con consecuencias no solo económicas, sino un fuerte impacto social. Sin el ‘oro naranja’ la industria pesquera de la Patagonia parece no tener mucho futuro. (Por Nelson Saldivia – REVISTA PUERTO)