Con la visita de Aníbal Ambrosio Colombani, uno de los gestores de la fundación de la Escuela Técnica, se llevó a cabo el capítulo 69 de IngenieroWhite.Com, en los estudios de La Brújula 24.
Remontándose casi 40 años en la historia de la localidad, Colombani hizo un repaso sobre los orígenes del establecimiento hasta su instalación definitiva en el edificio actual de Dasso y Cabral.
“Cuando soy designado director luego de un concurso, asumo la responsabilidad de estar al frente de una escuela que apuntaba directamente al mundo de la pesca. El fracaso que ese tipo de orientación había tenido en Mar del Plata, sumado a la próxima instalación del polo petroquímico, motivaron que se apunte a formar especialistas en química y electromecánica”, indicó Colombani.
–¿Cómo fueron esos primeros pasos al frente del colegio?
–Los primeros instantes fueron desoladores y me impulsaban a abandonar mi cargo, allá por el año ’69. El lugar físico que nos designaron era la casa de la Sociedad Italiana, donde actualmente funciona el teatro. El edificio tenía un abandono total y apenas contábamos con 30 bancos y dos tornos. No había ni personal para iniciar las clases.
“Me propuse remontar el panorama y arrancar de cero. La policía nos mandaba algunos presos para las tareas de limpieza, mientras que la Junta Nacional de Granos nos otorgó algunos escritorios y sillas. El segundo año lo trasladamos a la Escuela Primaria N° 15 y el 4° año, donde empezaban los trabajos en laboratorios y talleres, se hacía en la Escuela de Comercio”, recordó el director.
–¿De qué forma empezó a gestarse la puesta en escena del edificio actual?
–Para salir de esa situación necesitábamos un edificio propio y las condiciones de comodidad que requieren los alumnos. Primero gestioné el terreno y, en menos de 6 meses, nos cedieron el triángulo actual donde había una gran plaza. Si bien yo pensaba construir la escuela por etapas, el arquitecto Compagnucci me recomendó un plan integral.
“El plan de necesidades que diseñé tenía todo lo que la escuela necesitaba: laboratorios, 20 aulas, salas audiovisuales, biblioteca, gimnasio. Y en el lapso de 2/3 años logramos concretar un edificio modelo”, destacó Aníbal.
“Recuerdo que antes de conseguir los 300 millones de pesos para el edificio, Pascual Capelli de la Sociedad de Fomento me decía que ellos llevaban 30 años luchando para hacer un aula en el Saladero. Si lo logra tenemos que hacer un acto público y darle un beso en la frente, me decía Capelli”, amplió.
–Para cerrar, ¿qué recuerdos guarda de aquellos años?
–White tiene gente muy solidaria y recuerdo que la cooperadora siempre nos facilitaba tizas, borradores, papeles y todo lo que nos hacía falta. La cooperadora, junto a la Junta Nacional de Granos y la Dirección de Puertos, eran nuestro sostén.
“A modo de cierre, puedo decir que me siento satisfecho por la labor realizada. Lo mío fue una labor de gestión, no de dirección”, concluyó Colombani.