Las bebidas fermentadas existen desde los albores de la civilización egipcia y existe evidencia de una bebida alcohólica primitiva en China alrededor del año 7000 a. de C. En la India, una bebida alcohólica llamada sura, destilada del arroz, fue utilizada entre los años 3000 y 2000a. de C.
Diferentes civilizaciones nativas americanas desarrollaron bebidas alcohólicas durante la época precolombina. Una variedad de bebidas fermentadas de la región de los Andes, en Sudamérica, se hacía a base de maíz, uvas o manzanas y se le dio el nombre de “chicha”.
Más allá de su larga tradición, es sabido que el consumo excesivo de alcohol tiene complicaciones físicas importantes, afectando diversos órganos de nuestro cuerpo y haciéndonos más propensos a padecer diversas enfermedades. Pero, a la vez, existe un mito que resuena constantemente en las mesas argentinas, que refiere que “el vino hace bien al corazón”. A pesar de que muchas personas realizan esta afirmación con gran convicción, en muchas otras persiste la duda: ¿Se trata de un mito o una realidad?
En Europa las enfermedades cardiovasculares son causa de más del 50% de las muertes, y más de la mitad de éstas se deben a las enfermedades coronarias y accidentes vasculares cerebrales. España es un país con una tasa baja de muertes por infarto agudo de miocardio en proporción a otros países europeos, a pesar del gran consumo de grasas. A este fenómeno se le ha llamado “la paradoja española” y algo similar ocurre en Francia. En el norte de España la mortalidad por enfermedad cardiovascular es más baja que en la zona del sur, a pesar de que el consumo de grasas en el norte es mayor. Este efecto se ha atribuido a un mayor consumo de vino en estas regiones.
La primera evidencia científica de una relación positiva entre consumo de alcohol y enfermedad cardiovascular data de la primera mitad del siglo XX, cuando médicos anatomo-patólogos y forenses relataron que los pacientes fallecidos con cirrosis hepática alcohólica presentaban arterias con muy pocas lesiones arterioscleróticas. Desde entonces los resultados de numerosos estudios epidemiológicos publicados sugieren que el consumo moderado de vino, pero también de otras bebidas alcohólicas, reduce tanto la mortalidad global como mortalidad por cardiopatía isquémica.
En este sentido, algunos autores han cuestionado los resultados de los estudios epidemiológicos, ya que los bebedores moderados de vino suelen tener mayor poder adquisitivo, siguen una dieta más sana y equilibrada y realizan más ejercicio, por lo que la menor morbilidad y mortalidad porcardiopatía isquémica que presentan los bebedores moderados podría estar influenciada por estos factores de confusión y no depender únicamente del consumo de vino.
Para determinar en qué medida el consumo moderado de vino tiene realmente un efecto protector sobre la salud deberían realizarse ensayos clínicos aleatorizados en los que se controlen adecuadamente los factores de confusión, especialmente la dieta seguida por los participantes y el ejercicio que realizan.
Según los datos disponibles, la clave del efecto protector de las bebidas alcohólicas es el consumo moderado de alcohol. El problema que surge es que la definición varía en función de las sociedades científicas de los distintos países. Así, la cantidad de alcohol que contiene una copa o unidad de consumo varía entre 8 y 14 gr.
El alcohol consumido en forma moderada tendría un efecto antiinflamatorio y además generaría una buena moderación sobre el endotelio (tejido interno) vascular.
Para concluir la mayor evidencia científica de los efectos del consumo moderado de bebidas alcohólicas sobre la salud es su efecto protector sobre la mortalidad global y la mortalidad cardiovascular. Pero hay que tener en cuenta que lo estudios que intentan probar esta afirmación se enfrentan con la complicación de la difícil tarea de evaluar un consumo que generalmente no es uniforme. El vino no es un comprimido farmacológico con prescripción médica. No todas las personas consumen la misma dosis, ni los mismos compuestos.
Fuente: InversorOnline.