Los malos hábitos respecto al gasto y el dinero pueden ser excepcionalmente difícil de romper, ya sea que estén arraigados en la educación y la cultura o deriven de la falta de conocimiento sobre finanzas personales. Incluso cuando se tiene las mejores intenciones y un plan financiero sólido, los rituales duraderos continuamente intentarán descarrilar el éxito financiero. Por ejemplo, si alguien está tratando de salir de una deuda, pero constantemente se siente la necesidad de gastar en cenas caras para mantenerse al día con amigos, es poco probable que llegue a su meta. Uno de tantos hábitos que nos hacen malgastar el dinero.
Gastos emocionales
Todos conocen lo que es incurrir en un gasto emocional. Es una compra no pre meditada impulsada únicamente por algún sentimiento, sea depresión, enojo o felicidad. El problema es que el gasto emocional no soluciona nada y de hecho los efectos suelen disolverse muy rápidamente. Lo que no se desecha tan fácilmente es el nuevo gasto mensual que ahora soporta la tarjeta de crédito. Para evitar este tipo de compras emocionales sólo hace falta un poco de auto control. Para facilitar esto podemos establecer algunas reglas o recurrir a algunos trucos. Por ejemplo hacer una lista, en un momento de calma, de las cosas que realmente queremos y tenerla siempre a mano para evitar gastos superfluos. En el caso de que queramos incurrir en un gasto no planificado, esperar al menos 24 horas para hacer la compra. Si luego de ese tiempo aún tenemos deseos de adquirir el producto posiblemente se trata de un deseo verdadero. Por último, podemos excluir a la tarjeta de crédito de gastos que no sean imprescindibles y sólo comprar con efectivo que es más difícil de conseguir y un medio material que nos permite ver, billete por billete, el gasto que efectuamos lo que da un tiempo extra para la reflexión.
Los prestamos
No hay dudas de la nobleza y lo admirable que es prestar dinero a alguien en apuros. Como tampoco hay dudas sobre cómo impacta eso en el bolsillo propio. Muchas veces es muy difícil para la persona devolver el dinero que se le presto o el prestamista piensa que está mal pedir el dinero luego de un tiempo o si no hay iniciativa del otro lado. ¿Qué se puede hacer entonces? No es necesario dejar de ayudar, pero sí podemos pensar en ayudar de formas que no redunden en un daño a nuestra economía personal. En lugar de prestar dinero para la gasolina de un amigo en apuros, podemos ofrecer nuestro auto o podemos prestarla otro vehículo. Otra estrategia es la de regalar en lugar de prestar. Parece contradictorio, pero la idea de que el dinero vuelve nos hace ser más propensos a prestar de más y por fuera de nuestra capacidad. Si no tenemos dinero extra para regalar posiblemente tampoco tenemos dinero extra para prestar.
Extralimitarse con las tarjetas de crédito
La tarjeta de crédito es un arma de doble filo. La comodidad de las cuotas y el acceso a productos de muy alto precio que serían imposibles en efectivo, más las estrategias de marketing de las empresas, hacen ver a la tarjeta de crédito como una oportunidad única a la hora de consumir. Sin embargo, y a pesar de estas ventajas, el plástico puede representar un gran problema para alguien que busca sanear sus finanzas. Los pagos mínimos son un buen ejemplo. Esta clase de forma de pago asegura que el comprador va a estar en una espiral de deudas crecientes durante mucho más tiempo del que posiblemente previó cuando efectuó la compra en un primer lugar. Esta espiral inhibe cualquier intento de ahorro serio.
Compararse con otros consumidores
Los vecinos, los amigos o los familiares pueden tener un nivel de consumo muy diferente al nuestro. Cuando buscamos equipararlos y no tenemos los recursos financieros necesarios estamos invitando al desastre financiero. Mantener una conducta de consumo acorde a nuestros ingresos y expectativas es clave para no malgastar. No es necesario pagar de más por un producto sólo porque los otros eligen primeras marcas, por ejemplo.
Fuente: Mercado.